El turismo en España está impulsado en gran medida por las condiciones climáticas, y sus regiones costeras atraen a millones de visitantes cada año. Sin embargo, a medida que aumentan las temperaturas globales, el atractivo tradicional de estos destinos puede disminuir, lo que lleva a cambios en la demanda turística que podrían tener consecuencias sobre la economía española en su conjunto, señalan los economistas de BBVA Research en el informe. Las variaciones en las temperaturas y precipitaciones y la mayor frecuencia de los eventos climáticos extremos pueden afectar de manera significativa a la demanda turística y al atractivo de los destinos.
La importancia de la relación clima-turismo en España es doble. En primer lugar, el turismo es uno de los principales sectores económicos, aportando el 11,6% del PIB y el 9,3% del empleo total en 2022. En segundo lugar, la demanda turística presenta una marcada estacionalidad en España, con un pico en verano y una alta concentración en turismo extranjero en busca de sol y playa.
El análisis de BBVA Research revela que un mayor confort climático se asocia a un aumento de los flujos turísticos mensuales, con diferentes efectos según el tipo de turismo prevalente en cada provincia. En España, las zonas costeras son las más sensibles, en particular las de la costa mediterránea y las islas, seguidas de las provincias costeras del norte y del turismo de montaña y naturaleza, mientras que las zonas urbanas apenas se ven afectadas por los cambios en las condiciones climáticas.
Para finales de siglo, las provincias costeras del norte se podrían beneficiar de los cambios en el cambio climático y las del sur y este perderían demanda turística
Las provincias costeras del norte podrían beneficiarse del cambio climático
A futuro, BBVA Research considera que el cambio climático se convertirá en un factor determinante de la distribución estacional y geográfica de la demanda turística en España. Para finales de siglo, los resultados revelan un claro patrón norte-sudeste en los cambios de la demanda de turismo de playa, donde las provincias costeras del norte se benefician de los cambios en el cambio climático y las del sur y este perderían demanda turística, especialmente en escenarios de elevado calentamiento global. El impacto sobre el turismo urbano es menos pronunciado.
En un escenario de cero emisiones netas, se espera que el impacto del cambio climático sobre el turismo sea mínimo (con un descenso de la demanda del 0,3% en 2100 frente al periodo 2024-2030). Pero, a medida que aumenta la temperatura esperada para final de siglo, el impacto negativo se vuelve más pronunciado, particularmente en los meses de verano, cuando el calor extremo puede disuadir a los visitantes de los destinos tradicionales.
Así, en un escenario de emisiones futuras de CO2 bajas a moderadas, compatible con un aumento de temperatura de 2,8ºC en 2100 respecto a los niveles preindustriales, la disminución neta del turismo en España también sería relativamente pequeña (-0,6%), si bien los impactos diferenciados a nivel provincial ya serían visibles. En el escenario de calentamiento más severo, con un aumento de temperatura de 4,8ºC a finales de siglo, se prevé una reducción significativa en la demanda turística, con una disminución neta de aproximadamente el 7% en 2100 respecto al periodo 2024-2030.
Los efectos esperados son más pronunciados en el Mediterráneo y la costa sur, como las Islas Baleares, que podrían reducir la demanda turística en verano un 60%, con una recuperación parcial en otoño en el escenario más adverso. Esto llevaría a una disminución neta anual de alrededor del 27%. Mientras tanto, las provincias del norte y los destinos naturales podrían beneficiarse de este cambio en la demanda, lo que resultaría en un aumento del turismo, especialmente en temporada alta. El mayor incremento de la demanda se observa en Asturias, casi un 7%.
La primavera, la temporada más popular para el turismo
El estudio también destaca el potencial de desestacionalización del turismo, con la primavera convirtiéndose en una temporada especialmente favorable para los viajes. Como el calor extremo del verano desalienta los viajes a los destinos tradicionales, la primavera podría convertirse en una temporada más popular para los turistas. Además, este cambio podría ayudar a aliviar la presión sobre el turismo de verano, siempre que esté respaldado por las medidas políticas necesarias y la inversión en infraestructuras necesaria.
“Para mitigar los efectos adversos, la industria turística debe adaptarse promoviendo los viajes fuera de temporada alta, desarrollando infraestructuras sostenibles y diversificando las atracciones turísticas más allá del turismo de playa para garantizar la resiliencia a largo plazo del sector turístico español”, apuntan los economistas.