domingo, 28abril, 2024
17.7 C
Seville

Reina Roja

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

Va para tres años que no ve la luz del sol. Y se ha quedado solo. En la gran despensa del búnker, quedan suficientes latas y agua como para vivir tres vidas. Y sin embargo sabe que su fin está próximo. Quienes diseñaron el escondrijo no tuvieron en cuenta que el sol es importante para sintetizar la vitamina D. Ni tampoco tenían experiencia en la convivencia en cautividad y menos cuando, la única afinidad del grupo, es haberse podido pagar la estancia. Amonario estaba limpiando los filtros del purificador de aire en uno de los túneles que llevan al exterior cuando se cerraron las puertas. Una vez dentro ya no pudieron expulsarlo. Curiosamente, es el último superviviente.

Ahora, cansado de ver siempre las mismas series, las mismas películas y los mismos documentales en el televisor, alienado porque desde hace un par de semanas ya no puede hablar con otro ser humano, mentalmente agotado para jugar al ajedrez contra la máquina, o para realizar trabajos manuales que ya no considera atractivos, se ha sentado en una de las butacas de piel de vaca destinadas a uno de los cuatro gerifaltes que soportaron económicamente la construcción del sótano bajo tierra. Allí, se ha servido una copa de vino del mejor Vega Sicilia que sus benefactores introdujeron para brindar el día que salieran de allí, y que, ahora que nadie puede recriminárselo, Amonario disfruta con gran placer. Relajado, con la copa de vino en la mano y la mirada fija en el reflejo de un punto blanco sobre la negrura de gran pantalla de televisión que tiene al fondo, comienza a recordar mejores tiempos.

Cuando era niño, por aquellos lares, aún había bosques de castaños, robles, encinas y sabinas. Muchos inviernos, a la hora de ir a la escuela, su padre tenía que hacer camino entre el metro de nieve que cubría las calles. Los carámbanos de los corrales tocaban el suelo convirtiéndose en estalagmitas. Los huertos, bajo el chortal, tenían agua suficiente durante todo el verano como para hacer florecer patatas, hortalizas y verduras en abundancia. Y recuerda cómo, cuando plantaron los nogales en la ribera del salegar, a la segunda cazolada del cazo de la retroexcavadora, en lugar de arena, salía barro con mucho agua.

Poco a poco y sin apenas darse cuenta, todo empezó a cambiar. Primero, cuando Amonario tenía unos diez u once años, arrancaron de cuajo las encinas y los robles, para aumentar la tierra de cultivo. Más tarde, tras la bajada de precio de las castañas, dejaron de cuidar los castaños, hasta que fueron arrancados para vender su codiciada madera. Por último, esquilmaron el sabinar para construir un campo de golf. Poco a poco, habían convertido una zona boscosa, fría en invierno y templada en verano, en un erial. La tierra de cultivo del monte se esquilmó en veinte años porque el suelo era de arena y cascajo y los nutrientes de los árboles no dieron para más. La madera de los castaños, se acabó agotando y en tres lustros, la serrería se fue al garete dejando en el paro a sus cuatro empleados. Y el campo de golf, fracasó, casi sin empezar a funcionar, porque al poco de la inauguración, una gran crisis económica se llevó por delante los quinientos chalets que debían soportar el negocio urbanístico del campo.

El clima se fue templando. Pasados cuarenta años desde el destronco del bosque, la lluvia era menos frecuente y ya no nevaba. Los inviernos eran cada vez menos fríos y los veranos acabaron siendo extremadamente calurosos. Las fuentes, comenzaban a secarse en verano y ante la llamada de atención de los reaccionarios, sobre todo pastores y gentes de campo, los más tontos que se las daban de listos invariablemente tiraban del refrán castellano “siempre que ha llovido, ha escampado y esta vez no va a ser distinto” para minimizar las críticas. Y mientras, utilizaban sus recursos económicos para horadar el subsuelo y hacer pozos cada vez a más profundidad hasta que desecaron las entrañas de la tierra. No sólo no se cortaban en el uso del agua, sino que al elevarse la temperatura, se iniciaron cultivos que nunca antes se habían dado en la zona. Grandes hectáreas de soja, maíz e incluso kiwis comenzaron ser parte del paisaje. Y hasta una empresa de servidores informáticos, tuvo la genial idea de asentarse en un polígono industrial creado sólo para ella y a la que le suministraban diariamente el agua que consumían cada uno de los dos mil habitantes del pueblo en cuatro meses.

Las fuentes que se secaban en verano, acabaron enjutas durante todo el año. La lluvia desapareció por completo durante meses y en un día de junio, cayeron ochocientos litros en 24 horas que arrasó toda la zona. Los suelos empezaron a hundirse por el efecto de haber sido extinguidas todas las bolsas de agua subterránea. Para colmo, la situación general de la tierra, empeoró de tal manera que todo el mundo sabía que acabarían usando las bombas nucleares que poseían.

Aunque, fuera de todo pronóstico, fue Israel el que originó el desastre al arrasar Oriente con sus cabezas nucleares.

