Las cuentas del PP llevan una década bajo sospecha. Han sido tantos casos de corrupción que sería imposible enumerarlos aquí. Cuando Pablo Casado anunció el cierre de Génova 13 parecía que el líder popular quería pasar página en los años negros de la corrupción, dejar atrás el pasado y refundar un nuevo proyecto político. Para ello anunció a bombo y platillo un departamento de cumplimiento normativo y transparencia, un supuesto organismo de gestión interna que debía controlar hasta el último céntimo y evitar que la mafia se instalara en la jefatura, como cuando los Correa, Crespo, El Bigotes y otros clanes familiares –todos ellos condenados por diversas trapacerías–, se paseaban por los pasillos del cuartel general pepero como Pedro por su casa. Sin embargo, a fecha de hoy no han hecho nada de nada y de aquellas anunciadas medidas regeneradoras nunca más se supo.
Desde que estalló el caso Gürtel que le costó el Gobierno a Mariano Rajoy, todo han sido buenas palabras, loas a la honorabilidad de un partido histórico y declaraciones públicas sobre la honestidad y la honradez de quienes trabajan por España en el nuevo PP casadista. Ha habido tiempo más que suficiente para que el partido se adaptara a lo que debe ser una organización seria y transparente, dejando atrás la imagen de chiringuito donde el que más y el que menos metía la mano en el cazo o en la caja B. Sin embargo, las medidas anticorrupción no terminan de llegar y se ha demostrado que la supuesta mudanza de Génova, aquel suntuoso edificio en el corazón mismo de Madrid, obedeció única y exclusivamente a que el partido estaba en la más absoluta de las bancarrotas, de modo que se imponía a la fuerza una sede más barata y modesta. Nada en aquella operación inmobiliaria tuvo que ver con el hipotético intento de Casado de romper con un buque insignia que fue el farallón y la viva imagen de la corrupción popular en tiempos de Aznar y Rajoy.
La prueba fehaciente de que nada ha cambiado y de que todo lo que ha dicho Pablo Casado hasta hoy no era más que puro postureo es que la Fiscalía Anticorrupción acaba de darle un nuevo tirón de orejas al partido para que se ponga al día de una vez, haga los deberes y adopte ya las urgentes medidas contra la corrupción que todos los partidos llevan aplicando desde hace años, tal como informa la Ser. Los fiscales que indagan en la trama valenciana de corrupción concluyen que la cúpula del PP consentía y aceptaba que allí se “manejara dinero en efectivo o recaudara de empresarios”, critica que no se haya hecho “nada” a pesar de que las cuentas internas estaban siendo investigadas por la Justicia desde hacía cuatro años y pide sentar en el banquillo al partido por un delito de blanqueo de capitales.
Una vez más, desde Génova se nos dice que están en ello, que andan a vueltas con el plan para adaptarse a la necesaria transparencia democrática, que la cosa lleva su tiempo y que no les metan prisa porque ellos van a su ritmo. O sea, que no han movido un solo dedo y por eso van dando largas. Ya sabemos que en el PP nunca fueron muy de trabajar. Ellos son más del máster rápido y fácil en cualquier universidad, de modo que algo tan sencillo como sentarse en una mesa y dedicarle un rato a algo tan trascendental como elaborar un departamento de control contra golfos y butroneros lo van dejando para el día siguiente, se procrastinan y ahora se encuentran con que han pasado más de diez años y el fango sigue acumulado en los sótanos y bodegas del gran barco genovés. El pepé sigue haciéndose popó.
En realidad, no les costaría tanto incluir un mecanismo de control de la corrupción y si no lo hacen es porque no quieren. Como son conservadores se resisten a los cambios y a hacer la necesaria reconversión de oscura organización criminal a partido con luz y taquígrafos. Así, el jefe le pasa el muerto de las medidas de regeneración a Teodoro García, que a su vez se lo endosa a Cuca Gamarra para que esta se lo quite de encima y se lo endilgue a Montesinos, que el hombre no sabe lo que hacer con él y finalmente habla con el bedel de la puerta y le dice: “No deje usted pasar a ningún extraño por aquí, que luego pasa lo que pasa”. Hasta ahí llegan las medidas de transparencia del PP, hasta ahí llega la regeneración y puesta al día para que el partido deje de ser algún día la Sodoma y Gomorra de la corrupción española.
Obviamente, hoy por hoy el PP tiene cosas mucho más importantes en qué pensar, como cerrar la guerra sin cuartel entre casadistas y ayusistas y acabar con los personalismos, con la hoguera de vanidades, con la megalomanía y con el talent show que denuncia el propio Casado. Quizá sea por esa razón que lo mollar, lo esencial, se va aplazando. Algún día se tomarán en serio esto de la corrupción. Poco a poco.