Los malos hábitos periodísticos se perpetúan más que nunca en el tratamiento del terrorismo machista en pleno 25-N

El lacerante caso de Gisèle Pelicot para que de una vez por todas “la vergüenza cambie de bando” sigue sin aplicarse de forma habitual por los profesionales de la información por su equidistancia

25 de Noviembre de 2024
Actualizado el 26 de noviembre
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CRIMEN MACHISTA ESTEPA
Concentración en el Ayuntamiento de Estepa, este lunes 25 de noviembre, para condenar el crimen machista de este fin de semana en la localidad sevillana.

El tratamiento informativo es fundamental para concienciar, acercar y luchar contra la lacerante realidad diaria de la violencia sobre las mujeres. Decenas de terroristas machistas asesinan cada año en España a sus parejas o ex parejas por el simple hecho de ser mujeres, después de una relación sentimental marcada también por la violencia machista, en la que sus hijos menores son también víctimas directas de estas agresiones y en no pocos casos engrosan también la lista de crímenes por violencia vicaria. Pese a todo y pese a la fría implacabilidad de las estadísticas oficiales, y pese a la ola de negacionismo que va y viene con mayor o menor empuje de cola con la inestimable ayuda de fuerzas políticas con notable representación parlamentaria, y gracias al anonimato que militantes acérrimos de este negacionismo disfrutan en las redes sociales, pese a todo ello, el periodismo sigue adoleciendo aún, en pleno 2024, de unos imperdonables malos hábitos informativos. Dos décadas después de la aplicación de la ley contra la violencia de género de Zapatero y desde el 1 de enero de 2003 hasta hoy, 25 de Noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un total de 1.286 mujeres han sido asesinadas por la violencia machista (aún no se contabiliza la menor de 15 años asesinada por su ex novio de 17 en Orihuela). El mero de huérfanos menores de 18 años se eleva sólo este 2024 a 32 y a 465 desde el año 2003 hasta hoy.

Basta echar un vistazo rápido a los titulares de prensa y a la relevancia que los distintos medios de comunicación, ya sean grandes, medianos o pequeños, otorgan a la violencia machista y al último crimen de este fin de semana en la localidad sevillana de Estepa para comprobar que los periodistas siguen adoleciendo de unas mínimas nociones en perspectiva de género y tratamiento informativo de la violencia sobre las mujeres. El tremendo caso en Francia de la presunta violación múltiple y reiterada durante una década sobre Gisèle Pelicot de 51 acusados no ha servido aún de escarmiento. Su representante legal aportó con una sola frase una de las claves para que los colegas periodistas tomaran nota, entre otros, además de jueces y políticos: “La vergüenza tiene que cambiar de bando”. El foco hay que ponerlo sobre el agresor, sobre el terrorista machista, sobre el violador múltiple, sobre el abusador. Nunca sobre la víctima. ¿Por qué aparece con una rapidez y facilidad pasmosa la identidad de la víctima y en muy contadas ocasiones se ofrece el nombre del criminal?

El foco hay que ponerlo sobre el agresor. Nunca sobre la víctima. ¿Por qué aparece con una rapidez y facilidad pasmosa la identidad de la víctima y en muy contadas ocasiones se ofrece el nombre del criminal?

Algunos titulares de este 25N sobre el crimen de Estepa: “María y Alberto, una pareja ‘normal’ de Estepa que deja dos huérfanos menores tras una noche trágica” (ABC); “Muere una mujer asesinada a tiros por su marido en Estepa, un crimen del que alertó su hijo de 11 años” (El Mundo). Otros titulares sobre el crimen de una menor de 15 años en Orihuela cuando aún no se había certificado oficialmente que se trata de un caso más de terrorismo machista a manos de su ex novio de 17 años: “Cloe, la adolescente asesinada por su exnovio en Orihuela: había roto la relación hace pocos días” (Voz Pópuli); “Asesinada una joven de 15 años en un posible caso de violencia de género en Orihuela, Alicante” (RTVE.es).

La Guía para el tratamiento informativo de la violencia de género, editada por el Consejo Audiovisual de Andalucía, deja muy claro en uno de sus apartados para profesionales que “no debe infravalorarse informativamente ni tratarse como un hecho aislado o como un suceso. Es la consecuencia más grave del machismo y de las desigualdades entre hombres y mujeres que aún sufre la sociedad”. Es habitual aún leer, oír o ver informaciones en las que, además de su ubicación secundaria la más de las veces en los distintos medios de comunicación, el tratamiento informativo se da de una manera tan aséptica que parece algo excepcional, cuando los hechos demuestran que en este país se comete un crimen machista prácticamente cada semana de media. Por tanto, no hay nada de excepcional en esta violencia sobre las mujeres.

En otro punto se subraya que “la información debe ser imparcial pero el periodismo no puede ser neutral frente a la violencia de género, al igual que no lo es frente a otros problemas que afectan a los derechos humanos. No esperes a que asesinen a una mujer para abordar este asunto”. De forma habitual, el periodista aborda con tanto distanciamiento y equidistancia el tema que lo desvirtúa por completo, alejándolo de la realidad diaria de la violencia machista, un mal estructural de nuestra sociedad que sigue sin atajarse pese a que la toma de conciencia colectiva ha crecido tanto como, desgraciadamente, la legión de negacionistas en torno a este problema de nuestra sociedad.

Aún hay medios de comunicación y profesionales que hacen de la equidistancia una bandera de la ética, cuando realmente debe ser el compromiso ético el que nutra la profesionalidad del periodista

A este respecto, el añorado periodista fallecido José María Calleja lo deja muy claro en uno de los capítulos de un libro de referencia hoy día para profesionales de la información que abordan en su día a día la violencia sobre las mujeres: Cómo informar sobre la violencia machista (Cátedra), publicado en 2016. “Los periodistas no podemos ser neutros ni neutrales. Debemos buscar la verdad, contar lo que pasa, ser profesionales y honestos. Debemos ser rigurosos, pero no podemos mostrarnos equidistantes de víctimas y victimarios. No cabe equidistancia con respecto a un hombre que asesina y una mujer que es asesinada, con respecto a un hombre que humilla, pega, maltrata durante meses o años y una mujer que vive aterrorizada por su pareja o expareja, que es humillada, maltratada o asesinada. No cabe bisetriz moral entre un maltratador y una maltratada, entre el que aterroriza y la aterrorizada, ente un criminal y una víctima”.

Pues, pese a ello, pese a las muertes incontables que día a día engrosan las frías estadísticas, aún hay medios de comunicación y profesionales que hacen de la equidistancia una bandera de la ética, cuando realmente debe ser el compromiso ético el que nutra la profesionalidad del periodista.

 

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