No sé muy bien si Luis Briz era mi primo o mi tío. Nunca le he llamado tío, porque era casi de mi edad, pero tampoco le he visto nunca exactamente como a un primo.
Luis Briz, junto a mi tío Luis Cerezo, es la persona de porte más elegante que he conocido jamás. No solo la ropa, siempre impecable y de excelente gusto, o los modales de gentleman, sino algo más: un brillo en la mirada, una amabilidad cálida que hacía sentirse importante y especial, el centro del universo, a su interlocutor, quienquiera que fuese.
Físicamente me hacía pensar en Cary Grant: la tez morena, el desparpajo, la agilidad de movimiento.
Era el puente más firme con mi familia portuguesa (mi abuela nació en Lisboa). Tenía sólo setenta y cinco años y le esperábamos en Madrid en menos de un mes para la boda de mi ahijada.
Le mando un abrazo desde aquí, un abrazo de palabras: ojalá le llegue de algún modo, con el eco de las personas que al leer esto piensen en él.
No hay que dejar que el dolor por los muertos nos quite magia y energía para mantenerlos vivos dentro de nosotros.
Qué gran honor y qué gran regalo ha sido conocerte, primo. Definitivamente: primo.