Shangay, el espacio en que no estás

03 de Abril de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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En unos días se cumplirá un año. Shangay nos dejó el once de abril.Cuando alguien se marcha pueden pasar muchas cosas. Obvio. Siempre habrá quien nos llore. Y siempre quedará un vacío imposible de llenar para algunos. El que ha dejado Shangay se nota, y creo que puedo decir que no solamente se nota para quienes era alguien cercano (un amigo, un camarada, un cómplice); su vacío es palpable. No están sus ideas, sus comentarios, sus críticas, sus toques mordaces al respecto de todo lo que está sucediendo. Y se echa en falta, desde mi punto de vista, por dos razones: una, porque era una persona interesante, de la que siempre aprendías algo. Su manera de enlazar pensamientos, su forma de analizar y, sobre todo, no olvidarse absolutamente de ningún detalle, eran razones para disfrutar escuchándole o leyéndole. Era divertido, porque tenía una manera de contar las cosas, de explicarlas, de morder, que a mi me maravillaba. Le quitaba hierro al asunto en cuestión, al mismo tiempo que daba "hostias como panes". Me atrajo siempre esa mezcla explosiva: su manera de llamar la atención simplemente con su presencia, para conseguir que, al conocerle, lo que menos te deslumbrase fuera su imagen; bajo los turbantes de colores había una cabeza llena de ideas. Un coco en permanente análisis. Un archivo, un registro.La otra, porque precisamente en estos momentos, Shangay es necesario. Con todo lo que está pasando, el espacio en que no está -como diría la canción- me genera desolación.Dejamos en el tintero horas de charlas. De conspiración. Contraconspiración. De risas. De intercambiar tantísimas experiencias. Unir alguna que otra pieza de algún que otro puzzle. De lágrimas. De indignación. De poner a parir a más de uno. Y de una. Descubrir, que eso nos gustaba mucho, dónde está la trampa; lo que se esconde por detrás.De Shangay me gustaban muchas cosas, precisamente las que más asustaban (expresividad, exuberancia, provocación). Pero sobre todo, lo que me hizo tener el honor de "bombonear" con él, fue su honestidad. Nuestra amistad fue corta. Pero fue. Y desde mi más sincero egoísmo, la rabia de que no hubiera podido ser más. Porque nos quedó mucho, muchísimo por compartir. Muchos trajes que hacer. Mucha tela que cortar.Me dejó un regalo. Aún lo tengo que abrir. Solamente alguien con su capacidad de dar amor podría dejarme por descubrir a una bonita persona.Nos dejó dos libros. Obra digna de alguien valiente, honesto y con la misión de cambiar este mundo a golpe de principios y autenticidad. "Adiós Chueca" (Akal), una obra de denuncia de alguien valiente, honesto contra la derechizacion y mercantilización de la "Marca Gay" por un grupo de empresarios, conocidos como la Mafia Rosa; y un libro de poesía, "Plasma Virago" (Huerga y Fierro) su libro más combativo. Aquí mi invitación a que sean leídos y compartidos.Este mes queremos rendirle un homenaje desde Diario 16. Invitamos así a nuestros lectores a conocer a Shangay a través de los ojos de quienes tuvimos la tremenda suerte de contar con su cariño.
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