Blindar el sistema sanitario público

17 de Mayo de 2020
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foto sanidad pública

La pandemia que sufrimosnos ha hecho caer en la cuenta de que una sociedad, al igual que una familia,tiene una serie de gastos comunes a los que no puede renunciar si es que esafamilia o esa sociedad merecen la pena. Garantizar el derecho a la salud, comoa la educación o a la justicia, hace mejor a la sociedad. La crisis que comenzóhace tan poco tiempo nos ha mostrado cuán precario era el entramado social quenos sostenía y cuán relacionados están todos aquellos compartimentos quecreíamos estancos: economía, salud, educación, derechos sociales… De ahí el peligrode tomar decisiones parciales para encarar el futuro que se nos avecina.

Se oyen voces desde elparlamento que abogan por garantizar la sanidad pública en la Constitución paraque goce de la dotación económica suficiente. Por mi parte hay poco que objetaren cuanto a idea, en cuanto a deseo sincero. Y más todavía cuando se ha vistosu falta de recursos materiales para afrontar una tragedia como la que vivimos,consecuencia de su progresiva debilitación a lo largo de estos años, al dotarlade menos presupuesto y, sobre todo, al implantar políticas contrarias agarantizar el derecho, unas políticas basadas en menos personal, abaratamientode costes en la mercadería y externalización de servicios que, en el caso de lasalud, van contra esta y contra su presupuesto. Así de absurdo ha sido todo,con el coste añadido de vidas humanas que en estos días alcanza cifrastrágicas.

Para mantener el sistema sanitario público sin riesgo de que se tambalee son necesarias muchas actuaciones.

Primero de todo,pecaríamos de ingenuos e irresponsables al pensar en políticas públicas desalud sin hacerlo antes en actuaciones medioambientales que luchen contra elcambio climático. No hacerlo solo supondría posponer la llegada de otra crisissanitaria de consecuencias incluso más graves que la actual. Porque si esto eslo que nos hemos encontrado al inicio del proceso de calentamiento global,cuando todavía hay muchas personas y muchos dirigentes políticos que se niegana reconocerlo, imagínense lo que vendrá en poco tiempo si no aprendemos lalección que trata de enseñarnos un planeta que ha comenzado a cabrearse.

Volver a presenciar cómolos profesionales de la salud han luchado en primera línea de combate sinmedios mínimos de protección, que hayan sufrido la bochornosa tasa de contagioque han padecido y la lamentable falta de medios humanos y materiales, solopaliados por la profesionalidad y compromiso personal de los trabajadores y porla patriótica solidaridad de personas y empresas que se han volcado en suplirlas carencias del sistema, es algo que no debería volver a repetirse.

Pero, más allá depolíticas de choque en el hospital, esenciales y necesarias, tenemos que volvera pensar la atención primaria de este país, auténtico sostén del sistemasanitario. La falta de medios, la infrautilización de los profesionales,enfangados en actividades de gestión alejadas de la necesaria función sanitariay la ausencia de participación activa de otros profesionales, tan necesarios enun momento como el actual, en el que la cronicidad de las enfermedades hatraído una complejidad al abordaje de la enfermedad que hace imprescindible lamultidisciplinariedad. La atención primaria no puede sostenerse por más tiempobasada en el triángulo enfermería, medicina, medicamentos, por muy gratuita queesta sea, porque la ausencia de un abordaje racional en torno a las necesidadesde las personas condena a estas a un confinamiento farmacológico, ya que es el medicamentomás veces de las deseables el único recurso a disposición de ellas.

A día de hoy se necesitanprofesionales de la medicina y de la enfermería que se dediquen a sanar y acuidar, en lugar de a cumplir objetivos impuestos por gerentes alejados de lasnecesidades de las personas. Pero también se precisan farmacéuticos implicadosen disminuir la morbi- mortalidad asociada a medicamentos, consecuencia de quesolo 4 de cada 10 medicamentos funcionen correctamente en quien los usa, y dela medicalización que sufren muchas personas ante la ausencia de otros recursosterapéuticos, como los que también podrían aportar psicólogos, nutricionistas ofisioterapeutas, por citar a algunos de los profesionales. Ese 60% de metasfallidas con los medicamentos supone, además, sufrimiento humano y doblar losgastos de la atención sanitaria, al tenerse que repetir procesos, utilizarrecursos terapéuticos más caros o provocar ingresos hospitalarios que deberíanhaberse evitado. Sí, un sistema sanitario público no es solo aquel que sefinancia a través de los impuestos, sino el que sana y enfosca sus salideroscon la ayuda de profesionales especializados. Un sistema que cuida a laspersonas y no las engaña con una factura aparentemente gratis, pero muy cara encostes humanos y en los presupuestos.

Una atención primariacentrada en las personas necesita también de personas que la atiendan. Locontrario sería poco más que un lema, más que vacío de contenido, contenido devacío. Una atención primaria multidisciplinar y bien dotada, evitaría sin dudala saturación de los servicios hospitalarios que, en lugar de dedicarse apaliar los fallos de la atención primaria, podría dedicarse a lo que debe, a lograve y a lo urgente.

Blindar el sistemapúblico de salud no debería ser un nuevo canto al sol. Para eso ya están losvecinos del barrio de Salamanca. Si de verdad queremos hacerlo, resultaimperativo reflexionar acerca de lo que supone y poner los medios necesariospara hacerlo realidad. Lo contrario sería poner un nuevo parche. Y, ahora quele hemos visto las costuras al sistema, podemos tener la certeza de que no haypegamento suficiente para que resista un nuevo embate por venir. Avisadosestamos.

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