*****

Reina Roja

Esta semana, se ha producido un cierto revuelo en la comunidad política e intelectual, a consecuencia de una intervención de la reina de España, periodista de profesión y republicana según cuentan hasta su matrimonio, que en la clausura del Seminario Internacional de Lengua y Periodismo «Cambio Climático: Lenguaje y Comunicación» que la FUNDEU y la Fundación San Millán, en la localidad riojana dónde se encuentra el Monasterio de Yuso (San Millán de la Cogolla), preguntó a los allí presentes si dado que el seminario trataba sobre cambio climático, se habían tratado las teorías del decrecimiento y los mensajes decrecionistas de personas relevantes de la comunidad científica como mi admirado Antonio Turiel, doctor en ciencias físicas que trabaja como investigador y divulgador en el instituto de ciencias del mar del CSIC, en Barcelona.

Un congreso que hubiera pasado desapercibido para el 99 % de los mortales si no hubiera sido por lo extraño de que un personaje tan «oficialista» como la reina de España, se hiciera eco de lo que el régimen llama «discursos alarmistas de perroflautas, cenizos y agoreros sin fundamento» (Y por lo que supimos el sábado, ahora también con infundadas acusaciones de terrorismo). Y eso fue lo que debió pensar el ministro actual de Transformación Digital (antes de Inclusión, Seguridad Social y migraciones), economista, fiel acólito del hijoputismo, y buen siervo del BBVA y de todos los demás caraduras que viven del negocio de las comisiones permitidas por los gobiernos y de crear dinero de la nada con el que maquillan sus balances. Fondos que no están basados en algo tangible. Él, como todos los de su calaña, se ha aprendido los mantras del hijoputismo pero no sabe de nada, ni de las penurias económicas de los ciudadanos ni mucho menos de ecología, sostenimiento y decrecimiento. Por supuesto nada de las leyes de la termodinámica que en su primera dice que es imposible crear energía de la nada y que sólo es posible transformarla o que en su segunda, que en cualquier proceso espontáneo la energía siempre disminuye y que es imposible crear una máquina o proceso con un rendimiento del 100 %. El citado ministro creyéndose en posesión de la polimatía cuando, en realidad, lo suyo es una mezcla entre vanidad y estupidez (efecto Dunning Kruger), aseguró que es posible seguir creciendo indefinidamente. Como toda esta pirría defensora del hijoputismo, hacen caso omiso a las leyes de la termodinámica: no sólo se atrevió a negar lo que los científicos ya consideran como inapelable (el cambio climático y los distintos peak de extracción de materias primas y metales necesarios para el sostenimiento del modelo actual) sino que en el colmo de la prepotencia, cuan listillo urbaleto que se cree mejor que el pastor del pueblo porque tiene una casa con tres baños y una o varias mujeres hispanas que le sirven el café, aseguró que «la ciencia proveerá en un futuro próximo de tanta energía suficiente y barata como para seguir creciendo». El típico «siempre que ha llovido ha escampado. Dios proveerá».

La inopia generalizada con la que el vulgo afronta el futuro, que en muchos casos ya es presente, asusta a los que sentimos que esto no va bien y que nuestros hijos no tienen futuro a corto-medio plazo. Ya no sólo es el calentamiento del planeta, que también. Es que, toda la economía gira entorno al consumo de energía y esta, cada vez es más difícil de conseguir. Los que creen que el petróleo es inagotable y que los agoreros, como llaman a Turiel, están exagerando con el Peak Oil, se olvidan, por ejemplo, que ya no se fabrican coches de gasóleo. Y no es por un problema de contaminación porque el carbón contamina tanto o más y, a falta de recursos para conseguir energía barata, están tirando de ese mineral como si lo del calentamiento global y el cambio climático no fuera una emergencia. No se fabrican coches de gasóleo porque es un producto energético en extinción ya que, para su extracción, se necesitan cada vez más recursos económicos y energéticos que comienza a ser improductivo.

Hace unos treinta años, visitaba mi pueblo un matrimonio de amigos con dos niños pequeños. Mi vecina, estaba ordeñando las vacas y los niños, se quedaron boquiabiertos. ¡Mamá, que la leche no sale del tetrabrick” – le gritaron a su madre asombrados – Si eso sucedía hace treinta años que el contacto entre pueblos y ciudades era habitual, imaginad ahora que la gente sólo va al campo esporádicamente y a «relajarse» a una casa rural en pueblos dónde no hay animales porque estos molestan a los urbaletos. Esta anécdota quiere poner el contexto en el gran problema de este modelo de sociedad. Los alimentos vienen de la tierra y no del supermercado. Como escribía David González en CTxT, lo que consumimos, recorre una media de 4.000 kms antes de llegar a nuestra mesa. Y para ese transporte exagerado de kms, necesitamos petróleo sí o sí. No hay posibilidad de flotar enormes buques de mercancías cuyos motores de tracción están entre los 1.000 y 2.000 CV, que necesitarían motores eléctricos entre 746.000 W y 1.492.000 W lo que significaría que debería ocupar todo su ajobo para cargar con sus baterías. Hace cuarenta años, unas treinta familias vivían del campo en el término municipal de mi pueblo. Hoy cuatro agricultores cultivan todo el terreno y alguno de ellos, incluso terrenos de otros pueblos (Unos cultivan alrededor de 4.000 Ha y otro se acerca a las 1.500 Ha el sólo). Para ello, necesitan maquinaria cada vez más potente. Mi vecino que labra unas 120 hectáreas en solitario, tiene dos tractores, dos remolques, unos cultivadores que pesan 1 tonelada, una máquina para sembrar-abonar con ruedas en la que caben cientos de kilos, una máquina para herbicida con capacidad para 2000 litros. Todo ello se mueve con gasoil. Como bien decía David González, para convertir esos tractores en eléctricos necesitarían llevar un remolque con baterías de más 20 toneladas siempre enganchado para poder conseguir la potencia que tiene ahora. Veinte mil kilos son una apisonadora sobre lo arado. Una vez sembrado, si pasas con ese peso por una tierra para echar el abono o para sulfatar, te has quedado sin cosecha, eso si no está muy húmeda la tierra porque entonces acabaría con una grúa para sacarlo de allí.

