La imposición de políticas calificadas como feministas pero que, en realidad, enmascaran teorías absolutamente misóginas que borran del mapa a las mujeres, ha provocado que la tendencia de aceptación de las políticas de igualdad se haya transformado en rechazo por parte de un porcentaje cada vez más grande de la población.
La consecuencia más cruel de esta tendencia es el relajamiento de las medidas adoptadas para acabar con la violencia contra las mujeres. Los políticos son una clase que se mueve en base a sus intereses particulares y, por tanto, cuando algo se convierte en impopular dejan de darle importancia.
Sin embargo, las cifras son escandalosas y demuestran que la llegada a los centros de poder o a los parlamentos de opciones políticas negacionistas de la violencia contra la mujer, normalmente de extrema derecha, está generando un incremento de esos actos violentos porque los agresores se sienten legitimados.
Según las cifras que maneja ONU Mujeres, 736 millones de mujeres, es decir, cerca de un tercio de la población femenina mundial, han sido víctimas de violencia física o sexual, tanto dentro como fuera de una relación sentimental.
Estos datos pueden ser más preocupantes, dado que no se incluye ningún tipo de acoso sexual. La violencia que sufren las mujeres, además, genera consecuencias para la salud más allá de lo físico: depresión, ansiedad, embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual son más altas entre las mujeres víctimas de violencia. En muchos casos, los trastornos se vuelven crónicos.
Es cierto que el mayor porcentaje de los actos de violencia se producen en la pareja, ya sean maridos, novios o exparejas. En concreto, son más de 640 millones de mujeres mayores de 15 años las que, en algún momento de su vida, han sido objeto de situaciones de violencia por parte de sus compañeros sentimentales.
Todo eso sin contar con los actos de terrorismo machista que, cada año, asesinan a más de 50.000 mujeres. Estos datos, evidentemente, se quedan muy cortos, dado que hay muchos países que no facilitan este tipo de cifras.
Los negacionistas de la violencia contra las mujeres afirman que no se tiene la misma consideración con los hombres que son asesinados por sus esposas o novias. Las cifras son contundentes. Un 55% de los asesinatos de mujeres son perpetrados por sus parejas masculinas. Sólo el 12% de los hombres asesinados son por sus esposas o compañeras sentimentales.
Las mujeres que padecen múltiples formas de discriminación enfrentan mayor riesgo de violencia y son más vulnerables a sus consecuencias. Las adolescentes corren un mayor riesgo de sufrir violencia de pareja que las mujeres adultas. Cuando llegan a los 19 años, más de un 25% de las que han estado en una relación ya han sufrido abuso físico, sexual o psicológico por parte de su pareja.
Por otro lado, las mujeres con discapacidad presentan una tasa más alta de todas las formas de violencia de pareja. El estudio «The prevalence of intimate partner violence against women with disabilities», publicado en la National Library of Medicine, confirmó que existe un fuerte vínculo entre la discapacidad y un mayor riesgo de violencia. Por otro lado, el estudio de la doctora Pilar Rodríguez Martínez, de la Universidad de Almería, revela que las mujeres con discapacidades se enfrentan a mayores riesgos de sufrir violencia y que el riesgo es aún mayor en el caso de las mujeres con discapacidades con bajos ingresos.
Por otro lado, se encuentra la violencia sexual fuera de la pareja. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 6% de las mujeres declaran haber sido víctimas de violencia sexual por parte de alguien que no es su esposo ni su pareja. La incidencia real de este tipo de violencia sexual es mucho mayor, teniendo en cuenta el estigma asociado a esta forma de violencia y que muchas víctimas no denuncian.
En el caso de las adolescentes, las cifras son espeluznantes. Según UNICEF, 15 millones de mujeres de 15 a 19 años han experimentado relaciones sexuales forzadas. En la inmensa mayoría de los países, las adolescentes son el grupo con mayor riesgo de verse forzadas a mantener relaciones sexuales por parte de su esposo, pareja o novio actual o anterior. De acuerdo con los datos disponibles de 30 países, tan solo un 1 por ciento de ellas han pedido alguna vez ayuda profesional o han denunciado.
Por otra parte, la mutilación genital femenina sigue siendo una práctica profundamente arraigada que afecta a millones de mujeres y niñas en todo el mundo. A pesar de los esfuerzos mundiales por eliminarla, esta práctica violenta sigue planteando graves riesgos para la salud, viola derechos humanos fundamentales y perpetúa la desigualdad de género, en particular en algunas partes de África y Oriente Medio.