España y Portugal: dos países, una fuerza

25 de Mayo de 2024
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España y Portugal: dos países, una fuerza

España y Portugal integran la Unión Europea (UE), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y firmaron el Tratado de Schengen. Implícitamente son socios, aliados y vecinos cada vez más hermanados. Compartimos, además, mercado eléctrico, moneda, cuencas fluviales e infraestructuras sujetas a pactos bilaterales, respetados e intactos hasta hoy desde su firma. Antaño, hasta mediados de los ochenta del pasado siglo, cuando españoles y portugueses sufríamos las lentas aduanas, usábamos el escudo y la peseta, persistía cierta desconfianza transfronteriza. Nos mirábamos de reojo, con distancia. Nuestros vecinos inclusive repetían: “De Espanha nem bom vento, nem bom casamento”, que corroboraba tal lejanía.

Pero el tiempo va a favor de vecinos que se consideran amigos, los únicos hermanos que se eligen. Se crearon ‘eurociudades’ en municipios portugueses y españoles. Las regiones limítrofes intensificaron sus relaciones. Un ejemplo: en el Hospital Materno de Badajoz nacen los bebés de Elvas, Portugal. La Raya (A Raia, en portugués) ya apenas separa los 1.214 kilómetros de frontera entre los dos países. Familias, profesionales y empresas compran y contratan en ambos lados de las antiguas fronteras.

España, Francia y Alemania son los principales clientes y proveedores de Portugal. Representan el 50,9% de exportaciones y 52% de importaciones. España, además, es su socio más importante: entraña el 26,7% de exportaciones y el 32,8% de importaciones. Ese listón mercantil se consolida con números ascendentes desde hace décadas.

En mayo de 2011 rescataron, las autoridades comunitarias, a Portugal con 78.000 millones de euros. Fue tras la crisis mundial de hipotecas-basura (subprime) y cobró 52.000 de la UE y 26.000 del Fondo Monetario Internacional (FMI).  En el plazo de tres años el país luso remontó hasta un 19% su crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB). Detrás del espectacular remonte estaban medidas enérgicas y poco improvisadas para captar inversión foránea. También se amortiguó la inflación y se mantuvo la empleabilidad, corroborado en sucesivos ejercicios.

Una historia común

Los territorios de Iberia incorporaron a Hispania como provincia romana, al igual que Lusitania. Los árabes renombraron gran parte de lo que hoy son los dos países como Al Ándalus. La Unión Ibérica se sustentó bajo los tronos de Felipe II, III y IV entre 1580 Y 1640.

Previamente, el Tratado de Tordesillas (1494) repartió el apetito territorial sobre el Nuevo Mundo desde el Atlántico para dos potencias imperiales. Los siglos posteriores lo piratearon, con más detrimento para España, hasta el definitivo ocaso imperial de 1898. Entonces se liquidaron las colonias de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, tras la previa emancipación de las repúblicas centro y suramericanas. El imperio portugués en África y Asia se finiquitó, décadas después, tras independizarse Brasil entre 1821 y 1824.

De caminar juntos los países ibéricos serán más fuertes. Hoy la UE es más competitiva, vulnerable y sin liderazgo. Lo hispano-luso suma, añade valor y será más Europa

La histórica alianza luso-británica la unió y enfrentó con España ante enemigos comunes. Fue cuando los monarcas sólo soñaban con agrandar sus reinados. Si bien Portugal es república desde 1910, las dos experiencias españolas sin reyes fueron más efímeras (1873-1874 y 1931-1939).

Reinventarse Europa

La reciente pandemia evidenció que los europeos no son capaces de fabricar ni simples mascarillas, aunque éstas no requieren compleja tecnología. La economía del Viejo Continente es débil y vulnerable frente a China, Japón, EEUU o la India, hoy el país más poblado del planeta y con un empuje polivalente imparable.

El eurocentrismo nos hace miopes ante una realidad paneuropea, desnortada tras el Brexit. Tenemos una población envejecida y con una opinión pública que otorga desigual hospitalidad ante inmigrantes, asilados y expatriados extracomunitarios. Europa, además, ante la invasión rusa de Ucrania precisa más capacidad de respuesta bélica que sustenta una OTAN dubitativa y teórica. La amenaza sobre las repúblicas bálticas, Polonia y Finlandia no es baladí. Y luchar la paz con Putin equivale a brindar al sol.  

El economista y jurista Manuel Blanco Desar apuesta, ante el preocupante panorama europeo atacado por el populismo y ascenso de la extrema derecha, por la unificación de España y Portugal. Tal fórmula tendría más ventajas que inconvenientes. Ambos países suman casi 60 millones de habitantes, algo menos que Italia o Francia. El dato reequilibra la UE en su triángulo suroccidental, donde vive casi el 40 % del censo europeo.

Los países ibéricos tienen un problema. La natalidad (1,19 hijos en España, 1,38 en Portugal) la superan defunciones. Los/as progenitores/as apenas crían uno o dos hijos. Inclusive, los empleos sin cualificar se desechan por los nacionales. Se prefieren prestaciones o ayudas sociales. Mientras tanto, nuestros graduados con más currículum emigran al centro y norte europeo.

