Manuel Moyano, autor de obras como El amigo de Kafka y La coartada del diablo, nos presenta su visión más irreverente del Apocalipsis en El mundo acabará en viernes. En esta entrevista, el escritor reflexiona sobre la muerte, la ironía como herramienta literaria, y el papel de Dios y el diablo como personajes narrativos. Con su estilo afilado y su mirada lúcida, Moyano desmonta solemnidades y nos invita a pensar el fin del mundo con una sonrisa torcida y una buena dosis de literatura fantástica.
Tu libro se presenta como una lectura “gamberra” del Apocalipsis. ¿Qué te llevó a abordar un tema tan solemne desde una perspectiva irreverente?
Creo que hay que tener la capacidad de ser irreverente con todo, especialmente con la muerte y con la futilidad de nuestra existencia, así como con los distintos medios con los que tratamos de sobrellevar tan terribles certezas. Cioran nos ha hecho reír escribiendo sobre tales asuntos. Hay que despojar de solemnidad todas las cosas que nos atañen, incluso el hecho (más que probable) de que la humanidad desaparecerá por completo algún día, no importa si dentro de diez años o dentro de un millón de siglos, y que tan sólo dejará un vago eco en el inmenso vacío del universo.
¿Cómo surgió el título El mundo acabará en viernes? ¿Tiene alguna carga simbólica o simplemente te pareció provocador?
Si mal no recuerdo, lo primero que tuve de este libro fue el título, junto a la idea de que narraría en él el fin del mundo. En realidad, el título que tenía anotado era “El mundo acabará en jueves” (el jueves me parecía un día más anodino), pero determinados hechos que acontecen en la novela me llevaron a prorrogar el final un día y hacer terminar el mundo en viernes, lo que añade nuevas significaciones, ya que el viernes es precisamente cuando termina la semana laboral para mucha gente. O sea: ¡menuda putada! El título es, por supuesto, una especie de oxímoron: a la aparatosidad del sintagma inicial, “el mundo acabará”, se opone algo totalmente prosaico, “en jueves”.
¿Qué papel juegan “Dios o el diablo” en la novela? ¿Son personajes literales, metáforas, o fuerzas que se manifiestan de forma inesperada?
En este caso, son literales. La novela está libremente basada en el Apocalipsis con el que concluye la Biblia, libro que en su totalidad Borges adscribía al género de la literatura fantástica. Dios y el diablo son personajes del Apocalipsis y, por tanto, están aquí. Sólo que de una forma distinta, claro está. Nada nos impide imaginároslos como nos venga en gana.
¿Crees que el humor puede ser una herramienta eficaz para explorar el fin del mundo? ¿Qué tipo de lector esperas que se sienta atraído por esta obra?
El humor tiene siempre un efecto sanador sobre la mente y sobre los temores que la atenazan, o así lo veo yo. Sin embargo, hablo de un humor con sordina: tal vez sería mejor utilizar la palabra ironía. No quisiera limitar la novela al aspecto humorístico, porque en ella se habla de muchas cosas (o de todo): del amor, de la vanidad, del dolor, del miedo. Particularmente, creo que la obra puede resultar atractiva a cualquier tipo de lectores, salvo a aquellos que tienen facilidad en encontrar motivos con los que ofenderse.
¿Cómo se relaciona este libro con tus anteriores publicaciones? ¿Es una ruptura estilística o una evolución natural en tu trayectoria como escritor?
No me gusta repetirme, coger un esquema y emplearlo una y otra vez (aunque a lo mejor lo he hecho en alguna ocasión). Sencillamente, me aburre. Lo que me gusta es experimentar, ensayar nuevos caminos, averiguar qué soy capaz de hacer. Si cantara flamenco, probaría con todos los palos. En algunos aspectos, esta novela puede parecer distinta a otros libros anteriores. En otros, es evidente que (para lo bueno y para lo malo) siempre está mi mano detrás, y eso quiere decir que aparecerán obsesiones y juicios que seguramente ya habré expresado antes, aunque quizá ahora lo haga de una manera ligeramente distinta.