Amor, magia, gángsteres… ¡y hadas! Quien quiera creer que crea. Ahí es nada el nuevo envite que el aclamado escritor gaditano Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) ofrece a su legión de entregados lectores. A diferencia de su aclamada ‘Trilogía victoriana’, con un impacto de más de 600.000 lectores, que estaba ambientada en la Inglaterra victoriana, en esta ocasión es el Londres que va de la década de los años 20 a los 50 del pasado siglo el que acoge las andanzas de una entrañable pareja de pícaros que topan con la maldad personificada en un temido dueño y señor de los bajos fondos de la ciudad universal de las brumas por excelencia. Aventura asegurada, misterio y una trama que no da respiro, marca de la casa de un autor que sabe cómo atrapar en sus redes a los lectores para no dejarlos escapar hasta la última página.
De trilogía en trilogía. ¿Le ha cogido el gusto a multiplicar los retos literarios por tres de una tacada?
Eso parece, pero no sabría decir a qué se debe. Cuando escribía cuentos, mi mente estaba adaptada a convertir cualquier idea en una historia breve, y ahora, desde que escribo novelas, cualquier idea me parece susceptible de alentar una trilogía. Me lo tengo que mirar.
¿La experiencia exitosa de su Trilogía Victoriana ha sido suficiente para embarcarse ahora de nuevo en el comienzo de lo que será una nueva trilogía?
Bueno, cuando acabé la Trilogía Victoriana estaba exhausto, por el ingente número de páginas (rozaban las dos mil) y toda la documentación que había tenido que manejar, amén de la voz de un narrador que me exigía mucho esfuerzo. Por eso, mi siguiente novela fue algo muy distinto, el thriller de terror El abrazo del monstruo. Pero ahora, casi diez años después de la titánica gesta de la Trilogía, me encuentro lo suficientemente descansado para afrontar un proyecto similar. Y si a eso le sumamos, como apuntas, que fue mi saga más exitosa… ¿por qué no volver a intentarlo?
¿Qué características comparte esta con aquélla y qué las diferencia, a grandes rasgos?
Me gusta considerarlas primas. Esta futura trilogía no sucede en la época victoriana, sino que abarcará de los años 20 a los 50, y espero que sean novelas menos extensas y escritas con una prosa más accesible y divertida. Pero tienen en común un narrador travieso, que interpela al lector y hace todo tipo de malabarismos narrativos, y un mensaje similar: la necesidad que tenemos de buscar la magia para sobrellevar la realidad.
¿La literatura es ‘fantástica’ sólo si el lector da su visto bueno al engaño o únicamente si el escritor se la cuela al lector sin que este se aperciba siquiera de ello?
Bueno, tras mucho reflexionar sobre el fantástico que yo practico, y que tras tantas novelas podría considerarse el sello de la casa, creo que mis historias no son fantásticas por su contenido sino por el continente, es decir, por la forma en que las cuento, ese aire de fantasía que revolotea sobre sus páginas sin llegar a posarse nunca.
Con dos timadores de pequeña monta como protagonistas, creer en las hadas es lo de menos, imagino.
Totalmente de acuerdo: que existan o no las hadas, es lo menos interesante. A mí lo que me interesa es cómo se puede hacer que alguien crea en ellas, existan o no.
“Desde que escribo novelas, cualquier idea me parece susceptible de alentar una trilogía. Me lo tengo que mirar”
Los giros inesperados y los malabarismos desconcertantes son marca de la casa. ¿Cómo lo consigue?
Sí, es algo presente desde mis cuentos. Me encanta “engañar” al lector, igual que me encanta que me “engañen” a mí. Soy adicto a las plot twist. Pero siempre me esfuerzo en “engañarlo” honestamente, dándole todas las pistas para que pueda descubrir la verdad ante del final, o no tendría gracia.
La sorpresa aguarda en cada momento de su novela, ningún lector puede aventurar qué pasará a la vuelta de página. ¿Supone este reto para el lector un desafío aún mayor para usted como escritor?
Absolutamente. Cada vez me cuesta más engañar a mis lectores más veteranos, que ya saben de qué pie cojeo. Es un pulso silencioso que mantenemos sin conocernos.
En esta ocasión, vuelve a Londres, pero no al victoriano sino al de 1922, aún devastado por las secuelas de la Gran Guerra. ¿Qué magnetismo misterioso guarda esa urbe en su literatura?
Pues empezó de casualidad. Hasta que no escribí El mapa del tiempo, la primera parte de la Trilogía Victoriana, todas mis historias sucedían en España. Pero de pronto, me tropecé con una idea que solo podía funcionar en Inglaterra, por razones obvias. El reto me dio miedo, pero decidí afrontarlo. Ahora, varias novelas después, he perdido ese miedo e Inglaterra, o más concretamente Londres, se ha convertido para mí en un escenario tan familiar como atractivo.