Los topillos se convierten en plaga
26
de Agosto
de
2019
Actualizado
el
02
de julio
de
2024
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Aunque oficialmente las instituciones castellano-leonesas no quieren oír hablar de plaga, los representantes de los agricultores ya usan ese término para referirse a lo que está ocurriendo en las provincias de Palencia, Valladolid, León y Burgos.El origen, como en el caso de 2007, han vuelto a ser simultáneamente dos zonas concretas de la provincia de Palencia separadas entre sí por unos cuarenta kilómetros, concretamente las proximidades de la Laguna de la Nava y la zona ZEPA de Frómista. Desde allí se ha extendido ya, según el presidente de ASAJA Castilla y León, Donaciano Dujo, a más de un millón y medio de hectáreas y a casi un veinte por ciento del territorio castellano-leonés, produciendo unas pérdidas para el sector agrícola de unos treinta millones de euros por las cosechas que se han comido los topillos.Esta situación se debe fundamentalmente a la falta de limpieza en las cunetas de caminos y de los cauces de los ríos por parte de las administraciones públicas. La zona afectada tiene más de 50.000 kilómetros de caminos y otros 50.000 kilómetros entre arroyos y ríos. En las últimas semanas, la alarma social ha saltado por los casos de turalemia, lo que ha provocado que se inicie una campaña de limpieza de cunetas y de distribución de unas 2.500 cajas de cría para aves rapaces en toda Castilla y León, unas soluciones que los agricultores consideran insuficientes y tardías para atajar la actual proliferación de roedores.Únicamente en la provincia de Palencia ya son veinticinco los casos de enfermos de turalemia, también conocida como fiebre de los conejos, que es una enfermedad infecciosa producida por la bacteria Francisella tularensis con consecuencias potencialmente graves para los humanos. Una enfermedad que ha causado alarma social en la zona porque, además de ser transmitida por la picadura de insectos, se transmite por inhalación del polvo que levantan las labores agrícolas o el tránsito de vehículos por zonas sin asfaltar.Si la palabra “plaga” está siendo un tabú estos días, también lo es el término “quema de rastrojos”, el arma fundamental con la que los agricultores se han enfrentado siempre a las plagas de estos roedores. Tras una denuncia de grupos ecologistas, el año pasado el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León prohibió la quema de rastrojos por parte de particulares, que había sido permitida por la propia administración regional, aunque la junta sí las realiza en la propia Laguna de la Nava, en una decisión judicial contraria al criterio de los afectados, los técnicos y el conocimiento científico disponible, basada en la la opinión, infundada, de que el “fuego siempre es malo”. En los últimos 20 años es imposible encontrar un solo artículo científico que defienda la postura de “todos contra el fuego”, postura que, sin embargo, está ampliamente enraizada en la opinión no experta.Las campañas de comunicación realizadas por las administraciones han demonizado hasta tal punto el uso tradicional del fuego que cualquier utilización se considera peligrosa y perniciosa, sin tener en cuenta que en muchos casos es la única alternativa ecológica y natural de la que ha dispuesto el ser humano y que, tal como indican cada vez más expertos, su uso racional debe convertirse en una herramienta fundamental para controlar las epidemias, eliminar el uso de algunos agentes químicos y, sobre todo, para evitar los grandes incendios descontrolados producidos por el abandono del mundo rural.Como ha señalado el propio presidente de ASAJA Castilla y León, no deja de resultar curioso que en las comisiones de seguimiento de las plagas de roedores, los únicos que no estén representados sean los agricultores, algo demasiado habitual por otro lado.
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