Vázquez Figueroa denuncia la desaparición de un proyecto para acabar con la sequía

16 de Octubre de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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España se desertifica, pero ya no lloro”, es el sentimiento del investigador incansable, Alberto Vázquez Figueroa, quien lleva toda una vida dedicada por convicción para acabar con el drama de la sequía en el mundo, especialmente en España. Invirtió su tiempo, sus ahorros en una alternativa viable a la sequía, pero las autoridades competentes hicieron oídos sordos a su proyecto sobre plantas desaladoras para ofertar agua a bajo coste a la población y a los cultivos agrícolas. Fuentes cercanas a Vázquez Figueroa relatan en Diario 16 que en las últimas semanas este investigador ha recibido llamadas de algunos ministros del equipo de Mariano Rajoy “mostrando una grave preocupación por la escasez de agua en España, e interesados en el proyecto de desalación del agua”. Sin embargo, Vázquez Figueroa denuncia “la desaparición de un proyecto para acabar con la sequía, un expediente de dos mil páginas de planos y estudios para solucionar la escasez del agua pero que se ha ocultado en el Ministerio Medio Ambiente”.Así mismo, en declaraciones en Diario 16, https://diario16.com/alberto-vazquez-figueroa-encontrar-telurio-canarias-positivo-los-ninos-dejen-morir-coltan-africa/, Vázquez Figueroa, aseguraba que “recientemente me visitó el Presidente de Canarias, Fernando Clavijo (CC), con la intención de retomar la plantas desalinizadoras en las islas, al escasear agua y electricidad dada la demanda actual. El uso de desaladoras, podría ahorrar hasta un 88% del coste de agua y electricidad. Realmente existe una crisis del agua en todo el mundo, y se pueden desarrollar proyectos para acceder a estos recursos a bajo coste. Mis patentes podrían valorarse en 2 o 3 millones de euros. El Gobierno de España invirtió en las desaladoras años atrás. Mi capital también lo entregué al servicio de la ejecución de las desaladoras, pero en Canarias encontré demasiados obstáculos, y abandoné esta viabilidad con una profunda tristeza al no prosperar el proyecto”. Hasta la fecha, no ha habido constancia de que el Ejecutivo del nacionalista Clavijo haya destinado partidas presupuestarias para este proyecto. Vázquez Figueroa, escribe con profunda tristeza, “cabría imaginar que soy un indeseable y al que no le importa que árboles y cultivos mueran o las personas y los animales sufran, pero quien pierda un minuto en conocer mis motivos los entenderá y los compartirá”, en una emotiva carta a la que ha tenido acceso Diario 16. “Hace veinticuatro años cuando una gran sequia nos llevo al borde del abismo invertí todo mi capital en idear y desarrollar un sistema capaz de desalar ingentes cantidades de agua de mar a treinta céntimos los mil litros, devolviendo energía eléctrica y sin producir salmuera”, relata este periodista.“No viene a cuenta explicar cómo funciona; baste saber que el gobierno invirtió millones en diseñar plantas que abastecerían a los agricultores de cinco regiones con graves problemas hídricos”, pero el escritor indica “me sentía orgulloso y entusiasmado pero las empresas embotelladoras corrompieron a los políticos. Por un litro de agua embotellada pagamos trescientas mil veces más que por un litro de agua desalada y por lo tanto existe trescientas mil veces más dinero a repartir”.“Me consideré estafado y estuve al borde del suicidio. Lo había perdido todo y consiguieron que me convirtiera en objeto de burla de quienes - como borregos camino del matadero - se sometieron a pagar un euro por una botella de agua de un tercio de litro; es decir, tres veces más  que por la gasolina”, recuerda apesadumbrado Vázquez Figueroa.Ante estos datos, este escritor se pregunta: “¿En qué cabeza cabe pagar tres veces más por el agua que por la gasolina?, Me indigne y protesté, pero me amenazaron”.“El agua embotellada es un negocio más sucio y más rentable que la prostitución o las drogas, pero sus directivos son considerados empresarios honorables. Denuncié que las amas de casa estaban condenadas a cargar eternamente con pesadas garrafas y los agricultores a ver como sus cosechas morirían pero nadie me escuchó”, explica con desolación, “admito que en ocasiones incluso lloré”.“Hace tres meses un alto funcionario me indicó que la única forma de hacer frente a la brutal sequía que se avecina sería retomar aquel sistema, pero que el Ministerio de Medio Ambiente no sabe donde guarda sus dos mil páginas de planos y estudios”, “alguien se ocupó de ocultarlos”…Entonces, “le indiqué donde existe una copia, pero los políticos prefieren vender el agua de las cuencas de unos ríos agotados a los agricultores murcianos que son los que más pagan por ella”.En la observación con desgarro por los paisajes en España, el escritor advierte “hemos llegado a un punto en que incluso en Galicia los curiosos se pasean por el fondo de pantanos secos, los cauces de los ríos no llevan más que botellas de plástico vacías, el país  entero se desertifica, y sus habitantes sufren mientras los medios de comunicación se nutren de la publicidad de las  embotelladoras de agua”.“Ya no me sorprendo, ni me indigno, ni mucho menos lloro. Quienes se dejan engañar y arrebatar lo que les pertenece no se lo merecen. Que lloren ellos por sus grifos sin agua y sus cosechas perdidas. O que paguen trescientas mil veces más de lo que vale por algo esencial para la vida”, apostilla el periodista.
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