Nadie parece querer escuchar a las trabajadoras sexuales. Todos hablan sobre ellas —en tertulias, en platós de televisión, en pasillos parlamentarios— pero muy pocos se atreven a darles la palabra. Por eso, desde este, mi humilde espacio, he querido sentar a quienes fundan y forman la Asociación Stop Abolición (de la prostitución) y preguntarles directamente: ¿qué tienen que decir quienes viven —con dignidad pese a las adversidades— de su propio trabajo como prostitutas?
La entrevista, disponible en Bea Talegón TV, pone voz a un colectivo prácticamente invisible en el debate público y enfrentado a una doble marginación: la social y la política.
Stop Abolición nace precisamente para contrarrestar el discurso dominante que prefiere abolir la prostitución sin contar con las verdaderas protagonistas. Ellas denuncian que las grandes decisiones sobre su futuro se toman en despachos donde jamás han sido invitadas y defienden la necesidad de trabajar desde la libertad, la seguridad y el reconocimiento de derechos laborales y humanos.
Durante la charla, desgranamos temas vitales que suelen ser orillados por el ruido y los prejuicios: la criminalización del cliente y las consecuencias inmediatas para las propias trabajadoras; la hipocresía social que tolera la prostitución mientras margina a quienes la ejercen; el peligro de dejar a estas mujeres en una clandestinidad aún mayor,privándolas de protección y aumentando su vulnerabilidad ante la trata y la explotación.
Ellas sostienen: abolir la prostitución no es sinónimo de acabar con la trata, sino de empujar a miles de mujeres a la invisibilidad y la precariedad.
En la entrevista abordamos también la cuestión del estigma: cómo pesa en la vida cotidiana, en el acceso a una vivienda o a servicios públicos básicos, y hasta en la autoestima. “No necesitamos salvadoras ni discursos maternales, sino derechos, autonomía y respeto”, insisten.
Este espacio de diálogo no es solo una ventana para escuchar relatos humanos y conocer la complejidad de esta realidad, sino también una invitación a la sociedad: dejemos de hablar “de” y empecemos a hablar “con” las trabajadoras sexuales.
Ellas reclaman participar en la regulación de un trabajo que existe y seguirá existiendo, nos guste o no, y proponen una reflexión sobre el modelo abolicionista: ¿a quién protege realmente? ¿Qué intereses esconde?
En tiempos de sobreinformación y consignas fáciles, escuchar a quienes suelen ser silenciadas aporta una dosis urgente de realidad y dignidad al debate.
La conversación con Stop Abolición es un recordatorio de que, antes de legislar sobre la vida de los demás, debemos mirar a los ojos, preguntar y —sobre todo— escuchar.