Qué casualidad, señor Lesmes: la ambigüedad siempre favorece a las dictaduras
08
de Noviembre
de
2018
Actualizado
el
02
de julio
de
2024
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Señor Lesmes, ¿también es ambiguo el hecho de que su jefa de gabinete sea la esposa de Juan Manuel Cendoya, director de comunicación y vicepresidente del Santander? Usted ha avalado una de las mayores ignominias judiciales de la historia de España y, encima, ha utilizado como coartada que la ley hipotecaria era ambigua o tenía falta de claridad: «Se producen problemas de interpretación cuando las leyes no son claras; existe ahora la oportunidad de que la ley se aclare, se diga definitivamente quién es el que debe pagar y yo creo que nos debemos atener a lo que diga el Legislador, que en definitiva siempre es quien tiene la última palabra a través de la ley».Casualmente, señor Lesmes, las ambigüedades que detecta la Justicia española siempre benefician a los mismos: a las dictaduras privadas del capital, a los representantes de unas élites que son impunes al peso de la ley. Luego, claro, llegan otras Justicias, como la Europea, y nos tiene que enmendar la plana avergonzando a nuestra democracia cada vez que se condena a la banca española a hacer frente al coste de los abusos que los jueces han permitido. Recuerde, por ejemplo, las cláusulas suelo.Por otro lado, el tercer poder de la democracia no puede estar a expensas de lo que pueda perjudicar o beneficiar a la banca. Eso es imposible porque deja en evidencia la falta de independencia de los tribunales españoles y, sobre todo, los convierten en fábricas de injusticias. Eso no se puede permitir.Cómo puede entender usted, señor Lesmes, que todo dependa de la persona a quien le cae tal o cual caso es la mejor demostración de que la Justicia española depende más del juez que de los hechos. Esto, en democracia, no se puede tolerar.Sin embargo, el sometimiento del Supremo a las presiones de la banca, por mucho que usted afirmara que los magistrados «actuaron, y que no tenga dudas la sociedad, con absoluta libertad e independencia de criterio», es algo inaceptable para los y las ciudadanas. De ahí la indignación popular provocada por la sospecha de que la decisión que se adoptó estuviera marcada por las presiones de la banca. Nadie le cree porque ni la Justicia ni sus representantes tienen credibilidad en este país. Son ya demasiados los casos en los que el pueblo ve que el capital siempre cuenta con el favor de los tribunales. ¿Tendrá que ver que esas dictaduras privadas financian a las asociaciones de la judicatura, la magistratura o la fiscalía? Reflexione sobre esto y se dará cuenta del grave error que cometió el Supremo y usted al defenderlo.
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