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Todos somos Alicia

03 de Marzo de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Imagínese que usted detecta una grave deficiencia de seguridad en su trabajo, una carencia que puede llegar a poner en peligro su propia vida, la de sus compañeros e incluso la de los clientes de su empresa. Suponga también que su advertencia ante esta situación sirve para que la compañía en la que trabaja corrija esta grave disfunción, tras ser ésta confirmada por un auditor interno al que se ha consultado previamente.En el mundo en que usted vive, probablemente este comportamiento le supondría un ascenso, una gratificación, o al menos una felicitación pública. Pero la Guardia Civil no es el mundo en que usted vive. Ni siquiera es el mundo en el que usted cree que viven los guardias civiles.Porque en la Benemérita estas cosas se castigan. Así, como lo lee. Se lo resumo brevemente:Alicia Sánchez es una guardia civil destinada en Salamanca. Una trabajadora y madre que cada día afronta su labor con profesionalidad y orgullo. Un día le toca prestar servicio en un control de carretera, y su jefe le pide que se ponga el chaleco antibalas. Pero hay un problema, el chaleco es demasiado grande, no se le ajusta bien, porque no está adaptado al cuerpo de una mujer, y además le dificulta el acceso a su arma reglamentaria. Entonces Alicia le dice a su jefe que prefiere vestir su propio chaleco antibalas, el que se ha comprado de su propio bolsillo y lleva usando sin problemas desde hace varios años. Al fin y al cabo, ¿qué son 600 euros si estos ayudan a proteger la propia vida? Y si en la ‘oficina’ no se han dado todavía cuenta de que las mujeres no tienen las mismas tallas y medidas que los hombres, pues qué se le va a hacer. Será que no se han fijado. Así que, a grandes males, grandes remedios, debió de pensar.Sin embargo, hoy a Alicia le ha tocado un jefe con un prurito profesional desenfocado que da parte a la superioridad de su subordinada, precisamente por considerar que ésta no lo ha sido tanto como debiera. Ante esto, su empresa, la Guardia Civil, decide que quizás Alicia sea toda una delincuente a la que hay que meter en la cárcel, y la lleva ante un Juzgado Militar acusada de insubordinación.Pero la historia da un giro inesperado, porque la juez no sólo archiva la causa contra esta guardia civil, sino que expresamente reconoce en su resolución la “discriminación” que padecen las agentes en cuanto a su acceso a chalecos femeninos.Poco después, sin hacer mucho ruido -suponemos que por no molestar a los vecinos-, la Guardia Civil incorpora por primera vez en el aplicativo informático por el que sus agentes solicitan, entre otras prendas, sus chalecos antibalas, tallas y medidas específicas para mujeres.¿Final feliz? No lo crean. Porque a pesar de que Alicia Sánchez ha demostrado con su valor y su perseverancia que en la Guardia Civil existía un claro caso de discriminación sexista, la Dirección General es un padre (o una madre) tozudo al que en el fondo no le gusta nada que una hija suya hijas le demuestre que estaba equivocado. Así que acogiéndose a la letra, que no al espíritu, de la normativa, ahora ha decidido abrirle un expediente disciplinario por el que se le pide una falta grave, que en el peor de los casos podría incluso acarrearle la pérdida de destino, y con ello el destierro profesional y social tanto de ella como de su familia.¿Agradecimiento?, ¿recompensa? ¿En qué mundo se creía usted que vivían los guardias civiles? 
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