Antonio Periánez Orihuela

Testigo de su tiempo

28 de Abril de 2020
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tiempo, reloj arena

Al parecer sólo aquellos seres humanos que tienen algo quedecir, y lo demuestran en su vida, expresado en una aportacióncreativa, léase un escritor, arquitecto, investigador o artista engeneral, que comunica sus sentimientos y que sea reconocido,sólo a éstos consideramos testigos de su tiempo. No es obligadopensar en la cantidad de seres anónimos quedados sinrecuerdos, ni de los más allegados. Hablo de aquellos que en lasegunda generación sus descendientes suelen quemar lo pocoque fueron, porque esos recuerdos suponen ya unaimpertinencia para los herederos que se encogen de hombrosante pertenencias convertidas en restos inservibles y molestos.Para entonces, la mayoría de los seres que viven y que hanvivido, pasan por este mundo sin pena ni gloria, me reservo decircantidades pues seguro que el resultado será, de pena. Mesorprende el dicho de que tal o cual personaje fue un claroejemplo para sus semejantes, ¡fue un testigo de su tiempo! ¡Québien! Y menos mal que la Naturaleza proporcionó mentesprivilegiadas para que el mundo siguiera adelante y a otrostantos cerebros para que dieran testimonio de ello. Todo esto esuna obviedad que asumimos y aplaudimos por aquellos quedemuestran un arte y nos enseñan a valorar el pasado, elpresente y algo de ese futuro, aunque esto último sea bastanteincierto. En esta reclusión actual de confinado desconfiado, conalgo de privilegio espacial, recordamos las grandes civilizacionesy como se produjeron y quienes las sostenían, porque los griegosciudadanos notables de Atenas, “filosofaban a hombros de susesclavos”, como nos recordaba Don Antonio Machado Ruiz.

Desde siempre, para regocijo de la humanidad pensante, hubo personajes que supieron interpretar el mundo y hacérselo ver a sus semejantes. Son, según se dice, “testigos de su tiempo”, creadores de imágenes realizadas con inteligencia o habilidad y que perduran para mejor gloria del resto de los mortales, hayan vivido o no en el tiempo de su creación. Grabado está en nuestra cultura occidental las imágenes del templo de Karnak, a orillas del Nilo en la ciudad de Luxor, la antigua Tebas, realizado durante el mandato de varios faraones entre ellos los Ramsés II y III, dedicado al dios Amón, con sus capillas, avenida de las esfinges, lagos y columnas gigantescas.

Bien hasta aquí, pero convendría añadir que fue construido con el trabajo de obreros prisioneros de guerra, por trabajos forzados, por la servidumbre y por esclavos procedentes de las conquistas faraónicas. También se reconoce un mosaico griego por una copia romana que representa “La batalla de Arbelas” glorificando al divino Alejandro Magno en su batalla contra el Imperio Persa. Y la etapa de Pericles en la construcción del Partenón con Ictino y Fidias como creadores que han vencido al tiempo. Desde Grecia hasta la Roma Imperial quedaron impresos en los registros los visionarios de su tiempo, personajes claves para enlazar la historia de las instituciones que perduran, como perduran los pórticos de las ingentes catedrales medievales, del Románico y del Gótico.

La norma, el mundo rinde homenaje aquellos que supieron interpretar su tiempo, los que dieron un paso en el avance de la civilización. Pero, ¿se puede calcular cuántos campesinos, cuántos siervos morirían de hambre en las gélidas estepas de la Rusia zarista, al tiempo que León Tolstoi, apóstol de la paz y el georgismo, escribiera “Guerra y paz y Ana Karénina”? Seguro que los campos de Alabama se regarían con el sudor y las lágrimas de campesinos de color, mientras que John Steinbeck pusiera fin a su obra “Las uvas de la ira”. Ejemplos. Ejemplos de descubridores, científicos y técnicos, ingenieros de una cultura registrando el nombre de los que interpretan el mundo. Uno de los narradores de nuestro tiempo, Rafael Chirbes, analiza el vacio que queda en los grupos sociales cuyo proyecto de vida ha sido derrotado, una mirada al desgarro que produce la incertidumbre en “Los viejos amigos”. “Los burgueses de Calais” de Auguste Rodin, “La familia de saltimbanquis” de Picasso y el Parque Güell de Antonio Gaudí.

Ejércitos, ejércitos que siguen a los ejércitos de ganadores y perdedores, constructores de puentes, criadores de ganados y de la vida para que vivan los demás, sí, aquí lo dejamos, por ahí va la idea. Nuestra sociedad actual atraviesa uno de los momentos más inseguros de los últimos tiempos, la mayoría social está metida en su coraza, cada cual en la que puede, hacinados en casas de alquiler, en 30 metros cuadrados o en vastas mansiones con jardín incluido. Que no se olvide, que el confinar también justifica las clases sociales, aunque seamos todos iguales ante la pandemia. Aparte de todo lo dicho, la mayoría de la gente está recluida en las condiciones que pueden, artistas, intelectuales, investigadores en general, creadores que dejaron por un momento sus quehaceres y que lo tomarán, seguro, cuando pase esta locura, entonces volverán a interpretar el mundo, volverán a ser testigos de su tiempo.

Esto, que es de todos, les sirve de pausa, de respiro, puede que hasta venga bien en su carrera creativa. De proporcionar las cosas de comer y de avituallamiento se encargan los que tienen poco que decir, los que salen a la calle ahora que hay peligro, los que se enfundan en el intento porque están rozando el virus, para eso son trabajadores de la salud, los que no saben ni pueden ser testigos de su tiempo y desconocen su sentido. Mi reflexión, defiende, la ciencia, el progreso y el arte, ¿y la división del trabajo?

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