Calor extremo y pobreza: una combinación letal
La crisis climática ha convertido el calor extremo en uno de los mayores asesinos silenciosos de la actualidad, afectando especialmente a quienes menos recursos tienen para protegerse. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las olas de calor son cada vez más frecuentes, intensas y prolongadas en Europa, América, África y Asia, y están ampliando las desigualdades ya existentes.
En España, más de 4 millones de personas en situación de pobreza no pueden mantener una temperatura adecuada en sus hogares durante el verano, y se estima que más de 16 millones sufren pobreza energética ante el calor. Esto pone en riesgo su salud con golpes de calor, deshidratación o insomnio, pero también desencadena un aumento de mortalidad especialmente entre personas mayores y mujeres, según datos del Gobierno de España.
Solo entre mayo y julio de 2025, se han contabilizado 1.180 muertes atribuidas a las temperaturas extremas, un 95% de las cuales correspondieron a mayores de 65 años, y un 59% a mujeres. Unas cifras no exentas de polémica ante la falta de evidencia en los cálculos, pero que bien nos puede servir para analizar el contexto social y económico de estas personas, algo que impacta de manera evidentemente directa en las condiciones de vida. Algo que sí es una evidencia y para lo que se pueden plantear soluciones eficaces.
España y Europa: el calor en barrios y hogares vulnerables
En barrios populares de Madrid como Vallecas o Usera, proyectos como Cooltorise, de la UPM, han demostrado que la pobreza energética no es solo incapacidad para pagar la luz, sino para mantener el hogar fresco en verano. Familias monoparentales, ancianos viviendo solos o inmigrantes son especialmente vulnerables, dadas sus condiciones de vivienda y la falta de recursos para instalar sistemas de climatización.
En Inglaterra, los hogares más pobres y las minorías étnicas sufren el mayor riesgo, viviendo en casas mal aisladas y sin acceso a aire acondicionado. Las olas de calor recientes, han llevado a emitir alertas sanitarias por los peligros para la salud en estos colectivos. Esta situación, analizada en The Guardian y por organismos británicos, pone de manifiesto una desigualdad térmica que afecta a quienes menos pueden permitírselo.
El Sur Global: millones atrapados entre el calor y la pobreza
Si nos alejamos de Europa, el panorama es aún más dramático. Para 2050, unos 2,500 millones de personas estarán expuestas a calor extremo, según los datos presentados; de ellos, 239 millones vivirán en condiciones de extrema pobreza y sin infraestructura suficiente para adaptarse.
En países en vías de desarrollo, las personas con menos recursos económicos en zonas urbanas soportan veranos con temperaturas por encima de 35°C durante meses, con un salto de 26 millones en 2021 a más de 215 millones estimados en 2050.
¿Qué soluciones han funcionado y qué más hace falta?
Frente a estos retos, hay respuestas que demuestran resultados tangibles:
• Climatización pasiva en hogares vulnerables: El proyecto Cooltorise de la Universidad Politécnica de Madrid, con talleres de cultura energética, distribución de kits para el calor (ventiladores, persianas, bombillas LED, filtros solares) y estrategias de ventilación natural, ha logrado mejorar el confort térmico de miles de familias sin disparar el gasto.
- Refugios climáticos urbanos: Varias ciudades han habilitado espacios frescos públicos para que las personas sin recursos encuentren alivio durante olas de calor. Estas medidas, diseñadas junto a los vecinos, multiplican el impacto social y fomentan la participación comunitaria.
- Rehabilitación energética y ventilación mecánica: El refuerzo del aislamiento, la ventilación cruzada y mecánica y el saneamiento de viviendas pueden costar alrededor de 5,000 euros por hogar, pero constituyen una inversión clave a futuro, tanto en salud como en reducción de pobreza energética.
• Sistemas de alerta y educación energética: El envío de avisos automáticos durante eventos de calor extremo y la alfabetización energética ayudan a prevenir riesgos y a mejorar el uso eficiente de los recursos. Además, políticas públicas específicas dirigidas a mayores y colectivos vulnerables, como recomienda la OMS y la EAPN, son esenciales para proteger la vida y la salud.
Cooperación internacional y la acción anticipada
Las agencias de Naciones Unidas y la comunidad científica insisten en que la lucha contra la desigualdad climática pasa por aumentar la inversión en zonas vulnerables, coordinar la respuesta sanitaria y social y, sobre todo, poner el foco en quienes menos recursos tienen para adaptarse.
El calor extremo seguirá creciendo en frecuencia e intensidad y serán los más pobres quienes sufran más sus consecuencias, pero también quienes más pueden beneficiarse de políticas e innovaciones que, como hemos visto, ya han empezado a dar resultados.
La batalla contra el calor es sobre todo una cuestión de justicia social y de derechos humanos, que marca el futuro de cientos de millones de personas aquí y en todo el mundo.