05 de Diciembre de 2023
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mentira

Estructurar la mente y el discurso en la mentira sistemática sumerge a quien así actúa, en una realidad que solo ve él y le aleja, cada vez más, de los hechos objetivos y verificables que definen la realidad observable en una sociedad. De este modo, la mentira, mentir, se convierte en una obsesión patológica, ésta sí, que obliga a elevar, en un crescendo continuo, el tono hiperbólico del discurso irreal que se expande y conduce a una soledad inexorable. Hipérbole constante que, en un principio, pudo tener sugracia al ver cómo un colectivo entraba en el proceso alucinatorio de creer en una realidad ficticia forjada en el anacoluto y la mezclaconceptos antitéticos, sin sentido ni orden lógico. Pero, como dice el refrán, lo poco gusta y lo mucho cansa, más cuando se cae en la reiteración de decir siempre lo mismo en busca de lo que se desea y se esconde: el poder. Situación que termina por desesperar cuando no se consigue, y lleva al desiderátum de trocar la hipérbole falaz por el insulto, la vejación zafia del contrario o la violencia verbal que expresa la impotencia de quien cae tan bajo.   

Sin duda que <<hay gente pa tó>> como dijo el torero Rafael <<el gallo>> cuando le contaron que José Ortega y Gasset era filosofo. Sabedores de esta gran verdad, el discurso mentiroso recurre a viejas y burdas artimañas para atraer a las mentes confusas: tergiversar los datos verificables —sufrimos la crisis económica más profunda de la historia democrática—; acusar al contrario de tener intenciones aviesas —Sánchez y los independentistas preparan un golpe a la democracia—; o atribuir al oponente lo que tú haces pero ocultas —quieren ocupar el poder judicial— para esconder que son los mentirosos los que no sueltan la manija del CGPJ incumpliendo la Constitución. O el más burdo de todos, recurrir a mensajes de simpleza ofensiva para excitar la visceralidad irracionalante falsarios atentados contra la patria: España se rompe.

Quienes cabalgan sobre la mentira recurren también a engaños más sutiles—no por inteligencia— gracias a las enseñanzas del gurú mundial de la ultraderecha, Steve Bannon. Como mentir sin rubor, al afirmar que el Gobierno negocia y se humilla ante Puigdemon vendiendo España al independentismo en Ginebra, cuando quienes negocian son dos partidos, PSOE y Junts, para hacer un seguimiento del pacto entre ambas formaciones que facilitó el inicio de la Legislatura. O quizá la más indignante, porque refleja que los mentirosos no se paran en barras, que es apropiarse de los postulados ideológicos del contrario y atribuirle los propios. Ejemplo es el giro discursivo de los líderes del PP que califican de retrógrado al PSOE, para devaluar su trayectoria política y apropiarse de este modo de la bandera del progresismo como defensores de los derechos ciudadanos y de la propia democracia, que los socialistas quieren transformar en una dictadura (Ayuso <<magister dixit>>).

El efecto pernicioso de la estrategia de la mentira es confundir la mente de una parte de la ciudadanía que renuncia a comprender la complejidad de la sociedad en que vivimos, porque hay quien le ofrece la salida de un discurso salvador, basado en la vuelta a la simpleza de las tradiciones ancestrales —Dios y patria— como hemos visto en las concentraciones ante las sedes socialistas en numerosos puntos de España, o las que con recurrencia numantina convoca el PP los domingos: la nueva misa de doce. Menos mal que el raciocinio pervive de manera mayoritaria en quienes se quedan en casa y asisten atónitos al espectáculo televisivo, peliculero e impropio, que ofrecen las televisiones de estos eventos. O nos vamos a tomar un vermú.    

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