
Son las cinco y media de la tarde. Jueves de mayo que en el patio interior de nuestro piso sigue teniendo luz de frío. Abro la edición digital del diario más leído en España. El titular de la noticia principal en la portada: “Rajoy reúne al Consejo de Seguridad Nacional para tratar sobre Venezuela”. No hace falta seguir leyendo la noticia, porque es evidente que no se trata de una noticia, sino de una construcción política. Nadie en su sano juicio creería tal enunciado. No se convoca el Consejo de Seguridad Nacional para semejante memez.Así que, primero, me río. Poco. Me río poco. Me río con pico en vez de labios.Después viene, como siempre últimamente, ese reflujo agrio que provocan los golpes en el estómago. El reflujo se enuncia así, y ya perdonarán el alarde de inocencia: “Quizás todos los textos que hemos leído en nuestra vida creyéndolos “noticias” no eran más que eso, construcciones políticas, quizás nada sucedió, quizás esta profesión no es más que un decorado pardo”.Son las cinco y media de la tarde cuando me patea la garbancera impunidad de quienes hoy administran lo que fueron bienes, lo que fue nuestro. Y de golpe –de su golpe– alguien sopla sobre todo aquello que creímos tener. Vuela con el bufido la maltrecha certeza de saber dónde vivo, de sentirme informada, vuela la idea de las instituciones “públicas”, de un futuro indoloro, de mis hijos autónomos, de ganarnos la vida… y al volar desaparecen, porque eran ceniza.Nunca creímos, lo que se dice creer, que todo lo anterior fuera impoluto. La fe no era lo nuestro. Por eso a veces alguien critica todo esto, esto que nos está tocando padecer, y pienso que el ahora es lo de menos. La destrucción que estos infames están llevando a cabo no se limita al hoy. “Rajoy reúne al Consejo de Seguridad Nacional para tratar sobre Venezuela”. Desde este aquí y ahora, están prendiendo fuego a lo que llamábamos democracia, contrato social, igualdad, información, trabajo, educación, cultura. Hacia atrás. Devastan hacia atrás. Hacia los dosmil. Hacia los noventa. Hacia los ochenta. Y ya nada parece lo que era.Afortunadamente son las cinco y media de la tarde. Escribir esto de noche sería insoportable.
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