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Vox se queda solo con su racismo

PSOE y PP se ponen de acuerdo para dar trámite a la iniciativa popular legislativa que sacará de la clandestinidad a medio millón de inmigrantes

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análisis

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Y en medio de la guerra de trincheras, del ruido y la furia, una bandera blanca. PSOE y PP, por fin, se han puesto de acuerdo en algo: en la regularización de medio millón de inmigrantes que llevaban años en España como marginados, como invisibles, como sombras o decimales inservibles del capitalismo globalizante. No todo está perdido. Ha sido una tregua, vale, ya que populares y Junts, echados al monte del trumpismo xenófobo y nacionalista, han votado a última hora, a regañadientes y solo porque la Iglesia estaba detrás de la moción. Pero algo es algo. Un acuerdo por el bien común, un atisbo de auténtica política, un rayo de esperanza.

Ahora, la pregunta es: ¿cómo hemos podido consentir que medio millón de personas hayan vivido durante tanto tiempo en la clandestinidad y al margen del sistema? Pues lo hemos hecho. Nuestra democracia no solo es imperfecta y rutinariamente fallona. También es indolente. Nos hemos vuelto egoístas, huraños, neuróticos. Prueba de ello es toda esa gente que vota con la teoría conspiranoica del “gran reemplazo” bajo el brazo (el Mein Kampf de nuestros días) cada cuatro años. Pero hoy no es día de hablar de los abducidos por el nuevo fascismo posmoderno que buscan soluciones a su triste existencia en las viejas ideologías xenófobas ya superadas. Hoy tenemos que felicitarnos de ese pacto in extremis que no deja de ser un teatrillo más, pero que va a permitir que ciudadanos considerados de segunda, la gente que nos sirve el café por las mañanas en la barra del bar, los que recogen las cosechas del campo para alimentarnos, los que cuidan de nuestros mayores abandonados por sus hijos, gocen de una vez por todas de los mismos derechos que cualquier otro español.

El acuerdo, todo hay que decirlo, no es consecuencia de la voluntad de nuestros políticos, sino de una ILP (iniciativa legislativa popular) con recogida masiva de firmas e impulsada por Cáritas y otras asociaciones en defensa de los inmigrantes. Pero, una vez tramitada por el Parlamento, ya bendecida por izquierda y derecha, la decisión nos ennoblece como sociedad. Habrá que empezar a pensarse muy seriamente si esta forma de gobernar desde la calle, desde el legislador peatonal, no será el único camino que nos queda ya para construir una sociedad más justa.

Así que se acabó el apartheid ibérico silencioso y tolerado. Por fin una ley noble y justa que no es torpedeada por la derecha y sus cálculos electorales. Por fin un gran acuerdo de Estado, ese concepto dramáticamente en peligro de extinción por la crispación, la polarización, el sectarismo cainita, el negacionismo estúpido y mendaz, la radicalidad fanatizada y el boboayusismo que no conduce a ninguna parte más que al desastre del país. No vamos a ser tan ingenuos como para pensar que esto es un punto de inflexión a partir del cual vamos a recuperar la cordura y el sentido común. Al día siguiente del forzado apretón de manos entre Sánchez y Feijóo ya han vuelto los insultos, las palabrotas, las imprecaciones, las puñaladas traperas, el mentarse a la madre, el arrojarse los muertos a la cabeza y el “y tú más”. La política basura del tuit y la noticia fake, la matraca de la amnistía, las comisiones de investigación sobre las corruptelas del otro (un vodevil que el pueblo ya no se traga), toda esa forma de hacer política tan española, en fin, que nos denigra y nos reduce a la categoría de bárbaros por civilizar a ojos de la Europa ilustrada más allá de los Pirineos.

Pero ya hemos dicho antes que no es día para ver lo negativo, sino para resaltar lo bueno que tiene este acuerdo que nos engrandece por un instante por lo que tiene de retorno a los derechos humanos, piedra clave de toda democracia. Hoy es un gran día para Nelly, una hondureña que no sabe lo que es un contrato de trabajo (algunos en la patronal siguen pensando que si el inmigrante es negro ha de cobrar también en negro). Hoy es un día grande para Walter Saúl, un repartidor colombiano condenado a vivir en un zulo de Usera porque, sin papeles, nadie le alquila una vivienda digna. Hoy es un día feliz para la limpiadora Fátima, que llegó de África hace tanto tiempo que ya ni se acuerda de aquella noche en que se desgajó de su familia, entre lágrimas, para jugarse la vida a todo o nada en una patera. Todos ellos, hijos de una economía sumergida hasta el fango de la crueldad y la ignominia, supervivientes del gran éxodo del siglo XXI, han sufrido en sus carnes el nuevo yugo de la explotación racial. Las humillaciones de la policía y las largas horas de espera en las oficinas de extranjería; los insultos en el Metro; las miradas de desconfianza, recelo y desprecio en el ascensor. Personas reducidas a la condición de mulas, de animales sin derecho alguno, de bestias de carga acorraladas por el sistema y el supremacismo colonial más vivo que nunca. Gente escapada del mapa del hambre sin el poder mediático ni los posibles de Vinícius Jr. para denunciar todas las injusticias cometidas contra el negro. Gente que ha callado estoicamente, soportando cosas que solo ellos saben y que se llevarán consigo a la tumba.

Teníamos bajo nuestros pies una marea humana agonizante, un terremoto demográfico a punto de estallarnos en la cara, un sobrante numérico del capitalismo salvaje posindustrial que el hombre blanco, en su cinismo, pretendía enterrar, para que no se viera, como hoy se pretende sepultar la memoria histórica. Hoy, por fin, desactivamos la bomba de relojería y nos ponemos al día con la ley, con la ética y con la decencia. Rocío De Meer, la marquesona sureña de Vox (único partido que ha votado en contra de la ILP), no ha podido evitar dejar la habitual cagadita xenófoba en una fecha tan histórica y señalada: “Queremos que España siga siendo España y no Marruecos, ni Argelia, ni Nigeria, ni Senegal. Y esto no es odio, ni es xenofobia, ni racismo. Es puro sentido común”. Y también inhumanidad, y también hipocresía, y también fascismo, habría que decirle a la señora.

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1 COMENTARIO

  1. Todo lo contrario. Vox va a subir más, o al menos la abstención. La situación de la inmigración ya es insostenible. Aquí en mi pueblo las zonas turísticas están llenas de manteros que casualmente luego te los ves comprando en supermercados, cuando muchos trabajadores tienen que recurrir el banco de alimentos y la lista no da para tanta gente. Luego están las asociaciones y oenegés que les dan ayudas, mientras los jóvenes están en situación crítica trabajando precariamente y sobrecualificados por menos de 1000€ o 1200€ en el mejor de los casos. Ni ayuda para la vivienda, ni inspecciones, ni se cumplen los convenios. Todo esto va a hacer que los pocos jóvenes se marchen en cuanto pueda y no va a quedar gente trabajadora a la que robarle.

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