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Y nosotras no somos tontas

11 de Febrero de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Noelia Oses Fernández ha publicado en El País un manifiesto a favor de lo que llama la maternidad subrogada, porque -he inferido de su texto- va a comprar un niño fabricado en el vientre de otra mujer y le molestan las críticas que se vierten ante semejante posibilidad, desde diversos ámbitos, el feminismo por supuesto, pero también el humanismo y las organizaciones de derechos humanos.

Para argumentar la bondad de su proyecto arguye “el derecho a decidir sobre su propio cuerpo”, apropiándose perversamente de la enseña más defendida por el feminismo para exigir la legalidad del aborto, cuando lo más falaz es que ese “cuerpo” es el de otra mujer. Con esa tergiversación de la realidad afirma que “la gestación subrogada es una técnica de reproducción humana asistida en la que una mujer dona su capacidad de gestar a favor de otra persona o pareja”.

Pero como en la realidad ni “la mujer dona ni es a favor” lo que está contando son mentiras.

El relato almibarado y disneyano de cómo se lleva a cabo semejante utilización del cuerpo de las mujeres corresponde a la ideología del explotador, que siempre embellece las miserias y sufrimientos que inflinge al explotado. Arguyendo que el debate es el “de si una mujer puede elegir libremente gestar para otra persona”, lo que hace es engañar al público que la escucha, acusando además a las feministas profesionales de su “inconsecuencia al desgañitarse gritando mi cuerpo es mío, yo decido, pidiendo el aborto”.

Aparte del desprecio que implica calificar de “desgañitarse gritando” a la larga batalla que las mujeres del mundo entero han librado por conseguir el aborto, esa señora, cuya profesión no conozco y a la que no voy a insultar como hace conmigo calificándome de feminista profesional, al parecer ignora lo que ha sido el difícil y largo avance de las mujeres durante más de dos siglos.

Esas que califica despectivamente de feministas profesionales, son las mujeres que desde 1789 libraron la más larga guerra de todos los movimientos sociales por ser consideradas personas. Y en ello dejaron la libertad y a veces la vida, y su única retribución fueron la miseria, los insultos y las persecuciones que las torturaron. Para que ahora esa Noelia crea que tiene derecho a explotar a otras mujeres por su “deseo” de tener hijos.

Las feministas profesionales somos las luchadoras y activistas que hemos logrado que tanto Noelia como las demás compañeras de destino, hayamos alcanzado la dignidad de ciudadanas. Hemos entregado nuestro esfuerzo y lo mejor de nuestra vida en intentar mejorar la de todas las mujeres del mundo. No sólo no hemos ganado nada en esta lucha sino que en ella hemos invertido la salud, el dinero y la felicidad. Es desde luego la profesión menos lucrativa. Y eso lo reconocen ya hasta los manuales de historia.

La que se ha hecho profesional del engaño y de la manipulación es esa Noelia Oses. Porque el alquiler de la capacidad reproductora de la mujer no tiene nada ni de libertad ni de altruismo. La legislación que defiende, y que ya existe en otros países más desafortunados, viene a garantizar a los y las que tengan capacidad económica que podrán someter a una mujer pobre a los experimentos genéticos y fisiológicos que permite hoy la ciencia para fabricar un bebé, a cambio de dinero.

Todas las condiciones que Oses expone en su largo alegato de gratuidad, libertad, voluntariedad, información, independencia, y ninguna necesidad económica, son simplemente falsedades. Y parece mentira que se atreva a argüirlas públicamente cuando es notorio que el alquiler de vientres femeninos es uno de los negocios boyantes que las agencias dedicadas a ello ha inventado en los últimos años.

De todo el mundo es conocido, porque ya se han realizado documentales varios y publicado bastantes informaciones, que en India, en Pakistán, en Bangladesh, existen granjas de muchachas a las que bombardean con hormonas, embarazan y recluyen durante el tiempo de la gestación, convirtiéndolas en animales de reproducción. Y que semejante tráfico significa 50.000 dólares para las agencias, de las que entregan una ínfima cantidad a la familia. Que otras, mejor cuidadas, que en EEUU se ofrecen, cuestan 200.000, y que por tanto este negocio nada tiene ni de generoso ni de altruista ni de libre. Porque no hay mayor esclavitud que la pobreza, y únicamente impulsada por ella una familia o una mujer puede permitir que manipulen su cuerpo para fabricar un bebé y permitir que se lo arrebaten después irreversiblemente.

No se puede defender la supuesta libertad de la gestante de de la misma manera que está prohibida la venta de órganos, el suicidio asistido y la esclavitud. El estar en pleno uso de sus facultades mentales no permite que se venda uno como esclavo ni que acepte ser torturado o asesinado ni que venda sus órganos. La libertad es “el más grande de los dones que nos ha concedido Dios” decía El Quijote, y no se puede ni despilfarrar ni pervertir ni mancillar. Como la dignidad humana no admite ni debates ni negociaciones.

Porque esa no es la maternidad subrogada, señora Oses. Esa es la mercantilización total del cuerpo de la mujer. Maternidad subrogada es la que ejercen miles de mujeres cuando cuidan a sobrinos o nietos que han perdido a su madre, cuando generosamente sustituyen los cuidados de la madre que no puede prestarlos.

Lo que usted defiende es el derecho de los que tienen dinero a explotar a las mujeres pobres, despreciando su dignidad de seres humanos.

Noelia afirma que no son ovejas y que no necesita que las feministas profesionales, repite, les dicten “cómo debemos comportarnos o cómo debemos sentirnos”. Lo que es evidente es que el cuerpo social tiene que dictar leyes que establezcan los límites del comportamiento humano, porque de otro modo se volvería al salvajismo primitivo. Es evidente también que las mujeres no son ovejas, por eso no pueden ser manipuladas como si lo fueran y extraído su producto, el bebé, como si de un borreguito se tratara.

Pero las demás personas a las que va dirigido su discurso, tanto las feministas profesionales como las personas, hombres y mujeres, de buena voluntad, tampoco somos tontas, y su falsario y arrogante discurso no va a engañarnos.

Madrid, 10 febrero 2017.

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