Allí encuentran más posibilidades de crecer profesionalmente: ¿Se perderá ese talento y esa generación más preparada? Parece que sí. Ya se acuñó, con eufemismo desafortunado, como ‘movilidad exterior’ en sede parlamentaria por Fátima Báñez siendo ministra de Empleo en 2013.      

La naturalización de ciudadanos extracomunitarios, originarios de ex colonias lusas, acogió -el pasado 2021- a 121.087 nuevos portugueses. Algo parecido oficia España con latinoamericanos y norteafricanos. Durante 2022 se nacionalizaron 181.581 extranjeros residentes. La cifra representó un 26,1% más sobre los números del 2021.

España y Portugal necesitan ayudarse, no se equivoquen. Objetivo: salvar el moribundo Estado del bienestar que destruyó la clase media. La federación hispano-lusa suma. El mercado ibérico exige refrendo jurídico, tras suprimirse aduanas, compartir aranceles, régimen tributario y el euro.

Según el ICEX-Instituto de Comercio Exterior la balanza comercial bilateral benefició a España. En 2021, la inversión superó los 23.495 millones de euros. De su lado, los lusos pusieron 13.923 millones. Casi todas las cotizadas del IBEX 35 tienen nutridas embajadas y plantilla en el país hermano. Su fiscalidad y fuerza laboral favorece esa apuesta con riesgo ‘0’. 

Los buenos modos lusos

Si hay algo que los españoles admiramos de nuestros vecinos es su amabilidad, tranquilidad y don de lenguas (¿cuántos españoles hablan portugués?), más el ritual que añaden a su excelente gastronomía y caldos. Además, aquí nos peleamos por casi todo (guerras fratricidas en los siglos XIX y XX). Su Revoluçao de 1974 puso claveles a las bayonetas. Olé Portugal.

Es envidia, de la sana, ver cómo el premier António Costa dimitió el pasado noviembre al investigarlo Fiscalía en asunto de corrupción. Un día cesó; al siguiente, pidió perdón a sus votantes y ciudadanos. La moral social y ética política de nuestros hermanos es de aplauso, digna de imitación. Pero en la piel de toro la polarización no metaboliza la didáctica lusa. Costa, al final, fue inocente, descartado. Sigue dimitido y callado. Ni reivindica su gesto.  

Otro ejemplo: El desembarco empresarial español en Portugal no oculta retorno bajo las pautas de compromiso, sostenibilidad, respeto a las autoridades y derechos laborales. Jorge Rebelo de Almeida, magnate que lidera la segunda hotelera portuguesa (Vila Galé) desembarcó en Isla Canela (Huelva). Adquirió un hotel de 300 habitaciones y mejoró condiciones a la plantilla subrogada de su anterior gestor (Iberostar).

Rebelo compite en casa de la segunda potencia turística mundial. Su desafío es abrir más hoteles en Sevilla, Madrid y otras capitales. Ya implantó su cadena en Cuba, toda Portugal e islas atlánticas y Brasil. Muchos de sus hoteles reconstruyeron edificios históricos abandonados, maridan con parajes singulares y parques naturales, se segmentan para niños o adultos y albergan eno-turismo o senderismos con bodegas y cuadras propias.    

Los viajes de ida y vuelta

Hasta 2022 casi 16.000 españoles se residenciaron en Portugal. La principal razón fue la tributaria, por la baja fiscalidad y rebaja del IRPF. Recortar el impuesto de sociedades del estado luso obró que incontables pymes y profesionales españoles se afincaran allí. La supresión de peajes en las autovías lusas en 2025 subirá el tránsito de españoles. La bondad de sus gentes hizo el resto para consolidar unos lazos ibéricos ya incontestables.

De su parte, muchas celebridades portuguesas recalaron aquí. El único vencedor de Eurovisión en 2017, Salvador Sobral, hizo carrera en nuestro territorio. No es el único artista. El Nóbel de Literatura de 1998, José Saramago (1921-2010), vivió parte de su trayectoria en Lanzarote. Se emparejó con Pilar del Río, reputada periodista y escritora andaluza.

En conclusión, la Península Ibérica aloja dos países soberanos con antecedentes y presentes comunes. Desde hace décadas el iberismo que preconizaron Unamuno, Pessoa, Saramago, Llardent o Miguel Torga es una doctrina viva que evita incomprensiones y consolida nexos. Si la unión suma en sí, para España y Portugal es más que un sueño de antaño caminar juntos en el marco europeo.

No lo olviden. El proceso de globalización planetario sólo hace caja para multinacionales, no beneficia a estados y los ciudadanos-número que creemos trabajar por el bien común. Es imperativo unir metas compartidas. Hay retos por superar. Ya nos recortan valores, hurtan a la realidad el futuro que ansía un mundo mejor al que nos encontramos. ¡Todo eso es posible!

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