En 2023, el mundo ha sido testigo de un alarmante aumento en el número de niños y niñas que sufren hambre, especialmente en los 10 países más afectados por las crisis alimentarias. Según Save the Children, unos seis millones de menores han sido empujados hacia el hambre, un incremento del 32% en comparación con el año anterior.
Desde enero de este año, alrededor de 5.8 millones de niños y niñas, es decir, unos 16.000 al día, han enfrentado hambre crónica en Sudán, Somalia, Burundi, Yibuti, Gambia, Haití, Líbano, Liberia, Senegal y Malawi. Esto eleva a 24 millones el total de menores en situación de hambre en estos países.
Sudán ha sido el país más afectado, con dos de cada cinco niños en incertidumbre sobre su próxima comida. La violencia desatada en abril ha empujado a cuatro millones de niños y niñas a niveles críticos de hambre, un aumento del 74% respecto al año pasado. En Somalia, el segundo país con mayor deterioro, el número de niños y niñas que enfrentan el hambre aumentó en 500.000, alcanzando un total de 3.5 millones.
Importante destacar que el análisis de Save the Children no incluyó al Territorio Palestino Ocupado por falta de datos del Integrated Food Security.
Nana Ndeda, de Save the Children, enfatiza que aunque se han logrado avances significativos en décadas pasadas, los conflictos, la inestabilidad económica y la crisis climática amenazan con aumentar aún más el hambre. Para combatirla, es esencial abordar estas causas fundamentales.
La República Democrática del Congo sigue siendo la mayor crisis de hambre infantil en 2023, con 13.5 millones de niños y niñas afectados, a pesar de una leve reducción en su número.
A pesar de algunos progresos en el alivio de las crisis alimentarias, Save the Children insta a los líderes mundiales a abordar las causas raíz de la inseguridad alimentaria y nutricional aguda. Resaltan la importancia de acabar con los conflictos globales, abordar la crisis climática y la desigualdad, y fortalecer los sistemas de salud, nutrición y protección.
Save the Children llama a una mayor colaboración entre gobiernos, organizaciones humanitarias, grupos climáticos y el sector privado, y subraya la importancia de incluir las voces de niños, niñas y otros miembros de la sociedad en estas discusiones. Sólo así, enfatizan, se podrá responder de manera efectiva a las múltiples causas y vulnerabilidades que llevan a la inseguridad alimentaria y nutricional.