Manuel Moyano vuelve a sorprendernos con un nuevo libro de relatos. El escritor afincado en Murcia desde hace ya muchos años, nos lleva a través de las páginas de esta obra a una suerte de historias que impedirán al lector el poder levantar los ojos de su lectura. Es tanto el poder narrativo del autor que les va a costar trabajo dejar a medias cualquiera de los diversos relatos que componen el libro, les hablo desde mi propia experiencia. Así, que les voy a dejar un buen consejo antes que se pongan a leerlo, pues de seguro que les atrapara con un poder hipnótico terrible, todo lo necesario de ese día, y que tengan por hacer, déjenlo hecho antes de comenzar siquiera con la primera hoja, el que avisa no es traidor.
Francisco: Antes de nada felicitarle por su obra, la verdad es que aparte de esa manera tan suya de escribir, me han dejado fascinado sus grandes conocimientos literarios, veo en este libro influencias de otros grandes narradores que no voy a nombrar aquí. Lo que sí me ha llamado la atención, en concreto en dos de sus relatos, es la manera que toca el tema de la traición sobre aquel que profesa confianza. ¿Por qué la versión de alguien que rompe con los vínculos que le ata a la confianza con el amigo o la sociedad? A la hora de narrar ¿qué tiene de atractivo un personaje que representa el mayor pecado social?
Manuel: No me había dado cuenta de que la traición subyaciera en varios relatos, pero ciertamente es algo que nos ocurre a todos a lo largo de nuestra vida (el ser traicionados o el traicionar nosotros mismos) y que siempre tiene algo de triste o de traumático. Y me refiero no ya sólo a la traición, sino a formas más suaves como la deslealtad o el defraudar las expectativas que una persona tiene depositada sobre otra en una relación, ya sea amorosa, de amistad, familiar o laboral. El traidor o el desleal son repudiables en la vida, pero interesantes en la literatura, como ocurre con los criminales.
Francisco: Otro de los personajes que podemos encontrar, el escritor abatido por una angustia social y que se esconde en el anonimato. El hombre que por temor a ser juzgado por los demás se traiciona a sí mismo. No voy a dar más pistas sobre otro de sus relatos, animo a los lectores a que lean el libro. Lo que sí me gustaría preguntarle: ¿tan necesaria es la hipocresía para poder convivir en sociedad? ¿Es sostenible esa traición en el tiempo ante el miedo a la censura? ¿qué de peligroso tiene una excesiva normatividad sobre la libertad estética en el escritor?
Manuel: Aquí hay varias preguntas. Respecto a si es necesaria la hipocresía para poder convivir en sociedad, creo que sí. No la llamemos necesariamente hipocresía, sino simulación. Kafka decía que la vida era un baile de disfraces al que él asistía con su rostro real. Si fuéramos diciendo a diestro y siniestro todo cuanto pensamos de la gente que nos rodea, la convivencia sería imposible. En cuanto a cómo influye una excesiva normatividad estética sobre el escritor, es evidente que se trata de un corsé o de un lastre del que hay que liberarse en la medida de lo posible. Un autor que respete rigurosamente esa normatividad no le interesa a nadie. La normatividad es algo esencialmente impostado, artificial.
Francisco: En el primer relato con el que abre su obra, muy brillante, todo hay que decirlo, nos lleva al absurdo de aquellas políticas que rompen con la convivencia social en aras a llevar a cabo estúpidos ideales. Todos estos políticos que viven en las estrellas también, de algún modo, traicionan la confianza que los ciudadanos depositan en ellos, pues les han votado para que resuelvan sus problemas no para que los acentúen más. Pienso, sobre todo en esta época nuestra cada vez más tensionada, que el escritor es un gran testigo de excepción. Su visión, al igual que El hombre que lo tenía todo todo todo de Miguel Ángel Asturias, capta todo lo que proporciona el mundo, luego lo interioriza para terminar creando su propia narración. Le pregunto, como ese creador de mundos que es, ¿por qué ese sentido absurdo en la forma de hacer política? ¿qué se esconde detrás de estas narraciones políticas en el escritor?
Manuel: Aristóteles dijo del hombre que es un animal político. Sólo existimos en sociedad, como les pasa también a los lobos, a los delfines o a los chimpancés, y eso suponer construir una red de relaciones que es más compleja cuantos más individuos la conformen. En ese sentido, escribir un texto en el que aparezcan personas implica de algún modo hablar de política. Lo cierto es que los políticos representan una faceta extrema del comportamiento humano (por su poder de decidir sobre los demás) y lo humano va siempre acompañado del absurdo; en su caso, de un absurdo más extremo.
Francisco: El último relato es ya revelador, no voy a decir nada sobre este para dejarlo así en un misterio. Sólo decir que aquí hace su aparición uno de los grandes traidores de todas las épocas, o al menos una versión de él. Un traidor que al igual que el original representa una pieza clave en la ruptura de los acontecimientos ¿qué le suscita a usted, como escritor, la figura del traidor en la historia?
Manuel: No habría historia sin traidores, gente de que pronto hace algo que no es lo que se esperaba de ella. Pensemos no sólo en Judas y Cristo, sino también en Marco Bruto y Julio César, o en Francisco Pizarro y el inca Atahualpa, dos traiciones que modificaron el curso de la historia. Hay muchas más, no necesariamente tan aparatosas.
Francisco: Mencionar que el conjunto de esta obra se encuentra empapada de viajes, aventuras, juegos con la ciencia ficción, terror, situaciones que llevan al límite a los propios personajes, etc. Todo con un denominador común, diría yo, el camino de no retorno. ¿Qué busca presentar en este último trabajo al lector? Quitando el placer de leerle ¿le gustaría suscitar en estos una reflexión final?
Manuel: Cuando escribo, trato de suscitar en el lector una emoción estética, igual que persigo sentirla yo mismo cuando leo, veo cine o disfruto de cualquier creación artística. La emoción estética puede conseguirse a través de muchos caminos, que no son necesariamente los mismos para todas las personas, y entre ellos están el viaje, la aventura, lo fantástico... También las reflexiones explícitas o implícitas contenidas en el texto. Para mí, la principal reflexión es que todo es absurdo y, sin embargo, vivimos como si no lo fuera.
Francisco: Ya por último, aparte de agradecerle esta charla, algo que siempre pregunto a los escritores que entrevisto: ¿está trabajando en la composición de una nueva obra o tiene algún proyecto en mente? ¿se podría saber sobre que trata?
Manuel: El día en que no tenga algo nuevo en la cabeza habré entrado en una fase absolutamente zen de mi vida, pero a eso aún no ha llegado. Mi proyecto inminente es hacer un retrato del municipio de Santiago-Pontones en el marco de una residencia literaria que me han otorgado allí. Aún no he empezado, antes tengo que pasar un mes en la zona; no sé aún bien cómo lo enfocaré, pero quiero evitar a toda costa que sea un libro convencional. Ya he escrito otras cosas en esta línea, como El lobo de Periago, Cuadernos de tierra o La frontera interior, así que confió en que sabré encontrar el camino.