Francisco Javier Calvo,
ex comandante del Ejército, es uno de los muchos militares dados de baja del servicio por incapacidad porque
molestaba a sus superiores, a muchos de sus subordinados y, sobre todo, quiso denunciar, sin éxito, la
corrupción de la unidad en a la que fue destinado en 2015 en el
aeródromo militar de Santiago de Compostela. Hoy pesa sobre él una
condena, ratificada por el Tribunal Supremo, por no evitar el acoso contra una teniente de su unidad.Sus continuas llamadas de atención a esta teniente, a la que consideraba
insubordinada y con privilegios que no le correspondían, le ha llevado a esta condena militar, por “permitir” acoso a esta teniente por parte de otro teniente de la misma unidad.Según múltiples fuentes a la que ha tenido acceso
diario16.com que formaban parte de esa unidad en el momento de los hechos -algunos de ellos también ya fuera del Ejército porque les salpicó la situación-, en el cuartel se crearon dos bandos (uno de cada teniente) que “ hicieron la situación irrespirable”.“Ambos tenientes se desprestigiaron, insultaron, se hicieron la vida imposible y se dijeron cosas indignas”, manifiestan esas mismas fuentes.Es curioso que cuando hay
mujeres en el Ejército viviendo un auténtico infierno por su condición femenina, según ha publicado
Diario16, y por el machismo que impera en las Fuerzas Armadas, justo una teniente que gozaba de todo tipo de privilegios, y a la que el propio coronel llegó a reconocer que “es como la hija que nunca tuve”, se haya
beneficiado de criterios sexistas para conseguir retirar del Ejército al ex comandante Calvo.
Contratos amañados
En esa Unidad, según denunció el ex comandante, había
contratos amañados para darlos a empresas amigas.“hacían contratos de obra menor como de suministro menor, para
dar a dedo adjudicaciones sin necesidad de pedir más presupuesto. Lo denuncié, pero no sirvió de nada”, explica.Este comandante es ingeniero técnico industrial, conocía y se manejaba bien con el tema de la contratación, pero esto molestó al sargento que llevaba el tema en la unidad y “el coronel me llamó la atención”, manifiesta.Según Francisco Javier Calvo, “yo
exigía al menos dos presupuestos, pero me decían que nadie quería trabajar con nosotros. Yo siempre conseguía empresas dispuestas, pero al final les hacían la cama para que ganara quien se quería que se llevara el contrato”.Este amaño de contactos en el
Aeródromo de Santiago de Compostela estuvo relacionado con la reparación de tejado y, entre otros, el de lavandería.Calvo asegura que “en la denuncia que presenté con el conducto reglamentario venía bien explicado, pero como no había habido lucro personal del coronel, pues quedó en nada”.Lo que sí hubo fue un saqueo del pequeño presupuesto de Defensa destinado a esa unidad de Santiago. De hecho, el
aeródromo militar acumula más de 20 denuncias por irregularidades en obras y personal.
Edificio del aeródromo donde ocurrieron los hechos.
Estado ansioso depresivo
El comandante, ante las denuncias de la teniente que veía como desde su llegada perdía los privilegios, entró en un
estado ansioso depresivo. Tal y como explica, “pedí la baja, me cesaron, seguía pidiendo destinos que nunca me daban, y al final me destinan forzoso a Madrid. Allí, yo seguí de baja, me negaban todo lo que hacía y al año me dieron un nivel 5 de incapacidad, para demostrar que
no valía para la vida militar”.Así se acabó con 21 años de una carrera militar inmaculada. Hoy, a sus 48 años y con dos niñas pequeñas, vive con un sueldo de pensión de 2.200 euros. Situación que nunca hubiera debido tener porque todavía se sentía útil para la vida militar.Calvo sí confirma sobre la teniente que “la única obsesión de esta señora era
meter la mano donde había dinero, mientras lo suyo estaba sin hacer”.El ex comandante asegura que “el suboficial de obras era amigo personal de la teniente. Hicieron de la unidad
su chiringuito”.
Otras voces y víctimas
Pero el comandante no fue la única
víctima de la Unidad del aeródromo militar de Santiago. No estuvo solo. Pero lo cierto es que
quien defendió al comandante también vivió su propio infierno.Este es el caso de
José Manuel Soto, cabo en la misma unidad, y hoy también fuera del Ejército. Para que nadie vuelva a vivir estas situaciones injustas y no se encuentren indefensos, ha puesto en marcha, junto a otros ex militares, la Asociación
“Cuestión de Justicia y honor”, que hoy preside.Soto fue
cabo primero en la Guardia Real y era el confidente de la sección de información interna del Ejército del Aire en Santiago.Este militar, también en la reserva con una pensión de 1.800 euros para que no moleste, califica a la teniente como “indisciplinada, hacía dejadez de funciones y aquí quien realmente trataba mal a los subordinados era ella”, explica.La teniente es
Vanessa Carballedo Gómez, una militar muy conocida en Galicia, activa en eventos públicos, en programas televisivos y hasta en dar visibilidad en televisión a su propia boda, según confirman diferentes fuentes a
Diario16.El cabo Soto tiene claro que “había un conflicto interno entre los dos tenientes. Creaban dos grupos”. Señala que el comandante se encontró con “un
cuartel dividido. Se pone en antecedentes de todos los hechos y trata de mejorar para que podamos convivir”.Como prueba del trato vejatorio que recibía de la teniente, ésta le llegó a decir al cabo -cuando no quiso formar parte de esa ‘guerra’- que “tu opinión me importa una mierda”. Así, explica, “me tomó como parte hostil cuando yo solo traté de evitar la contaminación”.Lo que sí reconoce el cabo es que “encontramos apoyo en el comandante. Porque no era un problema de acoso, sino de
indisciplina de la teniente”.
Sandwich
La teniente, insiste Soto, hizo un grupo afín que apoyaba el coronel y sus subordinados. A su juicio, “al comandante le hicieron un
sandwich”.En el Ejército hay un conducto reglamentario obligatorio que, según Soto, la teniente se saltaba a su antojo. “para informar hay que seguir pautas y hablar con tu inmediato superior, pero ella
se saltaba al comandante y se iba al coronel”, afirma.El Ejército del Aire, según el cabo,
tenía conocimiento de la situación irregular de Santiago, que no coincidía con el expediente abierto de la teniente contra el comandante.Pero, a pesar de ser
confidente de la sección de información Interna del Ejército del Aire, José Manuel Soto siente que “
me dejaron tirado cuando todo explota. Me llevan a tal acoso y derribo, cuando yo apoyé al comandante, que me di de baja por contingencia profesional. El coronel sin ser médico puede decir que no soy apto para el servicio. O retiraba los partes o me sancionan por falta grave”, así actuó el nuevo coronel que llegó a la unidad y que tuvo claro que prefería seguir la corriente a la teniente.Así, explica Soto, “se pone en funcionamiento la maquinaria de corrupción militar. Me abrieron varios expedientes tras 26 años de servicios sin arresto”.Así sometieron al cabo a un
test de inhabilitación para el servicio y le cesaron del Ejército con 44 años.