Las secuoyas de la localidad cántabra de Cabezón de la Sal se declararon Monumento Natural por Decreto 41/2003, de 30 de abril, en virtud de la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y Flora y Fauna Silvestres, que prevé en su artículo 10 la posibilidad de declarar protegidos determinados espacios del territorio nacional que contengan elementos y sistemas naturales sobresalientes; así se facilita la conservación de este excepcional ecosistema.
En los últimos años, "debido a la gran difusión en los medios a nivel nacional de los excepcionales valores de este bosque de secuoyas, sobre todo, después de los confinamientos de la pasada pandemia", según explica Ecologistas en Acción Cantabria, "nos encontramos con una masiva afluencia de visitantes".
Esta situación ha tenido efectos negativos para las secuoyas, por causa de las pisadas, la eliminación de la cubierta vegetal y la primera capa del suelo, dejando descubiertas las raíces más superficiales de los árboles. También por el desgaste de las cortezas de los árboles, al ser tocados y abrazados los troncos de forma continuada, y porque los desaprensivos con la naturaleza deciden incluso arrancar fragmentos de corteza, y llevárselos como si se tratara de un souvenir.
Nueve meses sin noticias del Gobierno de Cantabria
Ante este panorama, la organización relata que denunció públicamente estos daños, en octubre de 2023, advirtiendo de la "urgente necesidad de tomar medidas de protección antes de la llegada del período veraniego con la masiva afluencia de visitantes".
El alcalde de Cabezón de la Sal, Óscar López, también informó en ese momento a la consejera de Cultura, Turismo y Deporte, Eva Guillermina Fernández, sobre los desperfectos que ocasionan los más de 200.000 visitantes que anualmente acceden a este pequeño espacio natural “sin ningún tipo de vigilancia y control de acceso”. Una cifra que va en aumento. Por aquel entonces, el Gobierno de Cantabria se comprometió a trabajar de forma conjunta con el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal para buscar una solución al “deterioro” que está sufriendo el bosque de secuoyas.
Ahora, comprueban con decepción que "nadie ha hecho nada en los 9 meses transcurridos para revertir la situación de deterioro y proteger los ejemplares arbóreos de la presión de los visitantes", ante lo que han entregado una denuncia en la Dirección General de Montes y Biodiversidad del Gobierno de Cantabria, solicitando "urgentemente" la toma de varias medidas.
La primera de ellas, la colocación en las dos entradas del área a visitar y en lugares adecuados de cartelería específica informando de las características de supervivencia del bosque y lo que no se debe hacer por parte de los visitantes. En segundo lugar, piden la protección física de los ejemplares más expuestos y deteriorados, mediante una pequeña valla perimetral de madera con aspecto integrado en el entorno, con el aviso de no traspasar. Y por último, la recuperación de la capa de suelo desaparecida para proteger las raíces de los árboles. Con el objetivo de regenerar la cubierta vegetal en los espacios no accesibles al público.
Dicen los ecologistas que han solicitado que estas medidas sean adoptadas de forma urgente, y al terminar la temporada vacacional, de cara al año próximo, dicen que "será necesario programar medidas más efectivas para proteger el bosque de secuoyas y su entorno, gestionando de forma más racional la masiva afluencia de visitantes".
Así nació el bosque de secuoyas
La historia del bosque se remonta a los años 40 del siglo XX, si bien ya en 1926, la Ley del Plan General de Repoblación recomendaba la plantación de especies de crecimiento rápido y su localización en provincias cantábricas, debido a la gran disponibilidad de terrenos baldíos y a las favorables condiciones climáticas.
En 1942 se constituyó el consorcio del monte Corona con el Patrimonio Forestal del Estado, dando comienzo al proceso de ordenación del mismo. Durante tres décadas la mayor parte de los terrenos de este monte, que incluían masas frondosas de árboles y áreas de pastizal y matorral, fueron repoblados por especies foráneas, fundamentalmente Eucalyptus Globulus y Pinus radiata y de forma experimental y en parcelas más reducidas, con Quercus rubra (Roble Americano), Castanea crenata (Castaño Japonés), o Pseudotsuga menziezii (Abeto de Douglas). La política forestal vigente en ese momento, quería reducir al mínimo las importaciones de madera, y en este contexto se plantan las secuoyas del Monte Cabezón, que perviven hoy como reflejo de aquella política forestal, de aquel momento económico y de aquellas actividades experimentales de búsqueda de las especies madereras más adaptadas a las necesidades de producción industrial.
Tiene una extensión de 2,5 hectáreas y cuenta con unos 850 ejemplares de Secuoyas de una altura media de 40 metros y un perímetro medio de los troncos de 2 metros. Se trata de un bosque de “secuoyas bebé”, ya que esta especie puede alcanzar más de 1.000 años y medir unos 115 metros de altura, como el ejemplar más alto con 115,55 metros llamado Hyperion, localizado en el Parque Nacional Redwood, al norte de San Francisco (California).