El caso Corinna agita las más disparatadas teorías de la conspiración contra el rey emérito

07 de Octubre de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Juan Carlos Dominicano

Pilar Urbano cree que hay una mano negra trabajando en la sombra para destruir la monarquía en España. Un gran complot en el que estarían involucradas algunas grandes potencias extranjeras, servicios secretos, Soros, Putin y el “eje anglosajón”. Una historia de espías y diplomáticos digna de un novelón de John  le Carré. Urbano pasa por ser la periodista mejor informada sobre asuntos de la Casa Real. Ahí están sus buenos ensayos, como La Reina muy de cerca, El precio del trono (sobre Juan Carlos I) o La gran desmemoria (sobre la turbulenta relación entre Adolfo Suárez y el emérito), todos ellos retazos imprescindibles para comprender la historia reciente de España.

La tesis de Urbano es que el caso Corinna debe haber sido orquestado por algún oscuro poder internacional interesado no solo en perjudicar al viejo monarca abdicado sino sobre todo a Felipe VI, a España y en última instancia a la Unión Europa. La escritora entiende que puede haber un plan premeditado en marcha que pasaría primero por destruir nuestro país para después provocar una gran crisis o desestabilización en el viejo continente, seriamente tocado tras el Brexit. En esa conspiración andarían siniestros personajes como el multimillonario George Soros, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, e incluso una turbia alianza anglosajona, se supone que formada por Donald Trump y Boris Johnson, aunque eso no lo dice abiertamente. “Los hechos recientes destapados por el diario británico The Telegraph, en relación con la fortuna de Juan Carlos y que salpican a Felipe VI, puede que le convenga a alguien. Casi siempre es en los periódicos donde se destapan las cosas, pero en este caso sólo es el correveidile. Detrás de un periódico hay un empresario y detrás un paganini”, ha asegurado la escritora recientemente.

Pero vayamos por partes. En lo que respecta al magnate e inversor financiero George Soros, estamos hablando en efecto de alguien bajo sospecha de operaciones cuanto menos dudosas. No en vano se le considera el hombre que supuestamente provocó la quiebra del Banco de Inglaterra en 1992 durante el conocido como “miércoles negro”. Se dice que en aquella operación el empresario logró amasar una fortuna de unos 1.000 millones de dólares​ y que ocasionó pérdidas al Estado británico por valor de unos 3.400 millones de libras. Sin duda, Soros es una de las personas más ricas del planeta y su fortuna se estima en 24.200 millones de dólares, según la revista Forbes (muy por encima de los 2.000 millones que la prestigiosa publicación adjudica a Juan Carlos I). Claro está que tras las últimas revelaciones de Corinna Larsen estos datos se antojan desactualizados. En su entrevista de esta semana con OK Diario, la examante del rey deja un párrafo inquietante: “El New York Times estima su fortuna total en 2.300 millones de dólares. Forbes la ha estimado en torno a 1.200 millones de euros. Estoy segura de que son publicaciones bastante serias y que basan sus estimaciones en investigaciones bastante exhaustivas, así que no soy quién para contradecirlas”.

Ahora bien, ¿qué interés puede tener Soros en derrocar la monarquía española? Desde algún tiempo la derecha y también la extrema derecha han elegido a este personaje como el gran demonio rojo, el espantajo perfecto al que atribuir todas las confabulaciones antiespañolas. Y todo porque entre 1979 y 2011 Soros ha donado más de 8.000 millones de dólares a causas benéficas y filantrópicas relacionadas con la educación, la salud pública y los derechos humanos. Por supuesto, también juega en su contra que sepa esperanto −algo que ya de por sí tiene su morbo y le da un toque masónico−, así como que su familia, de origen judío, fue perseguida por la Alemania nazi (ya se sabe que los negacionistas conspiranoicos no se creen el holocausto). Evidentemente, es un magnate de los negocios al que le acompaña la leyenda negra de filocomunista, pero solo pensar que pueda tener en su casa el busto del abuelo Lenin mueve a la carcajada. El caso es que, pese a que Soros reúne todas las papeletas para convertirse en carne de conspiración, hasta la fecha no se le ha podido probar nada, tampoco ningún interés especial o animadversión especial contra España (más allá de que tenga abiertas unas cuantas empresas en Cataluña y se le relacione, también sin pruebas, con el movimiento indepe). En resumen, no le debe interesar demasiado el rey Juan Carlos ni la más aburrida existencia de la Familia Real en Zarzuela. Aunque en esta vida nunca se sabe.

El siguiente nombre en la lista de enemigos de la patria y del rey es Putin. Toda la conexión probada entre el exjefe del KGB y el emérito es que compartieron algunas cacerías de osos en las que supuestamente se habló de negocios, de empresas españolas, del petróleo y del gas ruso. Jamás trascendió nada concreto sobre aquellas monterías en Siberia pero una vez más el episodio da para un material novelesco nada despreciable. La línea de investigación que habla sobre la participación de hackers rusos en los ataques a los sistemas informáticos del Estado español durante el “procés” es solo eso, una línea de investigación por cerrar. En cualquier caso no se puede concluir que Putin esté detrás del intento de derrocamiento de la monarquía española porque nada ganaría con ello. Los tiempos de las revoluciones bolcheviques contra la nobleza zarista ya pasaron y además la mafia rusa está cómodamente asentada en la Costa del Sol, de modo que ¿para qué iba a querer Putin acabar con los borbones?

Por último nos queda la cuestión yanqui. De Donald Trump se puede esperar casi cualquier cosa (más si se alía con otro gamberro como Boris Johnson) pero cabe dudar que sepa ni siquiera dónde está España (quizá allá por México, como creen todos los norteamericanos). El magnate neoyorquino pasa por ser un autárquico, un aislacionista, un rico paleto de la América profunda más preocupado por sus rodeos, su ganado y sus pozos petrolíferos que por la política internacional. Cuesta trabajo imaginarlo reunido con los generalotes del Pentágono, con los burócratas de la CIA y con Steve Bannon en el Despacho Oval para tratar sobre la misión de caza a Juan Carlos I. Además, Bannon es amigo de Vox y ya se sabe que Santi Abascal es monárquico de toda la vida. Así que por ahí otra conspiración descartada.

Pilar Urbano es una magnífica periodista, qué duda cabe, y una gran escritora que ha profundizado como nadie en el género histórico contemporáneo. El problema es que a veces la calenturienta imaginación juega malas pasadas al autor y en este caso lo que se ve quizá sea lo que parece. Y lo que parece es que había un rey juerguista y aventurero que dormía en demasiadas camas y que dejó demasiados cadáveres en el armario del amor.  

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