La innecesaria muerte de Carlos Jaramillo

02 de Mayo de 2022
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Nadie va a conocer a Carlos Jaramillo, casi nadie sabrá a quien me refiero, no es un cantante famoso, ni un político, ni siquiera un deportista... aunque yo le conocí en un club deportivo, cuyo nombre voy a intentar no citar, porque considero a ese club también responsable, de un modo colateral, de su innecesaria muerte.

Carlos Jaramillo tenía alrededor de cincuenta años, y murió de un infarto según me cuentan,  a las cinco de la pasado noche del Domingo de Ramos. Toda mi información es un poco inexacta, pero esa inexactitud carece por completo de importancia.

Carlos Jaramillo tenía un tío o un tío abuelo que estuvo en la División Azul y otro, que era hermano del anterior, que murió luchando en el bando republicano (era militar y le tocó allí), Carlos Jaramillo tenía un Ford de color granate muy antiguo (perdón por no acordarme del modelo, me suena que era un Orion) y vivía con su madre cerca de la Plaza de Callao, en la calle Silva, hasta que hace poco su madre murió, igual que la única tía que le quedaba viva. Y estaba solo. No creo que tuviera muchos amigos, pero con nosotros, con sus compañeros en el club cuyo nombre no quiero escribir, hablaba cada vez que surgía la ocasión y nos contaba ese tipo de cosas, también que había diseñado un programa con el que podía ver las televisiones de todo el mundo.

Era una persona agradable, buen conversador, de trato fácil, de esas que hacen la vida un poquitín mejor y que jamás la enturbian.

Llevaba muchos días sin venir por el club cuyo nombre no quiero escribir, y como le echábamos de menos le escribí para saber si estaba bien; le mandé un guasap.

-Hola Carlos, qué tal? Hace muchos días que no te vemos por el Club. Espero que todo vaya bien. Un abrazo.

-Hola Javier, cómo estás???

Tuve un enfriamiento. Creo que por el agua de la piscina del XXX (aquí el nombre del club que no quiero escribir). Estoy ya bien pero voy a esperar a que haga más calor.

(y preguntaba en el siguiente bocadillo de guasap):

Tienen todavía el agua de las piscinas a la temperatura del naufragio del Titanic???

Fue lo último que supe de él. Las piscinas, en efecto, estaban brutalmente frías. Por primera vez en veinte años, y me he bañado en el Atlántico muchas veces, me vi forzado a salir por lo helada que estaba el agua en dos ocasiones, una de ellas después de nadar un solo largo (y también me puse enfermo).

Pero no sólo era la temperatura de las piscinas, hay una larga historia que tampoco quiero contar al detalle como prefiero no poner el nombre de un club que ha sido un lugar amado para mí, y para Carlos, quien hasta hace poco decía que el Club que era el mayor lujo de su vida: hasta que nos quitaron el uso exclusivo a los socios de una de las piscinas, cuya cubierta se había pagado con una derrama de los socios y con el compromiso de que fuera para nuestro uso exclusivo. Si no nos hubieran quitado el uso exclusivo de esa piscina, poco profunda, siempre con el agua más templada que las otras, es probable que Carlos Jaramillo no hubiera cogido el constipado tremebundo, y es seguro que en cuanto se hubiese puesto mejor habría vuelto a acudir a nadar y hacer ejercicio (no fallaba, hasta que nos quitaron el uso normal dela piscina, casi ningún día) y eso habría ayudado a que no le diese un infarto, y aún dándole que hubiese tenido más posibilidades de sobrevivir.

Por desgracia quien tiene el poder tiende a manejarlo despóticamente, despreciando y ninguneando a quienes les sostienen en sus puestos. Pasa en política y pasa en todos los ámbitos; también en el club cuyo nombre hago un esfuerzo para no escribir, donde se nos ha maltratado y ninguneado a los socios que lo sostenemos con nuestras cuotas, quitándonos pequeños, muy pequeños, privilegios sin ninguna razón de verdadera importancia para ello: que una socorrista, emparentada con el poder, estuviese más cómoda dando sus clases. El grupo de personas, entre veinte y cuarenta, que íbamos a última hora de la tarde/noche se acabó diluyendo por completo, y los que áun iban, como Carlos Jaramillo, se vieron obligados a bañarse en las piscinas de agua helada (se había bajado un grado teórico -en la práctica era más- por la subida de precios energéticos, y luego no se había recuperado la temperatura a pesar del aumento de cuota a todos los socios).

El resumen de esta triste historia es que  Carlos Jaramillo ha muerto. Por supuesto nadie del club cuyo nombre no voy a escribir le puso una pistola en la cabeza y apretó un gatillo, pero sí, como he contado más arriba, tuvieron que bajarle muchísimo las defensas por culpa de ese constipado brutal; y se quedó en casa esperando a que llegase el calor porque no se atrevía a volver con el agua helada.

El club sin nombre es, o al menos lo era, un lugar maravilloso. La gran mayoría de los empleados son gente de calidad excepcional, muy por encima de la media, y lo mismo puede decirse de los socios usuarios. Sólo, en puestos de poder conseguido de manera torticera y violentando el espíritu de los estatutos y la ley, hay unos pocos capaces de explotar tanto sus dominios como a las personas hasta reventarlas (hay una historia terrible que a no ser que se me obligue jamás voy a contar).

No pasa nada. Carlos Jaramillo no era político ni artista o empresario famoso. Nadie va a revindicar su figura y pedirle responsabilidades al club, que en mi opinión, sobre todo moralmente, las tiene. Esto es España y aquí casi nunca pasa nada. Nada. Excepto que un buen nombre, un tipo agradable, normal, que hacía más fácil y agradable la vida a las personas con las que se comunicaba: Carlos Jaramillo, ha muerto. Ha muerto y ya no está.

Guardaremos, quienes le conocimos, su eco en nuestro interior. Le recordaremos con afecto y una sonrisa siempre que surja la ocasión.

(Mecanografía: MDFM)

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