Las elecciones de Andalucía dan para pocas vueltas. Ha ganado el PP (mayoría absoluta con 58 escaños), que ha salido reforzado. El PSOE sigue viendo cómo va cuesta abajo (se queda en 30). Vox se queda más o menos como estaba (14 diputados), sin brillar como esperaba. La izquierda se queda con las migajas que su ensimismamiento le ha dejado (5 y 2) y Ciudadanos, desaparece.
El PP ha sido el gran ganador, sin duda alguna. Ha ganado en todas las provincias de Andalucía. En cuatro de ellas se ha disparado, y en tres más ha duplicado sus escaños anteriores. Le ha arrebatado al PSOE su trono de Sevilla. Y da igual donde mires, que el azul se ha expandido.
Vox se queda colgado de la brocha ante la mayoría incontestable del PP. A pesar de sacar dos escaños más que en las últimas elecciones, la contundencia de la victoria Popular hace innecesario el apoyo de los verdes de Olona. Sin embargo, queda claro también que el electorado de Vox es fiel y va sumando apoyos.
De Ciudadanos no merece la pena hablar, como no lo ha merecido prácticamente desde que se desinflaron tras sus pollos continuos en Cataluña, que era su única razón de ser. Se acabaron los naranjas del todo.
Y esa izquierda, tan pendiente de su ombligo como para haber causado una profunda pereza y desafección en tanto cabreado con el PSOE, que era su nicho de votantes. Los resultados de Podemos, IU y Más País demuestran que no han conseguido ocuparse ni en fondo ni en forma de lo que a la ciudadanía andaluza le hacía falta. Y mira que era tierra con necesidad de una izquierda potente, reformada, que arrasara a un PSOE que no ha hecho más que dar disgustos a sus fieles. Pues nada. Esa "izquierda de las tontás" que no ha sido capaz de superar sus luchas internas, sus guerras fratricidas y no ha pensado por un momento en su posible electorado, sino todo lo contrario. Por no ser capaz, no lo ha sido ni para crear una formación que sumase. Nada. La eterna pelea por dividirse para ver quién saca su escaño. Han rascado 5 los de la Coalición "Por Andalucía" y 2 Teresa Rodríguez. Una izquierda que ha perdido 10 escaños desde las últimas elecciones y parece que no toma nota.
Las reacciones inmediatas evidencian que aquí cada cual va a lo suyo. Y precisamente ese es el problema de fondo de estos resultados. La abstención es considerable en un sistema que está demostrando estar agotado. Estamos llegando a unos niveles en los que una parte importante de la ciudadanía pasa absolutamente de los resultados electorales. Y los responsables políticos parecen no querer asomarse a ese agujero mientras puedan seguir repartiéndose las migas que vayan quedando.
La victoria histórica de la derecha-centrista es incontestable. Como lo es el bofetón que se lleva el PSOE. Un giro que pone de manifiesto un hecho: ni siquiera en los feudos convencen. Los Barones miran de reojo y aprietan los dientes, porque intuyen que esto de Andalucía va a ser probablemente lo que se vaya repitiendo en los territorios del Estado.
¿Se ha vuelto Andalucía de derechas? Lo dudo. Más bien creo que la gente está cansada, y la que todavía se toma la molestia por ir a meter la papeleta en la urna (a riesgo de asfixiarse de calor) un domingo de junio, lo hace bastante harta y cabreada. Hay absoluto empacho de los políticos y de su forma de hacer política. Y creo que esta sensación la compartimos muchos, tanto de los que votan como de los que no.
Hartazgo, sobre todo de quienes siendo progresistas, no dejan de contemplar el bochornoso papel del gobierno a nivel Estatal día sí y día también. Un Gobierno que ha tenido la posibilidad de dirigir un país en momentos cruciales hacia un futuro ilusionante y, sin embargo, no ha parado de tomar decisiones contra los intereses de su ciudadanía y de su progreso.
Unos años en los que el globo de la soberanía, las libertades y los derechos, se ha pinchado de tal manera que por mucho que disimulen, ya no engaña a nadie. Mucho ruido y pocas nueces.
Ni sanidad pública cuando hacía falta; ni inversión en educación; ni protección de las libertades; ni inversión en nuestra agricultura, nuestra pesca, nuestra capacidad productiva. Nada. Un país llevado a la deriva que deja a buena parte de su ciudadanía con la sensación de estar sufriendo una aguadilla tras otra por parte de sus propios gobernantes.
En Andalucía ya pasaba esto cuando gobernaba el PSOE; surgió Podemos y parecía que generaba algo de ilusión, pero pronto se convirtió en un espacio político absurdo, que perdía más tiempo en pelearse dentro que en plantar cara fuera; y con este panorama era lógico y normal que las derechas tomasen el poder. Llegaron y se quedaron. Y viendo lo absurdo de la llamada izquierda, está claro que la derecha seguirá.
Un aviso a navegantes, porque lo de Andalucía ha pasado y pasará. Como pasó en Madrid, en Castilla y León. Y será cuestión de tiempo que llegue a Moncloa. Poco tiempo.
Porque para tomar las decisiones que ha tomado Sánchez, no hacían falta estas alforjas. Ha llevado incluso al PP a posturas más abiertas en algunos territorios en comparación con las que han adoptado algunos de sus Barones.
Durante los últimos años se han pisoteado derechos fundamentales, intereses generales, la soberanía de un país; se han destrozado relaciones internacionales, se ha tratado a la población de manera irresponsable e irrespetuosa; y se ha demostrado continuamente que la coalición de Gobierno no ha servido para alcanzar el potencial que tenía.
La derrota de la izquierda en Andalucía es la evidencia de la derrota de la izquierda de un país. No hay más. Y lo más triste es que no solo no está, es que tampoco se la espera.