La guerra desatada en Ucrania ha provocado un éxodo de refugiados por toda Europa. La crisis humanitaria ha sacudido a los servicios sociales de los estados europeos que han tenido que hacer frente a un problema para el que no estaban preparados. Al menos esto es lo que ha sucedido en España. La enorme cantidad de refugiados, cifrada en más de 134.000 según datos del Gobierno, ha puesto a prueba la capacidad de nuestro sistema de acogida. Paralelamente a los esfuerzos de los servicios sociales, organizaciones de voluntarios se han querido implicar para ayudar ante una crisis sin precedentes en la Europa reciente. Es el caso de la Asociación Catalana pro Personas Sordociegas (APSOCECAT) que, en un episodio excepcional de cooperación, ha unido sus fuerzas con la Asociación Benéfica Cultural DAR.
Hacer algo por los refugiados
Antes de la guerra, la APSOCECAT desempeñaba una misión alejada de ningún conflicto militar: “Nosotros somos una asociación que trabaja con una discapacidad específica: la sordoceguera. Así que nos pilla muy lejos todo este problema de refugiados y guerras”, confiesa Ricard López i Manzano, Presidente de la APSOCECAT y de la Federación Española de Sordoceguera. Pero los efectos del conflicto también se hicieron notar en el seno de la organización dedicada a la ayuda de personas sordociegas: “Trabajamos mucho con voluntariado y tenemos un voluntario, en concreto, que está casado con una ucraniana del Dombás”, señala el presidente de la asociación, que continúa relatando cómo no tardó en brotar la iniciativa humanitaria: “Cuando empezó la guerra, este voluntario manifestó gran preocupación por la familia que tiene allí: Unos desaparecidos, otros en Ucrania y otros en Rusia. Consciente de que esto no iba a durar dos días pensamos que a lo mejor nosotros podríamos hacer algo por los refugiados”.
Buscar y cooperar
Conscientes de la magnitud del problema la ONG reaccionó rápidamente: “Pensamos que quizás podíamos hacer algo, ya que disponemos de un local grande. Lo sometimos al Comité de Ética de la asociación y se decidió que sí, que intentaríamos ayudar”, continúa Ricard López. Para arrancar con la ayuda, la asociación decidió que lo mejor era buscar un socio que estuviese un poco más cerca de la realidad del problema: “Nos pusimos a buscar organizaciones de origen ucraniano porque entendimos que, por la dificultad del idioma y de la cultura, teníamos que confiar en una organización del territorio que conociese bien lo que estaba sucediendo. Es entonces cuando apareció la asociación DAR”. Con espíritu de cooperación la APSOCECAT encontró al aliado perfecto: “La asociación DAR lleva cinco años operando en España y antes de toda esta situación su objetivo era dar apoyo a toda la gente que proviene de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética”, explica Ekaterina Urusova, Coordinadora regional de la asociación benéfica cultural: DAR.
Atendidos en su propio idioma
El presidente de la APSOCECAT detalla el proceso de colaboración con la asociación DAR: “Hicimos un convenio de colaboración satisfactorio para las dos partes, según el cual nosotros cedemos una parte de nuestro local a los voluntarios de DAR para poder recoger donaciones y hacer entregas de alimentos y materiales de higiene a las familias que ya están aquí”. Para los responsables de la APSOCECAT la ayuda externa ha resultado indispensable para tirar adelante el proyecto: “Nosotros no podíamos, por el volumen de trabajo y por el idioma, realizar este cometido. Es importante que las familias puedan ser atendidas en su propio idioma”. El volumen de ayuda que se gestiona desde el local de la ONG resulta impresionante: “Ayer fue un día importante, recogimos 11.000 kilos de alimentos en tres camiones desde el Banco de Alimentos de Barcelona. Y la asociación DAR movilizó a unos 20 voluntarios que agilizaron todo el proceso”, Explica Ricard López.
Ayuda para hoy
“En España, el suministro de servicios básicos por parte los servicios sociales es más un medio a conocer que un medio de conceder”, así de taxativo se muestra El presidente de APSOCECAT para quien la burocracia supone una barrera a la hora de ayudar:“Cuando una familia ucraniana llega a un ayuntamiento se encuentra una persona que le pide un montón de requisitos antes de recibir posibles ayudas”. Los programas de ayudas a los refugiados no están adaptados a la inmediatez del problema según los representantes de las dos ONG que colaboran en este proyecto: “Me gustaría que los servicios sociales fuesen un poco más ágiles. Las familias necesitan la comida hoy”, señala Ekaterina Urusova. Y en la misma línea se expresa Ricard López: “Nuestras familias llegan a los programas de ayuda, son registradas y salen sin nada. Lo único que se les dice es que se les intentará encontrar un lugar de residencia más definitivo, pero cada día hay que comer”, denuncia.
