El Caso Magundayao, cuyos detalles vamos publicando en exclusiva en Diario16+, tiene unas ramificaciones tremebundas, incluso crueles. ¿Puede una vida cambiar por jugar con el móvil? En este asunto, sí. Gina Cabasang estaba viendo videos de manera aleatoria en su móvil cuando fue acusada falsamente por su vecina, Regina Magundayao Valdez, de suplantar su identidad y tomar fotos de sus hijos. Entonces empezó la pesadilla de las falsas acusaciones.
Por tres veces consecutivas fue convocada a la oficina del Barangay Captain (capitán de barrio), una especie de regidor de distrito, pero con funciones judiciales. En estas sesiones fue presionada para admitir cosas que no había hecho. Regina Magundayao Valdez, la madre que presuntamente ha sustraído ilegalmente a sus hijos españoles llevándoselos a Filipinas, le gritó y la insultó, humillándola públicamente sin ninguna prueba. Todo un modelo de acoso que ignora los derechos fundamentales de las personas, como la presunción de inocencia. Cuesta de entender cómo la policía filipina emite avisos sobre el derecho de la intimidad en las comunicaciones y, por otra parte, en pequeñas poblaciones como Santor la mujer fue sometida a un trato tan vejatorio e injusto por parte de Regina Magundayao Valdez.
No encontraron ninguna prueba porque, simplemente, Gina miraba videos mientras esperaba a su marido, que debe trabajar de sol a sol para mantener a la hija de ambos. Su vecina, en cambio, estaba empeñada en sostener que estaba grabando su casa. Regina M. Valdez, finalmente, cuando todo estaba claro, se disculpó con un breve “lo siento”, pero el daño estaba hecho: Gina había perdido todos sus ahorros. Sufrió un ataque de pánico y al día siguiente se fue del pueblo. No podía vivir allí ni un día más.
El sueño frustrado de trabajar en el extranjero
Al igual que muchas familias filipinas, movidas por la desesperación, Gina había invertido todos sus ahorros en una agencia de colocación en el extranjero. Al tener las citaciones seguidas, en la oficina del Barangay Captain, no pudo acudir a la empresa contratante en Manila. La consecuencia fue que perdió su plaza de trabajo y, encima, se generó una deuda con la agencia de colocación de 30.000 pesos.
Gina abandonó llorando su pueblo, Santor, para ir a Manila y encontrar trabajo como fuera. Pensó que nunca volvería a ver su hija y su marido o, al menos, en mucho tiempo. Una vez en Manila, las cosas fueron a peor y, en vez de rehacer su situación, Gina fue generando deudas hasta que se sintió atrapada en una espiral de obligaciones de la que no podía salir.
Lo que agravaba la situación de Gina es que, encima, su marido trabajaba todo el día para Regina Magundayo Valdez, quien le pagaba unos 5 euros por una dedicación completa diaria: conducir, llevar trabajadores, cosechar, trasportar carga… todo en uno por un sueldo de subsistencia de 12 horas. Es la realidad de muchas familias de Santor, donde se echa de menos un plan de desarrollo local que libere a los pequeños propietarios de unas relaciones que rozan el vasallaje.
Los vecinos, al rescate
La suerte de Gina cambió porque varios vecinos advirtieron a la familia española de los niños sustraídos, Gerard y Laia. Les avisaron del daño que estaba causando Regina Magundayao Valdez a algunas personas del barrio. La familia española de los niños, que llevan ya 10 meses fuera de casa, retenidos en Santor por su madre, contactó con Gina y se disculpó por todo el dolor causado.
Laura Rodríguez Caro, portavoz de la familia, señala a Diario16+ que han ayudado a esta mujer y van a hacer lo mismo con cualquiera a quien Regina haya perjudicado. “Siempre nos había dicho que hacía negocios allí (con el dinero y en representación de su marido) pero, ahora que conocemos la verdad, estamos aterrorizados”. Rodríguez Caro es economista y, como tal, explica que una cosa es hacer inversiones en una zona para contribuir a su desarrollo y otra, muy diferente, crear un sistema de préstamos usurarios que llevan las familias a la bancarrota. Una vez arruinadas, las familias tienen que aceptar lazos de servidumbre abusiva, como le sucedió a la de la familia de Gina. Por fortuna, gracias a la ayuda recibida, ahora son libres.