Los datos de contagiados y fallecidos por el Covid19 aúnmuestran que la pandemia no está siendo controlada, por mucho esfuerzo que elpersonal sanitario esté haciendo para ello. Por más que se quiera indicar quese reducen los incrementos, la realidad es que tanto el número de nuevoscontagios como de fallecidos si día a día. ¿Se está ganando la partida a lapandemia? De momento, se está conteniendo que los números sean escandalosos,pero es cierto que, a pesar de las medidas de confinamiento, las personas siguencontrayendo el virus. ¿Se está conteniendo la propagación? Es dudoso que sevalore de este modo, sobre todo cuando, a pesar de que el estado de alarmalleva decretado un mes, sigue habiendo contagios.
El personal sanitario es, evidentemente, el más expuestoa la pandemia. Llevan luchando contra el virus desde el mes de febrero, sindescanso, jugándose la salud y la vida, sin pedir nada, sin mirar a ningúnlado, buscando que la gente no se les muera entre las manos. A día de hoy,según los datos oficiales, un 16% de los contagios totales ha sido entre lossanitarios. En algunas comunidades autónomas, ese porcentaje se eleva a cercadel 30%.
A esta reducción de los recursos humanos, hay quesumarle el cansancio acumulado, la tensión acumulada, las cargas de trabajo quegeneran en secuelas psicológicas.
El personal sanitario no pide nada a cambio salvo quese les proteja, que dispongan de todos los medios para salvar más vidas y parapoder hacer su trabajo con el menor riesgo posible, porque, una cosa tiene quetener clara todo el mundo, si ellos caen, todos y todas nos vamos al abismo.
La situación en la que se encuentran los médicos y lasmédicas, las enfermeras y enfermeros, las y los auxiliares o los celadores yceladoras (aunque injustamente a este colectivo no se les incluye en lacategoría sanitaria cuando su trabajo es fundamental) es crítica, por más quese diga que las UCI están menos saturadas.
Todo lo que están pasando los sanitarios por lapandemia no tiene otra causa que las políticas de recortes de quienespretendieron privatizar los servicios de salud a través de la carencia derecursos. Precisamente, la principal queja de estos profesionales no está en lacarga de trabajo, no está en las situaciones difíciles que viven todos los díasen los hospitales. No, su principal queja es la falta de recursos. Un Estadoque se precie de defender a su ciudadanía no puede permitir que quienes sejuegan la vida y su salud tengan que protegerse con lo primero que tienen amano, con bolsas de basura, o que tengan que utilizar equipamiento deprotección que puede convertirse en un foco de contagio.
Por estas razones, los sanitarios avisan de que elsistema de salud no podrá hacer frente a un repunte y expresan su preocupaciónsobre las consecuencias de la vuelta al trabajo de varios millones de personastras la Semana Santa. Si se han visto desbordados con el primer brote, ¿qué sepuede esperar si los contagios suben? Que el sistema de salud estará colapsadopor falta de medios humanos. Entonces sobrarán mascarillas o habrá respiradoresque no podrán ser utilizados porque no haya profesionales que sepan manejarlos.Los médicos, las médicas, lasenfermeras, los enfermeros, las y los auxiliares, las celadoras y los celadoresestarán debilitados por el cansancio acumulado y, en muchos casos, no podránsobrellevar psicológicamente un retorno a la casilla inicial.
Un médico que está en primera línea afirma a Diario16que los aplausos de las 20 horas fueron reconfortantes, que se agradecen, peroque lo que ellos necesitan son recursos para poder hacer su trabajo sinrealizar piruetas ni tirar de la imaginación.
A pesar de su agradecimiento a la ciudadanía, entre los sanitarios empieza surgir una pregunta que hace incidencia en la propia naturaleza del ser humano: ¿qué ocurrirá cuando todo esto acabe? Los profesionales de la salud comentan que todos esos aplausos que ahora se dan a las 20 horas, todo el agradecimiento que se quiere transmitir, con buena fe o por la hipocresía de subirse a la ola de lo que está de moda, se volverán a convertir en protestas cuando en unas urgencias tardan en atender a un paciente e, incluso, en agresiones porque no se quiere renovar una baja laboral, por citar algunos ejemplos que los propios sanitarios transmiten a este medio.
Terriblemente humana, así es la condición de nuestra especie. Plauto decía que «Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro». Mientras miles de personas de bien aplauden de buena fe, la terrible condición humana lleva a otras a intentar echar de sus casas a los sanitarios porque pueden contagiar al resto del vecindario. Estas respuestas mezquinas se han repetido con otros sectores profesionales que están sosteniendo al país: empleados y empleadas de supermercados, policías, guardias civiles o militares. Seguro que quienes han perpetrado estas acciones miserables a las 20 horas están puntuales batiendo palmas con el mismo ímpetu que si la Selección de fútbol hubiera ganado nuevamente el Mundial.

Con este panorama, ¿cómo es posible que alguien pienseque los profesionales de la salud no se pongan en guardia por lo que puedavenir después de la pandemia?