Hacía muchos años en los que los ciudadanos no acudían a las urnas en un ambiente de crispación tan alarmante. Desde los distintos ámbitos ideológicos se culpa al de enfrente de la misma. La derecha y sus aliados ultras censuran los pactos del PSOE con Podemos y con los partidos independentistas. La izquierda, por su parte, culpa a la derecha de intentar implantar el trumpismo y de intentar asaltar el poder engañando a la ciudadanía.
Todos esos argumentos son ciertos y falsos a la vez. La realidad es que las razones de esta crispación son mucho más profundas y tienen sus raíces en la acción de gobierno de las dos principales tendencias ideológicas que han copado los puestos de poder durante años.
La falta de respuesta tanto de la socialdemocracia como del centro derecha a las necesidades reales de la ciudadanía ha generado un caldo de cultivo perfecto para la entrada del populismo tanto de extrema izquierda como de extrema derecha. Estas opciones se presentan como las poseedoras de todas las soluciones pero, cuando han tenido que gobernar, han fracasado estrepitosamente.
A esto hay que unir que en España aún queda el resabio franquista de los atentados contra la unidad de la patria y eso es algo que aprovechan tanto los ultras como la parte trumpista del Partido Popular como arma electoral. No hay más que ver la campaña que el PP ha hecho focalizándose en ETA y en la utilización bastarda de las víctimas del terrorismo.
La crispación es la consecuencia de la frustración ciudadana ante la falta de soluciones de la clase política a sus problemas. Desde el año 2008 se han concatenado 3 crisis económicas globales. Cuando se inició la pandemia de COVID-19, la ciudadanía española aún no se había recuperado de la anterior crisis global.
Los salarios siguen siendo más propios de un país en desarrollo o del tercer mundo que de la cuarta economía de la Unión Europea. Los empleos que ofrece la clase empresarial continúan protagonizados por la precariedad, la temporalidad y el tiempo parcial, mientras se incrementan los beneficios muy por encima de los sueldos. Las promesas de reformas constitucionales para blindar los derechos fundamentales no han sido cumplidas sino que los gobiernos permiten que se vulneren por parte de las clases dominantes.
Por otro lado, los ciudadanos siguen viendo cómo los tribunales se han convertido en un mercado persa en el que sólo se hace justicia a quien más paga, mientras que los partidos políticos sólo están preocupados de la representación ideológica en el Consejo General del Poder Judicial.
Ante esta situación, es normal que haya crispación ciudadana. Por eso hoy, mucha gente va a depositar su voto para botar a los políticos que están en el poder.
Heterodoxos y trumpistas
La resignación ciudadana también lleva a depositar su confianza en el mal menor o en candidatos y candidatas que se caracterizan por su heterodoxia y por la utilización de los preceptos del trumpismo más radical.
No es normal que una política como Isabel Díaz Ayuso tenga como única preocupación para hoy si va a conseguir o no la mayoría absoluta. La gestión de la candidata del PP a la Comunidad de Madrid se ha caracterizado, precisamente, por los errores, por las promesas incumplidas, por las mentiras, el populismo y la depauperación radical de los servicios públicos.
Ayuso representa el triunfo de la heterodoxia y el trumpismo que provocan que los ciudadanos no valoren ni analicen las graves carencias de gestión de la actual candidata del PP. Los madrileños pasan por alto que la Comunidad de Madrid de Ayuso es la que menos invierte en servicios sociales, la que más ha incrementado desde 2019 las listas de espera en la sanidad, la que más ha aumentado las dificultades de las familias para que sus hijos acudan a un colegio público, obligando a aquéllas a tener que llevarlos a la educación privada o a la concertada. La ciudadanía de Madrid pasa por alto cómo se manipula y se miente en referencia a la sanidad cuando se pretende vender que la UE ha reconocido a la sanidad madrileña como la mejor de Europa cuando, en realidad, ese informe estaba dedicado a la longevidad.
A los madrileños les da igual que Ayuso les mienta con las bajadas de impuestos y con las políticas que sólo favorecen a las clases privilegiadas. Los argumentos de la presidenta de Madrid sobre que si los ricos y las grandes empresas no pagan impuestos atraerán inversión son falsas, tal y como han demostrado los análisis sobre las políticas neoliberales de tres premios Nobel de Economía.
Sin embargo, la ciudadanía la va a votar en vez de botarla.