Mientras la Xunta de Galicia bendice proyectos industriales como si fueran maná caído del cielo, el pueblo gallego vuelve a alzarse con la dignidad de quien sabe que la tierra no se negocia. La manifestación en Pontevedra de este fin de semana contra ENCE y Altri ha sido un grito rotundo: “Galicia non se vende”. Porque lo que está en juego no es solo un pedazo de terreno o un caudal de río, sino el derecho a decidir sobre el propio futuro, frente al modelo extractivo de unos pocos.
La historia de ENCE es una historia de impunidad. Desde su instalación durante la dictadura franquista hasta la prórroga vergonzosa de 60 años concedida en 2016, esta empresa ha simbolizado el desprecio institucional hacia el medio ambiente y la población gallega. La ría de Pontevedra ha sido tratada como una cloaca industrial, y quienes osaban denunciarlo eran tachados de radicales o enemigos del progreso. Hoy sabemos que ese supuesto progreso ha significado pérdida de biodiversidad, daños irreparables al marisqueo, y una ciudad que vive de espaldas a su costa.
Con la excusa del empleo y de la economía circular, Altri pretende instalar una macrocelulosa en Palas de Rei que consumiría millones de litros de agua del río Ulla al día. Lo llaman “verde”, “sostenible” o “innovador”. Pero no hay sostenibilidad posible en un modelo que arrasa con los recursos hídricos, acapara territorio y contamina el aire. De hecho, hasta el propio Gobierno central ha denegado a Altri las ayudas del Perte de descarbonización por no cumplir criterios ambientales.
Resulta bochornoso que mientras miles de gallegos y gallegas salen a la calle en defensa de su entorno, la Xunta continúe actuando como oficina comercial de grandes corporaciones. ¿Quién gobierna realmente en Galicia? ¿Los ciudadanos o los consejos de administración? Las declaraciones de "interés estratégico" para estos proyectos solo confirman el secuestro institucional por parte de intereses privados.
Pero si algo define a Galicia es su capacidad para resistir. Se vio en Fisterra contra las piscifactorías, en As Encrobas contra Fenosa, en Touro contra la megaminería, y hoy lo volvemos a ver en Pontevedra y A Ulloa. Esta no es solo una batalla ecológica, es una afirmación política. Es decir alto y claro que la tierra, el agua y el aire no son mercancías.
La movilización contra ENCE y Altri no se detendrá porque no se trata de una moda ni de una protesta puntual. Es un movimiento profundo, transversal y legítimo. No se trata de romanticismo rural, sino de defender el sentido común frente al saqueo industrial. Porque si dejamos que Galicia se convierta en un vertedero, perderemos mucho más que paisajes: perderemos soberanía, salud y futuro.