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Una sociedad en vías de extinción

La crisis de natalidad pone en duda el futuro

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análisis

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Cuando no se engendra vida nueva es porque la vida creada para las personas en edad reproductiva, es paupérrima. Sin embargo, es muy difícil traer un niño al mundo si uno no se puede mantener por sí mismo. En estas cuestiones, siempre se incide en que los jóvenes han de aportar a la sociedad, pero ¿qué les aporta la sociedad a los jóvenes?

La crisis de natalidad, como todo, no se puede entender sin un contexto. Y si hay un escenario con el que la juventud está familiarizada, es el de la crisis económica. Cuando los nacidos a partir de los 90 (millennials) tenían que incorporarse al mercado laboral, llegó la crisis del 2008 para irrumpir en sus vidas. Lo que no sabían es que 12 años después, el coronavirus volvería a azotar la economía mundial, afectando también, a la generación z (nacidos a partir de los 2.000). Esta juventud se ha criado en la más absoluta recesión económica.

España, según el INE, despidió el año 2023 con una tasa de desempleo juvenil del 28,36%. Se trata de 481.500 jóvenes que forman parte de la población activa y no consiguen trabajo. Curiosamente, 2023 fue el año en el que se registraron las cifras más bajas de nacimientos en la historia de España, con 1,29 hijos por mujer.  El estado español tiene la tasa más alta de desempleo juvenil de la Unión Europea y también la segunda tasa más baja de fecundidad de toda Europa. ¿Casualidad o causalidad?

La situación de los jóvenes que trabajan en este país tampoco es mucho mejor, pues las personas entre 16 y 34 años engloban el porcentaje más alto en contratos de temporalidad. La inestabilidad, la ausencia de beneficios y derechos laborales o el mayor riesgo de explotación, hacen más que evidente la precariedad de estos. ¿Cómo construir una familia si el sustento económico es incierto? Según el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, el 85,1% de los jóvenes que viven con sus padres es porque no pueden emanciparse. ¿Para qué traer al mundo a un ser humano si ni siquiera se tiene un techo propio?

Todos estos factores hicieron que el año pasado, la edad media de la maternidad en España alcanzara los 33,1 años. En los años 80 la edad media de la maternidad era de 25 años, pero también los salarios eran un 50% más altos con respecto a los de la actualidad. En estos últimos 10 años, el número de madres de 40 años o más ha crecido un 27,9%. Una cifra que sorprendería en los tiempos de antaño, pero que ahora, teniendo en cuenta las nefastas condiciones laborales de la juventud, apenas impactan.

A causa de dichas condiciones, muchos jóvenes se han visto obligados a emigrar a las grandes ciudades. El mundo rural es hoy un páramo al que se le conoce como la ‘España vaciada’. Aquellos que emigran se asientan en los núcleos urbanos, donde las oportunidades laborales son mayores. La vida de la ciudad, a diferencia del pueblo, se caracteriza por una mentalidad que tiende más al individualismo. El estilo de vida acelerado, la priorización de la carrera personal y la ocupación del tiempo, podrían ser algunos de los impedimentos a la hora de tener  hijos. ¿Con quién dejar al niño si la abuela está en el pueblo y apenas conoce a los vecinos? La ciudad es hoy una gran masa de personas que están cerca entre sí, pero no son cercanas. La cohesión social quedó en aquel páramo vacío, pero repleto de valores solidarios y cooperativos. Cuando se antepone el  individuo al colectivo, es difícil  formar una familia, es difícil construir una sociedad.

La situación demográfica española es preocupante, pues según el INE, en 2023 se registraron 435.331 fallecimientos frente a 322.075 nacimientos. ¿Qué futuro le augura a una nación en la que mueren más personas de las que nacen? El fenómeno de la pirámide invertida ya es una realidad, y las personas de 65 años o más constituyen el 20,1% de la población. Si se sigue en la misma dinámica, serán más las personas jubiladas que las que están en edad de trabajar. Esto supone un problema a la hora de proporcionar servicios a la población y sostener la economía. ¿Quién pagará las pensiones? Lo cierto es que con menos jóvenes contribuyendo al sistema y más mayores dependiendo de la seguridad social, aumentará la presión financiera del estado.

Una sociedad sin ganas de formar familias, no es una sociedad, es una agrupación de individuos que se condenan a la inexistencia. Pero las conclusiones de este análisis no se remiten a la demonización de los jóvenes, pues ellos son víctimas de un sistema que cada vez los empobrece más. Esa a la que denominamos peyorativamente ‘generación de cristal’, va a ser la primera que va a vivir peor que la generación de sus padres.

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