Encima de la mesa
Muchos de los refugiados están siendo acogidos por familias con las que habían mantenido contacto previo: “En algunas poblaciones, en el pasado, se recibían niños de Ucrania durante el verano en campamentos de intercambio. Actualmente, hay una proporción enorme de refugiados que están siendo acogidos por aquellas familias”, Explican los responsables de este proyecto colaborativo. Pero para las familias que acogen a los refugiados también es una carga difícil de sostener: “Para una familia normal de tres personas que recibe a otra familia de tres personas son seis platos que hay que poner encima de la mesa”, denuncian.
El Banco de Alimentos
Estas organizaciones necesitan un presupuesto muy elevado para abastecer a las familias: “Necesitamos como mínimo de 5.000 a 6.000 euros semanales para dar alimentos a todas las familias que atendemos. Esto puedes mantenerlo un tiempo, pero no puede durar siempre”, señalan, pero estás organizaciones no están del todo solas: “Como nosotros tenemos un registro en servicios sociales, fue posible establecer un convenio con el banco de alimentos de Barcelona”, explica el presidente de APSOCECAT, quien reconoce el singular papel del banco de alimentos de Barcelona: “La sensibilidad que apreciamos por su parte no tiene parangón a la de ningún otro lugar”. Los responsables del proyecto se muestran orgullosos y satisfechos por la colaboración entre entidades: “El ayuntamiento de Barcelona deriva todos los casos de familias de acogida ucranianas para que puedan recoger en nuestra asociación los alimentos. Esto si es una buena solución”.
La demanda se mantiene
Uno de los principales problemas de esta crisis es que se alarga en el tiempo: “Los primeros meses fueron muy difíciles y pensábamos que después se reduciría la demanda, pero eso no ha ocurrido porque hubo una segunda y una tercera ola de refugiados”, explica Ekaterina Urusova quien no oculta su satisfacción ante el número de refugiados a los que se les ha prestado ayuda: “Son más de 1.200 familias las que se han conseguido ayudar”. La coordinadora regional de DAR explica los requisitos que deben cumplir los refugiados para recibir ayuda: “La ayuda va dirigida a familias que han llegado después del 24 de febrero que es cuando ha comenzado la guerra o bien las familias que han llegado justo un poco antes”.
Otras necesidades
“Ahora mismo el tema de la alimentación está más cubierto gracias al Banco de Alimentos, pero siguen habiendo problemas con los productos de higiene y los pañales para niños”, señalan los artífices del proyecto y continúan explicando cómo la ayuda se amplía para satisfacer otras necesidades importantes: “Tenemos localizadas unas 160 personas que necesitan gafas, pero no tienen el dinero para comprarlas; nosotros hemos encontrado una fundación que puede ayudarles”
Imposible volver
A pesar de la locura que se vive en Ucrania algunas familias han vuelto: “El deseo de la mayoría de las familias es volver a Ucrania, lo que pasa es que no existe la seguridad mínima para poder hacerlo. Como máximo un 10% de los refugiados han conseguido volver porque los lugares en los que vivían ya están relativamente más calmados”, denuncia la representante de DAR. Y es que si algo a quedado demostrado es que las tropas rusas atacan al país de manera imprevista: “Esta guerra es muy caótica: un territorio puede estar bien hoy, pero mañana puede haber un ataque aéreo”, señalan.
Ganas de trabajar
Las características de las familias que llegan a nuestro país son similares: “La inmensa mayoría de gente muy pobre no ha podido venir, así que lo que tenemos aquí es gente muy cualificada”, señala Ricard López que indica como posibilidad aprovechar esta oleada de personas que huyen de la guerra para satisfacer necesidades laborales: “¿Por qué no hacemos unos cursos acelerados y preparamos a estas personas para que puedan ocupar puestos de trabajo que nos hacen falta ahora mismo en el ramo turístico?. Y es que como indica Ekaterina Urusova: “La gente que ha venido aquí huyendo de la guerra quiere trabajar y ser útil para la sociedad”.