Llegados a este punto, resulta evidente que, si la producción de petróleo acaba siendo ineficaz,  y eso es algo que no es discutible porque cada vez resulta más cara su extracción y en el momento que económicamente no compense, dejará de extraerse o se extraerá sólo para aquellos que puedan pagarlo, hasta que se llegue al extremo en el que sea imposible porque será necesario gastar más energía para extraer ese petróleo que la que producirá después, la agricultura intensiva desaparecerá y con ella todo el sistema de distribución. ¿Qué solución hay para la falta de energía? El Hidrógeno Verde es un timo. El hidrógeno es un vector, no una fuente de energía. Para su extracción se necesitan ingentes cantidades de energía (y un agua cada vez más escasa). Según la segunda ley de la termodinámica, se necesita más energía para su separación del oxígeno que la que luego produce al quemarlo. Los parques eólicos y las placas solares necesitan del petróleo para su confección, fabricación, transporte e instalación (la fibra de vidrio, el plástico, la resina, son derivados del petróleo). A eso se le suma que es matemáticamente imposible sustituir toda la energía actual por la que producen este tipo de elementos. Por tanto, ¿qué solución queda? Que el primer mundo deje de consumir como si los recursos fueran infinitos y salieran de un chasquido de dedos. Es decir decrecer y hacerlo de un modo ordenado en el que se reparta la riqueza.

El otro día me encontré con este artículo que me dejó bastante tocado. Por propia conciencia, ya intuía que, al menos desde que se dejó el patrón oro como sostenimiento tangible de la moneda, toda la economía es ficticia. Son números en un ordenador que los grandes mangantes manejan conforme a sus intereses. USA tiene una deuda impagable y si, como parece (de ahí el miedo al los BRICS), el Dólar deja de ser la moneda de cambio en la mayoría de las transacciones (incluidas las de petróleo) , la economía del imperio se va a la mierda. Lo que no sabía y cuenta este artículo es que desde hace 18 años, el crecimiento económico mundial, no está basado en bienes tangibles. Hemos pasado de la economía basada en el valor añadido (trabajo), es decir, capitalismo a una economía basada en la búsqueda de rentas (hijoputismo). El PIB es una medida artificial y engañosa. El PIB no muestra el estado general de la población de una nación, sino las ganancias de los poderosos en esa búsqueda continua del rendimiento. Y esa búsqueda del rendimiento sea como sea, está basada en el consumo de energía. Cuanto más crecimiento, más consumo energético. Si, como todos los expertos vaticinan, el peak oil ya ha sucedido y cada vez cuesta más extraer ese petróleo, si además la energía eléctrica que llaman «verde» (eólica o solar) es insuficiente y asimismo no está sustituyendo a la del petróleo sino que se está sumando (cada vez se gasta más energía) es evidente que el decrecimiento no sólo será el futuro sino que ya está sucediendo para el 90 %, como se confirma con los recortes sociales que es evidente que pretenden reducir la población y con ella el consumo a través de los más pobres.

Por tanto, como explicaba mi también admirado Germán Iglesias (@Geitley), lo que necesitamos no es una transición energética sino una revolución social. Un cambio de hábitos y modelo. Y aquí hay dos caminos. O nos ponemos serios y comenzamos a darnos cuenta de que los ricos y poderosos no van a hacer nada por cambiar el sistema y que, lo que necesitan para su ritmo de vida sale de quitárselo a otros (los más pobres) y comenzamos a exigirles por las malas que paren, o nos quedamos como estamos, asintomáticos y pacatos esperando que los más de seis mil millones de personas que sobramos en un planeta que consume dos veces y medio más recursos al año de los que genera, sean extinguidos a base de pobreza, enfermedades y penurias. Si eso es así, el decrecimiento viene hecho de serie con trágicas consecuencias para esos seis mil millones de personas. Y si crees que tú  o tus descendientes van a estar entre los dos mil millones que se salven, es que aún eres más incauto de lo que ya demostramos.

Ya no hay solución ni con más escuelas, ni con una república. Sólo nos queda el monte.

Salud, feminismo, decrecimiento, ecología y monte.

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído