“Los primeros impresores compartían una inquietud cultural que ya la quisiera ver hoy en los gestores de ese ocio al que llaman cultura”

El premiado diseñador, académico e historiador Enric Satué novela la historia de los pioneros de la imprenta otorgando protagonismo a Nicolas Jenson, discípulo de Gutenberg en su taller de Maguncia

23 de Febrero de 2025
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El diseñador, historiador y académico Enric Satué.

El francés asentado en Venecia Nicolas Jenson (1420-1480) murió víctima de los efectos de los efluvios tóxicos de los metales que inhalaban los primeros impresores de la historia mientras fundían los tipos de letra con los que imprimían. Este es el punto de arranque de esta documentada novela, detallista y prolífica en anécdotas, obra del mítico diseñador español Enric Satué (Barcelona, 1938), un referente en el último medio siglo y creador por ejemplo del cartel oficial de Barcelona 92 o el logo del Instituto Cervantes. En El príncipe de la imprenta (Galaxia Gutenberg), el lector se sumergirá de lleno en el ambiente cotidiano de aquellos pioneros de la impresión, una revolución total de la que aún hoy, más de medio milenio después, seguimos bebiendo para expandir nuestros conocimientos.

El príncipe de la imprenta es, ante todo, un bello homenaje a uno de los inventos más revolucionarios de la Historia. ¿Se valora en su justa dimensión la trascendencia de la imprenta para el desarrollo de la civilización?

Creo que no. La llevamos tan integrada a nuestro cuerpo intelectual que ya es como una segunda piel. Como una camiseta. Y contiene una paradoja cruel: leemos las letras de imprenta sin verlas; objetivamente, no sabemos cómo son ni cuáles son. Nadie es consciente de la familia tipográfica a la que pertenece el texto del libro que está leyendo. La indiferencia a la que está condenada es deprimente y desoladora.

Por supuesto que destaca el valor de la imprenta, pero también realiza un emocionado homenaje a los tipos, las letras, como vehículos decisivos para la comprensión de los textos. ¿Hasta qué punto no se puede entender la una sin lo otro?

De no haber evolucionado tan magníficamente todavía estaríamos leyendo las letras de imprenta góticas con las que empezó a imprimir Gutenberg. Las llamadas «romanas» que las sustituyeron a partir de 1470 siguen activas en la inmensa mayoría de libros, periódicos y revistas que leemos diariamente, semanalmente o mensualmente. Resulta tan inaudito para el experto como incomprensible para el profano.

“Leemos las letras de imprenta sin verlas”

¿Por qué ha elegido el género de la novela y no el ensayo para desplegar sus amplios conocimientos en todo lo que supuso la aplicación de este invento en la sociedad del momento?

Principalmente por falta de información. Del príncipe de la imprenta que fue Nicolas Jenson circulan cuatro líneas en todos los documentos consultados, y siempre las mismas. Incluso la IA no va más allá de tan escuálido párrafo. Con estas pocas líneas, un testamento en latín de redacción lacónica y un grabado del busto del impresor tomado del natural por un amigo, excelente grabador, no veía el modo de encajarlo en un ensayo. Además, me atraía el personaje, casi desconocido, y no podía acercarme a él más que relatando su obra gigantesca como en un libro de aventuras.

Su novela también resalta la importancia del papel y la tinta en este proceso revolucionario. De estos cuatro elementos (imprenta, tipos, papel y tinta), hoy por hoy, en la época de lo virtual y la cibertecnología, solo los tipos mantienen el tipo, valga el juego de palabras, ¿no cree?

Desde luego es un misterio la eterna juventud con que los dioses de la imprenta han favorecido el tipo que grabó por las buenas el insigne impresor francés establecido en Venecia. En un paralelismo conmovedor, los tres o cuatro impresores que trataban entonces de imponer su versión de romana equivale hoy, cinco siglos y medio más tarde, a lo hecho con la informática por Bill Gates y Steve Jobs, también ellos solos, en otro invento fulminante que ha modificado igualmente la sociedad de su tiempo, en este caso el nuestro.

“De no haber evolucionado tan magníficamente todavía estaríamos leyendo las letras de imprenta góticas con las que empezó a imprimir Gutenberg”

¿Por qué pone el foco de su historia en el personaje de Nicolas Jenson y no en el propio Gutenberg u otros discípulos decisivos para el desarrollo de este invento revolucionario?

Gutenberg goza ya de una bibliografía lo bastante importante, y en  cambio a Jenson no se le ha prestado atención. Además, si bien Gutenberg inventó el procedimiento, fueron los impresores venecianos los que, veinte años más tarde, expandieron por el mundo entonces conocido, es decir, Europa (el descubrimiento de América estaba al caer) el libro impreso como transmisor de conocimientos generales y no solo religiosos, para consumo exclusivo del clero.

En su lecho de muerte, Jenson rememora los principales capítulos de los inicios de aquel mágico invento. ¿Con qué momento concreto se quedaría usted como preferido, entre otros muchos?

La ambición de resolver con un tipo de letra de imprenta nuevo el ingente problema que a la caja alta –o mayúsculas– inspirada en la bellísima escritura lapidaria latina, se adaptara un cuerpo de caja baja –o minúsculas– inspirado en las mejores caligrafías que circulaban por los documentos escritos a mano tuvo un desenlace por demás feliz. No solamente fue la expresión de una extraordinaria habilidad técnica, sino también una obra de arte como la que le pedía León Batista Alberti a la arquitectura: «Que las partes concuerden entre ellas en todos los aspectos, armonizando en una única belleza».

Retrata el ambiente que se vivía en aquel taller de Maguncia, donde todo surgió a mediados del siglo XV, como si de un secreto de Estado se tratara. ¿Eran verdaderamente conscientes aquellos pioneros de lo que tenían entre manos?

Con toda seguridad. El propósito de culminar un proceso de multiplicación seriada de láminas mediante la rudimentaria estampación importada de China se alió con el descubrimiento de manuscritos de la Antigüedad clásica (griega y latina) y el ansia de darlos a conocer a todo el mundo ilustrado, que siendo pocos eran unos cuantos miles. Aquellos primeros impresores compartían una inquietud cultural que ya la quisiera ver hoy en los gestores que atienden a la administración de ese ocio entretenido al que se obstinan en llamar cultura.

Como su libro resalta, a veces los descubrimientos más simples y sencillos son los que mejor representan un salto cualitativo. Hablo del aceite de linaza para el proceso de tintado…

Mejorar definitivamente tanto el espesor preciso de la tinta de imprenta como la pintura al óleo –como alternativa a la inconsistente pintura al agua– equivale desde luego a un milagro de la ciencia. Y otro milagro, no menos eficaz, es que el aglutinante ideal para ambos se halle en cualquier droguería al alcance de la mano y de todos los bolsillos. Como declaró Manuel Vicent en una entrevista de Juan Cruz en el libro Érase una vez Alfaguara, «con la edad me he dado cuenta de que las cosas más simples, las más sencillas, son las que mejor se ven». 

De la imprenta a la inteligencia artificial. ¿Son equiparables ambos avances en la comunicación? ¿Por qué?

Por supuesto. En primer término, los dos se propusieron modificar la sociedad de sus respectivos tiempos, llegando a todos lo más fácilmente posible. En segundo término, y menos es más, lo que en el siglo XV lograron Jenson y Manucio, en el siglo XX corrió a cargo de Gates y Jobs. Y así se escribe la historia, aunque siempre con letras de imprenta.

El príncipe de la imprenta Enric Satué Galaxia Gutenberg 264 páginas 18 €
El príncipe de la imprenta Enric Satué Galaxia Gutenberg 264 páginas 18 €

 

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