A Feijóo le sale el debate por la culata

07 de Septiembre de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Alberto Núñez Feijóo durante su comparecencia en el Senado.

Núñez Feijóo trató de arrastrar a Sánchez al Senado con la esperanza de organizarle una emboscada parlamentaria y darle la puntilla definitiva a cuenta del plan de ahorro energético impulsado por el Gobierno. Sin embargo, tras más de dos horas de debate, el jefe de la oposición comprobó con frustración cómo se convertía en el cazador cazado. Es lo que suele ocurrir cuando alguien intenta liquidar a otro con malas artes, bulos, trampas y maniobras baratas. 

Tras la sesión de ayer, Feijóo no solo no logra finiquitar a Sánchez definitivamente y para siempre, sino que el presidente del Gobierno supo hacerle frente con una férrea defensa de ajedrez (jugaba con negras) que por momentos terminó convirtiéndose en un ataque eficaz capaz de sacarle los colores a su adversario político. El punto álgido de la tarde llegó cuando, planteadas las posiciones de ambos contendientes (Sánchez presentándose como el paladín de un Estado de bienestar amenazado por la derecha, Feijóo proyectando la imagen más catastrofista de España) llegó el momento del cuerpo a cuerpo. Y ahí, es justo reconocerlo, el jefe del Gobierno mostró un colmillo mucho más retorcido, letal y killer que el líder del Partido Popular. Podríamos decir que, en una extraña inversión de papeles, el presidente socialista jugó a implacable depredador mientras que el aspirante prefirió representar el rol victimista del hombre moderado que busca acuerdos pese ser insultado y vilipendiado por el poderoso inquilino de Moncloa

Llegado el minuto decisivo del cara a cara, Sánchez empleó la ironía al decir que se sentía sorprendido de que una hora después de iniciado el debate su interlocutor no hubiese recurrido aún al manido asunto de ETA, ese fetiche del que tanto le gusta hablar a todo político pepero que se precie. “Le agradezco que no hable hoy de ese tema. Por lo visto ETA ha desaparecido de la agenda este verano y no tocaba sacar el comodín”, sentenció. Fue entonces cuando Sánchez empuñó el látigo y empezó a fustigar sin compasión a su rival, cuestionándole la supuesta fama de buen gestor con la que ha llegado de Galicia para hacerse cargo de las riendas del Partido Popular. El presidente solo tuvo que tirar de hemeroteca e ir desgranando titulares de prensa para desacreditar a su contrincante, que lleva meses soltando incoherencias y chorradas de todo tipo haciendo bueno al Mariano Rajoy de las ocurrencias más disparatadas.

Así, Sánchez se remontó a marzo de este año, cuando Feijóo dijo que el Gobierno se estaba “forrando” con los impuestos de los españoles, una gran falacia, ya que hasta el más desinformado sabe que la recaudación tributaria se distribuye entre las comunidades autónomas para que sean estas las que adjudiquen los pertinentes recursos a los diferentes servicios públicos claves para el funcionamiento del Estado de bienestar. “¿Fue insolvencia o mala fe?”, le preguntó el presidente utilizando una pregunta retórica con la que iría machacando a su interlocutor, como un martillo pilón, a lo largo de minutos que a Feijóo se le hicieron interminables, incómodos, eternos. Feijóo estaba perdido. Sánchez siguió afeándole el listado de insensateces que ha estado diciendo todo este tiempo, como cuando en el mes de abril propuso una deducción energética en el IRPF que ya había sido aprobada por el Gobierno, o como cuando dijo sin despeinarse que en Galicia apenas se pagan impuestos (falso, ninguna región se financia sin tasas y tributos), o como cuando, ya en junio, denunció fallidamente que la prima de riesgo estaba en 250 puntos (en realidad estaba en 111 pero confundió ese índice económico con los tipos de interés).

“¿Fue insolvencia o mala fe?”, volvió a la carga Sánchez. Para entonces, la figura de Feijóo comenzaba a achicarse en su escaño del Senado como el protagonista de aquella célebre película del cine clásico, El increíble hombre menguante, que también encogía paulatinamente. Pero Sánchez tenía más, mucha más cicuta en el frasco cuentagotas. El presidente le recordó a su adversario que en el mes de junio auguró una recesión en España que fue descartada por todos los organismos financieros de prestigio y que por esas fechas llegó a calificar de “pufo” la deuda pública del Estado que, paradójicamente, el Gobierno socialista ha logrado rebajar en un 7,5 por ciento. Ese fue otro momento antológico, ya que el hombre que siendo presidente de Galicia había triplicado la deuda pública de su región (pasando de 3.900 millones de euros en 2009 a 11.300 en 2022), se ponía ahora exquisito con el dichoso asunto de las cuentas oficiales. “¿Hay insolvencia o mala fe, señor Feijóo?”, volvió a insistir el premier socialista.

El listado de desatinos feijoianos registrados en la hemeroteca no quedó ahí. No hace demasiado tiempo, el líder popular calificaba de “timo ibérico” la “excepción ibérica”, una concesión que Bruselas ha hecho a nuestro país tras una ardua batalla del Gobierno español en la UE para desvincular la factura eléctrica de los vaivenes en el precio del gas. El mismo día que Feijóo hablaba de “timo” a los españoles, el precio de la factura bajaba hasta 150 euros el megavatio hora, tres veces inferior al que se pagaba en países como Alemania o Francia.

Feijóo se ha lucido en otros asuntos de la máxima importancia, como cuando se confundió al asegurar que las pensiones entraban en la regla de gasto (no es así), cuando se opuso a un gravamen adicional a las compañías eléctricas por los beneficios caídos del cielo en plena crisis (otros países ya lo estaban aplicando) o cuando concedió una entrevista a cierto periódico de la caverna en la que denunció la presunta compra de votos por parte del Gobierno a cambio de cheques (en esa entrevista él mismo propuso un bono de 200 euros para los jóvenes).

“¿Es insolvencia o mala fe? Usted va a fracasar en su intento de derribar a este Gobierno como fracasó Casado”, remachó Sánchez dándole el descabello al jefe de la oposición. Si algo ha quedado claro en este debate es que Feijóo no se sabe los temas económicos, que estudia poco y que comete errores demasiado abultados para alguien que aspira a llevar algún día el timón del país. Eso sí, su maldad sobre “el otoño del patriarca Sánchez” no deja de tener su gracia. El problema es que España no necesita otro chistoso o brillante cómico del Club de la comedia. Ya padecimos a Rajoy en su día y así nos fue.

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