Hace unos días murió Ander Landaburu a los 77 años de edad tras una larga lucha contra la enfermedad. De Ander podríamos hablar de su larga trayectoria periodística, de la influencia que tuvo durante dos épocas durísimas de la historia de España como fue el franquismo y el terrorismo de ETA. También podríamos destacar su impronta en el Grupo 16 y en El País. Sin embargo, nos estaríamos quedando en lo superficial porque el verdadero legado que ha dejado Ander Landaburu ha sido su humanidad, su ética y su verdad.
Ander fue periodista pero, sobre todo, fue un hombre que, desde su profesión, luchó por defender en lo que creía y en lo que era justo. No hacían falta alharacas ni titulares grandilocuentes ni, por supuesto, una retórica cargada de «palabros». Luchó contra el franquismo para intentar que la dictadura terminara con la paz entre los españoles, que se cerrara un ciclo negro de la historia con la reconciliación a través del diálogo y del acuerdo, como así ocurrió, salvo contadas excepciones que todo el mundo conoce… o debería conocer.
Tampoco rehuyó su responsabilidad social y luchó contra el terrorismo de ETA, apostando por la resolución del conflicto político a través del diálogo y el arreglo. Él fue uno de los muchos que, desde el anonimato, aportó su ética y su modo de entender la vida para que hoy día España pueda vivir sin la lacra terrorista y con la palabra como arma para dirimir las discrepancias.
Ander pagó el precio que muchos otros tuvieron que pagar, pero no se rindió. No le importó que desde algunos sectores se le pusieran en contra. Siguió adelante en todos los ámbitos.
Su legado también ha quedado desde el punto de vista de la política. Ander supo ver que en la España posfranquista la democracia no avanzaría jamás si desde las instituciones no se tenía en cuenta a los diferentes nacionalismos. Eso, en aquellos años, era ir un paso por delante de lo que los centralistas y los propios nacionalistas podían pretender. Hoy, casi 50 años después de la muerte del dictador y de su régimen, no se puede entender la política nacional sin la participación de las formaciones nacionalistas.
Se fue Ander Landaburu, pero queda una herencia que demuestra cómo la ética, la humanidad y la verdad son un cimiento sólido para sostener la libertad en todos sus aspectos, una libertad que, aunque suene en muchas bocas, sólo se manifiesta a través del hecho, y los hechos siempre se quedan.
Me duele no haber podido conversar contigo antes de tu partida pero siempre estaré con los Landaburu, con tu mujer Mirentxu y tus tres hijas, con Gorka y Marina, con tu ahijado Aritz, también periodista, y con Maider, a los que envío un abrazo fraternal desde la República Dominicana. Ander, siempre te agradeceré tu amistad inmortal y nos volveremos a encontrar en la eternidad.