Diego Diamante, Diego SB, mi Predilecto…, Diego María Sánchez Bustamante

17 de Junio de 2025
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Diego Diamante

Siempre lo hago, porque lo puedo y quiero hacer. Aunque ojalá la vida no me obligará a hacerlo nunca. Tantas veces ya. Demasiadas veces ya. Cuando muere alguien querido, alguien que me importa, alguien que vive en mí, y vivirá siempre mientras yo esté aquí, me rebelo, y escribo sobre él. Porque necesito contarle al mundo, contaros a todos, que en mí va a seguir vivo. Y que va a seguir vivo también a través del eco de todas las personas que ha conocido, de todas cosas que ha hecho en su vida. El aleteo de esa mariposa que somos todos y que puede acabar convertido en un huracán en el otro extremo del mundo. Diego Sánchez Bustamante, Diego Diamante, está conmigo ahora mismo (me ha hecho borrar una palabra que daba color al texto pero podría haber ofendido a alguno de sus más queridos). Diego sigue vivo. Y aunque no podrá llamar por teléfono a su querida Ana para avisarla de que hoy no irá a pilates, sí podrá seguir aleteando en su corazón, hablar sin palabras con ella, y hacerla sonreír.

Diego siempre ha hecho sonreír a todo el mundo. Porque es un tipo genial. Muy genial. Extra genial. Ameno. Divertidísimo. Muy inteligente. Conversador excelso. Generosísimo. Un privilegio como amigo.

Privilegio.

A Diego le llamaba, le llamo y le llamaré siempre, “mi predilecto”. (Sólo, creo, he utilizado el adjetivo (preferido de manera especial, según la definición de la RAE) con él, y con mi maravillosa, también predilecta, sobrina Sofía).

Le conocí en Las Palmas, en una reunión de Embajadores y Consejeros y Agregados Comerciales de España destinados en África (a la sazón Diego era el Embajador en Ghana, y yo el Agregado Comercial en Dakar). Nos entendimos, hicimos amigos, inmediatamente. Al volver a Madrid, Mad Madrid, me presentó a Lorenzo Silva, con el que formamos un pequeño grupo literario: Los 3 Extraños.

A pesar de ser mi maestro y mentor -de modo natural y espontáneo lo era- tuvo la grandeza, la enorme clase, de convertirse también en mi alumno en el Taller 3 Estaciones (qué buenos tiempos, a cuántos escritores magníficos hemos visto nacer y crecer). Publicó conmigo, con la editorial Haz Milagros, dos libros. Cuentos y Jaikus desordenados  (ganador del V Premio Gavia Breve).

Heredero directo de su espíritu, y también jaikuista (siempre con “k” para Diego), es su sobrino Alejandro Rubio Sánchez. Para mí son, de alguna manera, como Plinio El Viejo y Plinio el Joven. Diamante El Viejo y Diamante el Joven.

Cito el final del poema Muerte de Plinio el Viejo de Luis Alberto de Cuenca:

“Y así fue murió nuestro enciclopedista,

orgullo y prez de los sabios de su época,

tío y padre adoptivo, del otro Plinio, El Joven,

que fue quien nos contó, en una de sus cartas

dirigidas a Tácito, el fin de su pariente.”

A mí, el fin de Diamante el Viejo me lo contó, por guasap (han cambiado los tiempos), el Joven Diamante, Alejandro, quien tuvo tiempo de despedirse de él, y lo hizo también en mi nombre:

-Dile a Diego que Javier está pensando en ti ahora mismo, y que seguirás viviendo dentro de él.

Dentro de mí, y dentro de todos. Todos gotas de agua dentro del océano eterno que es, con mayúsculas, LA VIDA.

Diego María Sánchez Bustamante, padrino, junto a Lucia, su mujer, de Max, mi único hijo.

Excelsior.

 

 

 

 

 

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