En las últimas semanas se han hecho públicos nuevos informes en distintos países que apuntalan el hecho de que el verdadero origen del Covid-19 fue una fuga de laboratorio. Hace dos años, Diario16+ tuvo acceso a ingente documentación que sirvió para la publicación de un amplio reportaje de investigación en la revista mensual y en la edición digital. Las nuevas revelaciones e informes en parte nos han obligado a rehacer y reescribir ese reportaje en una serie de artículos que iniciamos hoy.
Para entender cómo se descubrió el origen de la fuga de laboratorio del Covid-19 hay un hombre que es clave: T. Reid, un experto de la Universidad de Harvard, estadounidense de Carolina del Sur con dominio de idiomas tan distintos como el español, el japonés, el jemer o el chino. Sus conocimientos lingüísticos fueron la llave para descifrar el «lenguaje del partido» de los funcionarios comunistas chinos en el proyecto secreto encargado por el senador republicano Richard Burr para develar el misterio de los orígenes de pandemia.
El lenguaje del Partido
Reid, durante su carrera profesional, alcanzó tal fluidez en chino que lo situaría en la élite de los especialistas en la región para la Rand Corporation y como oficial político en el Este de Asia para el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Estas experiencias le permitieron comprender y dominar el opaco «lenguaje del partido» utilizado por el Partido Comunista chino.
Este discurso, tan enigmático que incluso un nativo del mandarín es muy difícil de descifrar porque encierra un código complejo, lleno de insinuaciones y sutilezas, especialmente cuando se aborda temas sensibles o crisis.
La cueva de Batman en el Senado
El momento decisivo llegó cuando Reid fue reclutado para formar parte de un equipo de investigación encargado de desentrañar los orígenes del Covid-19. Bajo la dirección del senador Richard Burr y en colaboración con un grupo de nueve investigadores, Reid aplicó sus conocimientos para acceder a documentos codificados del Instituto de Virología de Wuhan (WIV) mediante una red privada virtual (VPN). Estos despachos, archivados en el sitio web del WIV, revelaban un universo de reportes de las sucursales del partido operativas dentro del laboratorio.
En lo que se denominó la «Cueva de Batman», el equipo del Senado examinó miles de páginas de informes que, a primera vista, parecían rutinarios pero que, al analizarlos detenidamente, ofrecían destellos de una realidad oculta: tensiones internas, presión por alcanzar objetivos científicos y denuncias veladas de condiciones de trabajo inhumanas.
Los documentos de noviembre de 2019, en particular, sugieren la posibilidad de una brecha de bioseguridad en el laboratorio BSL-4 del WIV, ubicado en el campus Zhengdian, uno de los dos centros del instituto. Esta instalación de máxima seguridad, a pesar de sus rigurosos protocolos, se enfrentaba a serios problemas de recursos y de experiencia operativa.
La agenda oculta del WIV
El WIV, financiado y administrado por el Estado chino, funciona en estrecha consonancia con los objetivos políticos del Partido Comunista. Las 16 sucursales del partido instaladas en el instituto no solo vigilan el avance de la investigación, sino que también sirven para garantizar que cada paso esté alineado con la narrativa oficial. Los despachos de estas sucursales, en tono casi ritual, contienen reportes sobre logros y dificultades del equipo, en los que se revela la constante presión por demostrar la capacidad de China para liderar en el campo científico.
Sin embargo, las palabras de estos documentos ofrecen más que simples resúmenes. Reid descubrió que, a medida que avanzaba el otoño de 2019, los reportes tomaron un tinte oscuro: referencias a condiciones de trabajo extremas, falta de recursos y, de manera inquietante, un aparente reconocimiento indirecto de fallas en la seguridad biológica. Estas pistas fueron fundamentales para que los investigadores formularan la conclusión provisional de que un accidente de laboratorio era el origen del Covid-19.
El informe del Senado subraya, además, la rapidez sospechosa con que algunos equipos militares chinos alcanzaron hitos en el desarrollo de la vacuna contra la COVID-19. Los datos sugieren que los equipos pudieron haber tenido acceso a la secuencia genómica del virus a principios de noviembre de 2019, lo que intensifica la certeza sobre una fuga accidental de laboratorio y la falta de transparencia por parte de las autoridades chinas.
La respuesta oficial
Frente a estas revelaciones, un portavoz de la embajada china en Estados Unidos, Liu Pengyu, desestimó las acusaciones calificándolas de manipulaciones políticas. Según él, un equipo internacional de la Organización Mundial de la Salud había concluido que la fuga de laboratorio era «extremadamente improbable». Aun así, la investigación liderada por Reid señaló la necesidad de una mayor transparencia y de respuestas contundentes por parte de Beijing.
Esta falta de claridad ha generado tensiones a nivel internacional, impulsando a políticos y expertos a pedir una revisión minuciosa de los protocolos de seguridad en instalaciones de investigación de patógenos de alta peligrosidad. La revelación de estos documentos, meticulosamente analizados por Reid, no solo arroja luz sobre los posibles errores en la gestión del WIV, sino que también cuestiona la narrativa oficial que ha dominado la explicación sobre los orígenes de la pandemia.