Zarzuela sigue sin aclarar si la luna de miel de Felipe y Letizia fue sufragada por el empresario Cusí

24 de Junio de 2020
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Felipe y Letizia

Jordania, Camboya, Islas Fiyi, Samoa, Californiay México. La luna de miel a todo tren y atodo lujo de los reyes de España, que supuestamente fue pagada a tocateja porel empresario catalán Josep Cusí,según publica el diario The Telegraph, merecería unaexplicación en cualquier país democrático medianamente avanzado. Como tambiénse debería aclarar si nuestros reyes andan por los hoteles de medio mundo, deincógnito, bajo el nombre ficticio de “Señor y Señora Smith”, como tratando de ocultar su linaje borbónico. Si losespañoles vamos a cambiar de casa dinástica, entroncando con los monarcasyanquis de Hollywood, mayormente Brad Pitt y Angelina Jolie, tenemos derecho a saberlo. La monarquía nos cuestaun dinero y cuando mandamos a nuestros reyes como embajadores al extranjero, ahacer patria, turismo y marca España, lo normal es que se anuncien con elescudo borbón, que para eso lo pagamos.  

Sin embargo, pasan los días y Zarzuela no dice ni media palabra.Fuentes de palacio remiten al comunicado oficial del mes de marzo, en plenapandemia, en el que el rey Felipe VIrenunció a la herencia maldita de su padre y de paso le retiró la asignaciónanual con cargo a la presupuestos generales del Estado. En aquel comunicado, la Familia Real informó de que el actualrey renunciaba “a cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyoorigen, características o finalidad puedan no estar en consonancia con lalegalidad o con los criterios de rectitud e integridad que rigen su actividadinstitucional y privada y que deben informar la actividad de la Corona”. Hastaahí, todo correcto. Pero la cosa se está poniendo caliente después de que losplumillas de la Pérfida Albión andenhusmeando en nuestros palacios reales. Ayer mismo, María Jesús Montero, ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, sequitaba la patata caliente de encima cuando los periodistas le preguntabansobre el tema y ella contestaba que debe ser la propia Casa Real quien dé lasexplicaciones oportunas sobre la idílica honeymoonde Felipe y Letizia. Solo lefaltó responder con su habitual gracejo andaluz: “¿A mí qué me cuenta usté? Bastante tengo ya con los ERTE”.

El asunto quema cada vez más y exigeque alguien en la Jefatura del Estado diga algo, ya que el último escándalodestapado por la prensa inglesa no solo afecta al monarca jubilado, Juan Carlos I, sino también alejerciente. Convendría que se aclarase si Cusí era un testaferro real y si la “lunade miel secreta de medio millón de dólares del rey de España pagada por unpadre deshonrado”, tal como apunta el tabloide británico en su información, fuesufragada con fondos no justificados. En las últimas horas la opinión públicaespañola ha sabido que Zarzuela ha puesto en regla los más de 400 regalos querecibió la Familia Real a lo largo de 2019. Entre esos presentes no había nadasospechoso, algunas figurillas, medallas, placas, fotos conmemorativas,banderas, libros y piezas de artesanía, bagatelas como un facsímil de la Cartade Juan Sebastián Elcano a Carlos I, regalo del lehendakari, Íñigo Urkullu (qué calladito se lotenía); una Biblia del decano de Windsor, el reverendo David Conner; un ejemplar de Elcamino de Miguel Delibes quele regaló el presidente de Castilla yLeón, Alfonso Fernández Mañueco,y poco más. Como nota curiosa, entre los obsequios hay un “sistema de fregadodoméstico” que le regaló al rey una conocida empresa robótica y unas alpargatastípicas de La Rioja −detalle de la presidenta de la comunidad autónoma, Concha Andreu− que probablemente FelipeVI nunca se pondrá en la ronda de consultas con los líderes políticos. Esdecir, en el inventario no hay nada que sea susceptible de poner en marcha lamaquinaria judicial del abnegado y meticuloso fiscal suizo Yves Bertossa. Y eso da una tranquilidad. Enlos tiempos turbulentos que corren está muy bien que la monarquía españolaponga en orden los presentes que va recibiendo. Al cabo del año uno seencuentra con un montón de regalos de extraños y va perdiendo la cuenta.

Fue el propio Felipe VI quien en 2015 impuso la regla de oro de dar publicidad a las donaciones recibidas por la Casa Real, de modo que los reyes y sus hijas solo pueden recibir regalos personales“cuando no superen los usos sociales o de mera cortesía”. La medida es lógica desde el punto de vista de la higiene política y de la transparencia democrática para evitar malos entendidos, como los que ocurrieron en el pasado con otros monarcas que cuando abrían el garaje o el punto de amarre se encontraban así, de sopetón, como quien no quiere la cosa, con un par de Ferraris o un flamante yate que había llegado allí como por arte de magia y que pasaba de inmediato, por supuestísimo, a Patrimonio Nacional. El propio The Telegraph aseguraba en su exclusivón que Navilot SL, compañía del empresario Cusí −amigo íntimo de Juan Carlos−, era propietaria de “varios yates de la serie Bribón” que tomaron parte en las regatas en las que competían, codo con codo, el rey emérito y el propio industrial catalán. Otro dato cuanto menos inquietante y que convendría depurar.

Es digno de alabar que sus Majestades los Reyes de España quieran poner en orden las cuatro tonterías de nada y los cuatro libros y facsímiles que les van regalando los visitantes que pasan por Zarzuela, pero por el bien de la monarquía lo primero sería explicar con pelos y señales qué ocurrió con aquella luna de miel imperial supuestamente sufragada por Cusí. Si no lo cuentan ellos algún día lo aireará el Telegraph y será peor. O Jaime Peñafiel, que cada vez que habla en el programa de Risto Mejide provoca un terremoto en palacio. Su lengua no tiene freno y en estas tardes tediosas y aburridas de verano y de pandemias es como si hubiese decidido cargarse la monarquía contando lo de los barriles de petróleo de Franco, lo de las joyas de la Corona y lo de los testaferros juancarlistas de toda la vida. El veterano periodista de asuntos de la realeza lo cuenta todo como si tal cosa, tan tranquilamente, como hacen los abuelitos con sus nietos. Cualquier día instaura la Tercera República él solito y sin querer. Ay, don Jaime.   

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