Durante más de tres décadas, Ramón Flecha, catedrático emérito de Sociología en la Universidad de Barcelona (UB), fue considerado un referente mundial en la lucha contra la violencia de género. Fundador en 1991 del grupo de investigación CREA (Comunidad de Investigación sobre Excelencia para Todos), construyó una reputación basada en el discurso de igualdad, transformación social y empoderamiento de las mujeres. Hoy, 14 exmiembros de ese mismo grupo le acusan de haber ejercido todo lo contrario.
Las mujeres —exbecarias, doctorandas, alumnas— han presentado una carta ante el rector Joan Guàrdia describiendo décadas de conductas sexuales inapropiadas, manipulación emocional, desigualdad de poder, exigencias domésticas fuera del marco laboral e incluso presiones para ocultar la relación con él. Aseguran que sus testimonios son consistentes, repetidos y documentados.
“Nos decía que su casa era un espacio académico”
Las historias relatadas ante los medios y en la carta enviada a la UB no son aisladas. Mujeres como “Virginia”, “Glòria” o “Judit” recuerdan cómo pasaron de ser alumnas ilusionadas a sentirse atrapadas en una red de control emocional y dependencia académica. Algunas mantuvieron relaciones sexuales con el catedrático; otras le hacían tareas del hogar, como planchar camisas o limpiar su vivienda en Badalona, donde se realizaban reuniones del grupo.
Según denuncian, esas “citas académicas” podían acabar en masajes, confidencias íntimas forzadas, o incluso pernoctas compartidas en hoteles durante congresos. “Te decía que tenía monstruos por la noche y que no podía dormir solo”, recuerda Àngela, otra de las exintegrantes.
El modus operandi, según varias de ellas, se basaba en una cercanía estratégica: generar confianza, presentarse como un aliado feminista, y posteriormente pedir afecto, obediencia o relaciones íntimas. Todo ello, en un entorno marcado por una clara jerarquía.
Ladillo: Una estructura de poder difícil de denunciar
El grupo CREA llegó a ser uno de los más reconocidos en su campo. Esta notoriedad dificultaba cuestionar su funcionamiento. “Te decía que fuera de CREA no eras nadie”, recuerda una exinvestigadora. Las mujeres que intentaban alejarse sufrían el aislamiento de sus compañeras o la pérdida de oportunidades profesionales.
A menudo, las víctimas no se reconocían como tales en ese momento. La mezcla entre trabajo académico, presunto afecto, y poder institucional generaba una niebla emocional que muchas no supieron nombrar hasta años después. “Me sentía confusa, atrapada, creí que estaba enamorada”, relata una de ellas.
Un informe interno de la propia Universidad de Barcelona en 2004 ya apuntaba comportamientos que “excedían el ámbito estrictamente académico”, hablaba de “conductas vividas como acoso sexual” y advertía sobre “injerencias muy intensas en la vida privada” de los miembros del grupo.
A pesar de ello, las investigaciones de 2004 y 2016 se archivaron por la Fiscalía sin que se llegara a establecer responsabilidad penal. Desde entonces, poco cambió.
Flecha niega los hechos y se defiende
En declaraciones a los medios, Ramón Flecha ha negado categóricamente todas las acusaciones. Asegura que nunca ha tenido relaciones con subordinadas —aunque las denunciantes insisten en que sí lo eran—, y afirma ser víctima de una campaña de desprestigio organizada por quienes no comparten sus ideas o por haber apoyado a otras víctimas de acoso en el pasado.
“Preguntar por relaciones sentimentales sin consentimiento es acoso sexual”, argumenta, y subraya que en sus tutorías siempre había otra persona presente desde los años 80. Flecha insiste en que el grupo CREA no está adscrito a la UB desde 2020, aunque muchos de sus miembros actuales, incluyéndolo a él, están vinculados a departamentos de la universidad y utilizan correos institucionales.
Por su parte, la actual directora de CREA, Marta Soler, también niega haber recibido denuncias internas y descalifica los testimonios como “mentiras” que reproducen un “machismo coercitivo”.
La universidad responde… tarde
A raíz del escrito recibido en junio de 2025, la UB ha manifestado su voluntad de colaborar con las afectadas, pero ha señalado que no puede actuar sin conocer sus identidades. Las víctimas, por su parte, alegan miedo a represalias y exigen que la universidad revise su actuación en base a los informes previos y el patrón de hechos narrados.
Desde 2024, 24 personas han abandonado CREA. Una de las denunciantes afirma: “Él trazaba el futuro de todas. Si te ibas, dejabas de existir. Pero si te quedabas, no eras tú misma”.
Aunque muchas de las afectadas han conseguido reconstruir su vida profesional fuera del grupo, las heridas emocionales persisten. Muchas siguen en terapia, otras aún no se atreven a hablar públicamente. La gran mayoría exige, al menos, que se reconozca lo vivido y que se garantice que no volverá a ocurrir.
Más allá de un caso: un sistema que lo permitió
Este caso no habla solo de un individuo. Habla de un sistema universitario que durante décadas miró hacia otro lado, pese a los rumores, los testimonios y hasta informes internos. Habla de cómo el prestigio académico puede convertirse en escudo, de cómo el lenguaje feminista puede utilizarse como disfraz, y de cómo la jerarquía puede volverse un arma.
Como afirma el profesor Álex Caramé, quien también formó parte de CREA: “Flecha tenía un control absoluto sobre las personas del grupo. Manipulaba desde la emocionalidad, bajo el pretexto de transformar el mundo”.
Ahora, con la valentía de catorce mujeres que han roto el silencio, ese mundo empieza, por fin, a tambalearse. La Universidad de Barcelona, y el conjunto del sistema universitario español, tendrán que responder con algo más que buenas palabras. Porque si no, no solo serán cómplices del pasado, sino también del futuro.