El día de los transistores que aplacó el caos y frenó a los conspiranoicos

El apagón histórico vivido en la Penísula Ibérica pone a prueba de nuevo la madurez de la ciudadanía, que, salvo dejar algún estante desabastecido del papel higiénico de rigor, no tuvo conspiranoia que echarse al coleto

29 de Abril de 2025
Actualizado el 30 de abril
Guardar
El día de los transistores que aplacó el caos y frenó a los conspiranoicos

No hay un solo ciudadano de esta piel de toro que algunos llaman con nostalgia Iberia, como el hoy aclamado David Uclés o el añorado José Saramago, que no haya soñado alguna vez con parar, detenerse en seco, frenar su inercia diaria y saltar al vacío, un vacío metafórico, ese lugar desconocido al que encaminarse para respirar hondo y sentir la felicidad, ese lugar transitorio y efímero, por cada uno de sus poros. Este 28 de abril de 2025 es un nuevo día histórico que sumar a otros muchos en la historia reciente de este país que sabe salir airoso como pocos de los entuertos del destino.

Al caos predecible de comunicaciones, transportes y distribución de mercancías, se ha sumado el desconcierto de colegios, organismos oficiales y otras entidades fundamentales para el normal funcionamiento de cualquier país. Con este caldo de cultivo, no era aventurado predecir que los conspiranoicos de turno, aquellos que hacen caja con el mal ajeno e incluso propio, esos individuos desalmados que buscan los tres pies al gato llueva, truene o ventee, iban a asomar su linda cabecita en cuanto la ocasión lo mereciera. Y el ambiente estaba siendo plenamente propicio para sus malas artes.

Pero no contaron con que todo, todo, todo dejó de funcionar. No hay electricidad, no hay vida, o casi. Ni redes sociales, ni televisión, ni internet… Nada de nada, excepto un pequeño aparatito indestructible a pilas llamado transistor. No hemos sido conscientes hasta las 12,35 de este lunes fatídico de la importancia de la energía eléctrica, esa que domina nuestras vidas desde que nos despertamos hasta que nos dormimos con la caja tonta encendida.

Ni siquiera a Miguel Bosé, Vito Quiles y sus amigos de la caverna les ha dado tiempo a asimilar lo sucedido para montar realidades paralelas con las que llenar de pajaritos de colores las cabezas de los predispuestos a sus cánticos

Este lunes histórico hemos comprobado que, a través de la radio de toda la vida, hemos podido tomar conciencia del apagón global que ha dejado esta Península Ibérica a cero, como se denomina en el argot técnico. Nadie podía explicarlo, ni siquiera el presidente del Gobierno en sus comparecencias ni los técnicos más sesudos de Red Eléctrica.

Lo dicho, se presentaba el terreno propicio para mil y una teorías de la conspiración. A más de uno se le vino a la mente de pronto aquel kit de supervivencia que empezaron a recomendar desde la Unión Europea cuando decidieron de manera unidireccional e inopinable que la vieja Europa debía armarse como nunca hasta los dientes por temor a cualquier amenaza externa, llámese Putin principalmente. Otros, en cambio, dejaron que los profesionales serios de medios solventes informaran al minuto a través de las ondas hertzianas sobre todo lo que estaba sucediendo.

Ese momento en el que el ciudadano medio de este país echó mano de las pilas y de su transistor olvidado en un cajón fue decisivo para templar ánimos, ahuyentar augurios indeseables y sobre todo poder evitar tener que oír declaraciones de los conspiranoicos de rigor, que ahí siguen, nunca descansan, no les quepa duda, esperando su oportunidad con la energía eléctrica ya felizmente restablecida casi de forma total menos de 24 horas después del apagón total. Ni siquiera a Miguel Bosé, Vito Quiles y sus amigos de la caverna les ha dado tiempo a asimilar lo sucedido para montar realidades paralelas con las que llenar de pajaritos de colores las cabezas de los predispuestos a sus cánticos.

Mientras tanto, las terrazas  de los bares y parques públicos se llenaron de gente que hizo un inesperado alto en el camino con botellines de cerveza a medio enfriar y bolsas de patatas fritas. La felicidad puede ser eso y no queremos ver más que la luz.

Lo + leído