La contracrónica de Diario16 el día en el que Juana pierde a sus hijos

28 de Agosto de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Juana Rivas decidió cambiar los planes y adelantarse al devenir de los acontecimientos. Citada con una orden de entrega de sus hijos para las 5 de la tarde, la granadina, prefirió alborotar todos los planes anteriores, dándose a sí misma, el beneficio de la duda que la Justicia parecía reclamarle después de no comparecer la vez anterior.Pasadas las 11 de la mañana, se personó en la Comandancia General de Granada, anteponiéndose a lo que iba a suceder. Saltadas las alarmas del cambio de hora y lugar, todo el mundo comenzó a embutirse en las inmediaciones de la Guardia Civil.A pesar del tumulto, había un silencio casi sepulcral, expectante y somnoliento, que narcotizaba a los presentes y los imbuía hacia algún lado, pero realmente no se movían, solo estaban nerviosos.La mañana inhóspita de verano era preludio de algo, tal vez notorio, o tal vez no. Se pintó con un aspecto monocromático cercano al gris, como si el cielo con su tímida tranquilidad, fuese a explicar el solo, lo que allí podría ocurrir.Tan predictivo fue, que de repente todo cambió. El cielo comenzó latir, y las infames clemencias temporales, junto con los remolinos, se hicieron presentes. Fue cuando los coches de un lado y otro de las dependencias civiles, empezaron a salir, disparados, esquivos. Algunos trataban de levantar sospecha, con el fin de llamar la atención y que los periodistas, y todo espectador con ganas de conocer, no pudieran saber muy bien, quién había dentro.Francesco el padre, que había llegado pasadas las 1 de la tarde, salió por otra puerta, con él sus hijos, y en otro coche Juana. A su vez, una centella plateada, se dirigió justo hacia el punto donde todos estábamos expectantes. Era el coche con el italiano había entrado, pero él no estaba dentro, y mucho menos sus hijos.Nos quedamos esperando unas palabras, una explicación, una misiva que nos relatara que había sucedido, pero hoy no fue así. Por suerte o por desgracia nadie pudo captar como las horas y el mundo se paraban, ni como los objetivos encontraban ojos vidriosos por la incertidumbre, por el futuro que en ocasiones como esta, se escapa de las manos, aquellas que supuestamente se soltaron de las manos de una madre y abrazaron las de un padre, aunque todos sepamos, que no hay mayor dolor que el de esa que nos dio la vida, esa que ya no está en todas las casas de España, pero que por suerte tampoco está en el juzgado frío, sombrío y redentor, en el que en la tarde debía haber dejado a sus hijos.Solo el devenir dirá si la Justicia fue justa –o ética-, si el tiempo cura las heridas, o somos nosotros los que tenemos que lamerlas. Allí se disiparon todas las respuestas, y emergieron las preguntas, esas que todavía no podremos contestar, esas que nos fueron agolpando a todos bajo el horripilante cielo gris, el mismo que presenció como a una madre se le arrebataban sus hijos, como unos niños eran alejados de su mamá.
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