Comienzan a airearse las declaraciones de los testigos llamados a declarar por el juez Peinado en el caso Begoña Gómez. Una de las que ha salido a la luz pública es la del empresario Carlos Barrabés, a quien el sindicato fascista Manos Limpias acusa de haber sido beneficiado por un supuesto tráfico de influencias en la organización del máster de la Complutense puesto en marcha por la esposa del presidente del Gobierno. En el audio ante el juez Peinado, Barrabés asegura: “Cuando me reúno con Begoña está sola”. De esta manera, el industrial niega que Sánchez haya tomado parte en los contactos entre la primera dama y él.
Según informa el periodista Alfonso Pérez Medina, de La Sexta, “el empresario aragonés aseguró conocer tanto a la principal imputada, como al dirigente socialista. De hecho, cuantificó estos encuentros en dos o tres con Sánchez, mientras que con Gómez fueron ocho o nueve a raíz del máster que dirigía la investigada y en el que daba clase Barrabés. Asimismo, detalló que también se reunió con ambos en el Palacio de la Moncloa, donde asegura estuvo cuatro o cinco veces o algo así, matizó Barrabés, al subrayar que no querría decir una cifra exacta”.
En ese momento, el magistrado le cuestionó si esas visitas fueron a iniciativa suya o “de las personas con las que dice haberse reunido”. Ante ello, Barrabés respondió que siempre acudió al complejo presidencial “con invitación”. Respecto al objeto de los encuentros, el empresario resalta que “con Begoña Gómez” fueron “sobre el máster”, mientras que “con Pedro Sánchez” cree haber “tenido una ronda o algo así” con el fin de que el presidente conociese su “opinión sobre cómo estaba la situación de la innovación en España”: “Cosas sobre las que yo sé”, aseguró el empresario.
Y llegados a este punto, cabría preguntarse: ¿qué pretende el juez Peinado con esta intrascendente declaración? ¿Qué ha sacado en claro? ¿Que el presidente del Gobierno se reúne con empresarios en la Moncloa? Si la prueba definitiva, la cicuta letal que tiene el instructor Peinado contra Pedro Sánchez es que el presidente del Gobierno se ha reunido con empresarios, apaga y vámonos. Si eso fuese delito, habría que meter en la cárcel a todos los líderes españoles desde la Transición, desde Adolfo Suárez a Mariano Rajoy pasando por Felipe, Aznar y Zapatero, ya que todos ellos han mantenido abundantes contactos con gente del empresariado para abordar los más diversos asuntos de Estado. Estamos, sin duda, ante un nuevo episodio surrealista de este extraño caso impulsado por la extrema derecha política, judicial y mediática de este país.
Y prosigue la declaración de Barrabés: “Cuando me reúno con Begoña está generalmente sola, pero a veces está con unas mujeres que trabajaban con ella. Siempre chicas. Pero no sé el nombre, era gente de su equipo”, explicó ante el juez Peinado. Barrabés añadió que con “ninguno de ellos” mantiene una “relación de amistad”, incluidos el presidente del Gobierno y su esposa: “No son mis amigos”, sentenció. Por lo visto Peinado ha encontrado otro horrible crimen en todo esto: que unas mujeres, siempre “chicas”, estaban con la primera dama cuando Barrabés se reunía con ella en Moncloa. ¿Quiénes serán esas misteriosas y sospechosas chicas, quizá asesoras de la casa presidencial, empleadas de la limpieza de Moncloa, compañeras del máster? Sin duda, aquí hay tomate, aquí hay colillas luego han fumado, y ya tarda el juez Peinado en llevarlas al banquillo de los testigos ya mismo, no vaya a ser que se pierda algún testimonio valioso o fundamental, como saber quién limpia las vajillas en palacio. Todo es de un surrealismo difícilmente soportable y a este paso, medio país va a pasar por el nuevo tribunal inquisitorial contra la izquierda.
De momento, sigue sin haber indicios de que se haya hecho nada irregular en Moncloa. Ni se tramaron negocios oscuros, ni se puso en marcha una caja B con dinero negro (como sí hizo el Partido Popular durante décadas), ni se cobraron comisiones o mordidas millonarias (otra práctica que durante años fue habitual en Génova 13). Aquí lo que hay, simple y llanamente y por mucho que las cabezas calenturientas de la extrema derecha no paren de elucubrar, es una mujer emancipada que trabaja y que trata de buscarse las habichuelas para organizar un máster académico. Para ello recurre a su círculo de amistades, a su agenda de contactos, a lo que se pueda, como haríamos todos en este país, para financiar su proyecto. Más allá de eso, nada ilegal. Hablamos de una señora que tiene su domicilio personal y fiscal en la Moncloa (¿qué quiere Peinado que se vaya a un bar o al parque para reunirse con otras personas?) y que se busca la vida para salir adelante en su ámbito profesional. Quien, dejándose llevar por su ideología política, pretenda meterla en Alcalá Meco por algo así estará cometiendo un grave error.