Tal y como hemos publicado en Diario16+ a lo largo de muchos años, Banco Santander no es el lugar idílico para trabajar que venden en sus spots publicitarios. La realidad es otra y así lo atestiguan las constantes denuncias de los trabajadores que, incluso, son censuradas cuando se escalan a la Junta General de Accionistas, tal y como denunció el sindicato UGT en la celebrada en abril de 2025. El escenario es tan crítico que, según publicamos en este medio, la presión a la que se somete a los empleados es tan inhumana que se han llegado a producir suicidios.
Sin embargo, los trabajadores han perdido el miedo. La entidad presidida por Ana Patricia Botín se encuentra inmersa en una profunda transformación interna que está tensionando a su plantilla hasta límites insospechados de crueldad. Por un lado, la entidad ha impulsado una reorganización de su división de Banca Privada (SPB) que promete “evolución y eficiencia”, pero que, según ha denunciado el sindicato UGT en una circular interna, a la que Diario16+ ha tenido acceso, encubre un ajuste drástico y deslocalizado.
A partir de enero de 2026, algo más de doscientas personas verán cómo sus funciones se concentran en tres nuevos “Centros COS” ubicados en Madrid, Barcelona y Alicante. Aunque el banco ha presentado esta medida destacando la implantación de un horario racionalizado (de lunes a jueves ocho horas más una de comida, los viernes seis horas y media) y la posibilidad de un cincuenta por ciento de teletrabajo, el sindicato advierte de que estas condiciones solo se aplican donde interesa, mientras las plantillas se enfrentan a la pérdida de puestos, la centralización de tareas y una total falta de garantías sobre la voluntariedad de los traslados y la estabilidad laboral.
En palabras de UGT, más que una “evolución real”, el proceso responde a una estrategia de vaciado y concentración de funciones que deja a los trabajadores en una situación de incertidumbre permanente.
Al mismo tiempo, la presión inhumana derivada de la ambiciosa digitalización de la red de oficinas ha terminado por erosionar la salud física y mental de los empleados y ha deteriorado la calidad del servicio al cliente. El sindicato describe cómo muchas sucursales operan sin caja o con “cajas avanzadas” incompletas, obligando a equipos mínimos a atender la avalancha de trámites propios de una transformación digital que se ejecuta “a golpe de cierre y de desmantelamiento silencioso” sin previas formaciones ni compensaciones por los nuevos roles.
El sindicato alerta de que esta presión incesante ha disparado la aparición de estrés crónico, síndrome de burnout y un clima laboral en claro deterioro, hasta el punto de que el sector financiero español soporta “una carga de trabajo absolutamente insoportable” en comparación con la media de la Unión Europea.
Bajo la excusa de la digitalización el sector financiero está cerrando oficinas que dejan sin servicio a cientos de miles de personas. Este escenario está generando mucho problemas que, finalmente, terminan pagando los trabajadores y los clientes. Ese es el precio de tener una actividad cuyo objetivo es que los grandes accionistas ganen más dinero a costa de la explotación laboral más radical. En realidad, la digitalización es el pretexto para reducir plantillas. Bajan los costes, suben los beneficios a niveles récord y los dividendos que inflan las cuentas de los grandes fondos de inversión, de los multimillonarios y de los altos directivos. Es decir, la codicia corporativa llevada a su máxima expresión. Es la vuelta al escenario de la masacre de Tulsa.