Una vez que se ha iniciado el proceso de primarias en el
Partido Socialista Obrero Español los ataques entre los seguidores de los diferentes candidatos han ido subiendo de tono, sobre todo los que van a avalar a
Susana Díaz o a
Pedro Sánchez. Lo positivo de todo esto es que
se va a revitalizar el mercado de las navajas de la provincia de Albacete porque ya se está buscando cualquier detalle insignificante para atacar al rival, detalles insignificantes que, precisamente por su insignificancia, se transforman en ruindad.Esta semana hemos tenido un ejemplo de ello con el cruce de fotografías de Pedro Sánchez y de Susana Díaz junto a
Ignacio González y
Esperanza Aguirre.
Pedristas y
Susanistas tenían en el cargador esos documentos preparados para compartirlos en redes sociales en el momento oportuno, un momento que quien está al tanto de la actualidad política sabía que iba a llegar antes o después.Este es uno de los principales problemas que tendrá que afrontar el futuro Secretario General socialista:
unir a una militancia que ya ha traspasado la frontera entre la libre y legítima rivalidad y la enemistad basada en el odio hacia el contrincante. Somos muchos los que pensamos que el PSOE no podrá soportar esa división por la debilidad interna a la que ha llegado y se terminará escindiendo.
El PSOE no podrá soportar esa división por la debilidad interna a la que ha llegado y se terminará escindiendo
Esta fuerte división es una de las
herencias que dejó Pedro Sánchez después de dimitir en el mes de octubre. En este medio
ya explicamos que Sánchez había basado su mandato en la estrategia del
personalismo, del culto a la personalidad y de la ausencia de democracia interna, tal y como pudimos comprobar en las
constantes purgas de militantes y pequeños dirigentes que no pensaban como él. Por otro lado, el equipo que dependía directamente de Pedro Sánchez mientras fue Secretario General, se encargó de hacer una
campaña propagandística basada en los métodos de Gueorgui Plejánov o de Joseph Goebbels en la que todo pasaba por la imagen de Pedro Sánchez y el resto daba exactamente igual. Cualquier movimiento iniciado por los socialistas tenía que ir acompañado de la imagen del líder, incluso la cartelería de las elecciones municipales y autonómicas. No hay más que recordar la guerra absurda que iniciaron los pedristas en las elecciones andaluzas en la que se realizaron montajes de
Photoshop para que Sánchez apareciera al lado de la candidata socialista a la Junta.Cuando llegaron los comicios en los que él tuvo que ser el protagonista
demostró su incapacidad para liderar nada, ni siquiera su comunidad de vecinos. Los ridículos que hizo en los debates electorales deben estudiarse en las universidades como ejemplos de lo que no debe hacer un político que aspira a presidir un gobierno. Como no supo defender el programa electoral socialista, Sánchez obtuvo
los peores resultados de la historia del socialismo español, por más que los calificara de «históricos». En diciembre tuvo oportunidad de ser Presidente de Gobierno y para ello se presentó a la investidura apoyado por la
franquicia del Tea Party en España, no por los partidos de la izquierda. Como no fue capaz de lograr un pacto con Podemos por su insistencia en mantener un acuerdo con Ciudadanos en el que
el PSOE asumía un 72% del programa de la formación de
Albert Rivera hubo que ir de nuevo a elecciones donde se superó a sí mismo y empeoró los resultados afirmando, sin ningún tipo de rubor, que habían sido «un gran logro». En un momento en que su debilidad orgánica demostró que su único interés estaba en su propio futuro político. Primero
mintió a Felipe González al confirmarle que se iba a abstener para luego hacer lo contrario y cerrarse en el ya famoso
«No es No», un «No es No» que
escondía algo más que su negativa a un gobierno de Mariano Rajoy.
Esta fuerte división es una de las herencias que dejó Pedro Sánchez después de dimitir en octubre
Cuando ya se sintió acorralado a nivel interno decidió atacar y, de ahí,
los hechos sucedidos en los días anteriores al Comité Federal del 1 de octubre de 2016 que finalizaron con la
dimisión de Pedro Sánchez.Durante todo su mandato, y utilizando los métodos de
propaganda de cualquier Estado totalitario, logró convencer a muchos militantes de que Pedro Sánchez era quien les representaba frente a la defensa de lo orgánico de Susana Díaz o de otros dirigentes socialistas. Sin embargo,
Pedro Sánchez no defiende a la militancia, sino que la está utilizando como
escudo humano de sus propios intereses personales porque realmente no cree en esa militancia ni en entregar el partido a la militancia, tal y como se demostró ampliamente durante su mandato. Muchos de esos militantes le han creído de buena fe. El pedrismo se ha convertido en una
corriente de opinión interna y su defensa a Sánchez es tan cerrada que
cada vez se asemeja más a una secta que a otra cosa y no se dan cuenta de que llegará el momento en que cuando el líder se sienta acorralado les abandonará como ocurrió con los seguidores davidianos en
Waco. Lo que no se da cuenta el candidato a las primarias es que muchos de los avales o de los votos que logrará no provienen de militantes que creen en él sino de la militancia que no cree en las soluciones que miran al pasado de Susana Díaz. No se puede dar cuenta de este proceso porque
de donde no hay no se puede sacar.