Aranceles, manufacturas, dólar

Por desgracia no parece que hayan aprendido nada, sino que para aliviar sus males regresan a arbitrios, cuyas consecuencias no han hecho sino empezar

20 de Abril de 2025
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Aranceles, manufacturas, dólar
Donald Trump, en la Casa Blanca: El presidente de EE UU este miércoles anuncia su plan de aranceles.

El tema del día son los aranceles de Trump. Y con razón. Reivindicar la memoria del Presidente McKinley como antecedente es remitir a una especie de Atapuerca monetaria, con perdón de los neandertales.

Ni siquiera había todavía Reserva Federal y ardía el país en la polémica de si era mejor el patrón oro o el patrón plata y la polémica se centraba en que el oro era cosa de ricos, la plata de pobres y la moneda fiduciaria una estafa.

Haciendo un poco de memoria, recordemos que en una primera fase, el dinero era oro o plata y que en el S. XVIII conquistó una posición global, el doblón español (mexicano) de a ocho. Pero ello no tenía nada que ver con la fuerza económica o institucional de España. Valía porque su acuñación era excelente, su ley correcta y su peso también. El Imperio Británico refinó algo el modelo y la libra se convirtió en la moneda refugio porque el Reino garantizaba la convertibilidad de la moneda y la sostenía con un Estado que ofrecía superávit comercial sistémico. Esto duró desde Waterloo hasta el Somme. Tras la Gran Guerra y pese al dolor de Churchill, la libra abandonó el patrón oro y hubo de devaluarse. Digo esto para apuntar la visión revolucionaria que aportó Bretton Woods.

En la guerra que mantuvieron Lord Keynes y Harry Dexter White por la definición de los parámetros de Bretton Woods, Keynes defendía una divisa global, el Bancor, mientras que su interlocutor americano, espía soviético, por cierto, defendía el dólar. Ganó White por razones obvias y así se inauguró un orden monetario nuevo en la historia. Al estar vinculado el dólar a las transacciones universales, todo el planeta dependía de la salud económica del hegemón. Era relativamente grave, pero no decisivo porque el dólar era convertible en oro al precio de 35 dólares la onza. En 1971 y debido a los costes de la guerra de Vietnam, Nixon rompió la vinculación de su moneda con el oro e inauguró un sistema fiduciario absoluto. Robert Triffin se dio cuenta del problema y enunció la paradoja que lleva su nombre. Para que el mundo pudiese tener liquidez bastante, los USA habían de correr déficits. Pero si ese déficit era excesivo, los tenedores globales de dólares abandonarían tal divisa. Es lo que está empezando a suceder.

Muy poco antes de los aranceles, el CEO de Black Rock, Larry Fink, advirtió a Trump que los intereses de la deuda, próximos ya al trillón de dólares, corrían riesgo de impago, lo que llevaría a los EEUU a la quiebra. Y a Trump no se le ha ocurrido mejor idea que tirar a la basura el legado de la OMC, el libre cambio, las cadenas de valor y lo multilateral en general, para sustituirlo por aranceles, fijados en función del déficit por cuenta corriente de cada país pero solo de bienes. A lo que parece, los servicios no cuentan. Es una opción delirante. Si bien es verdad que todos tenemos aranceles, la UE también, nunca se han impuesto de modo general, salvo en los tiempos de la autarquía nazi-y franquista-cuando las importaciones se consideraban contrarias a la soberanía nacional. Sus consecuencias son conocidas.

En prensa generalista es imposible hacer un análisis detallado de causas y consecuencias de la iniciativa de Trump. Muy resumidamente:

1.-decir que quien tiene superávit con tu país es enemigo resulta insostenible.

2.- Que los bienes que se introducen en tu país vienen de otro sistema cerrado y que merecen arancel no es exacto, puesto que las cadenas de valor hacen que ese bien incorpore muchos componentes extranjeros.

3.- Pensar que es posible tener un dólar fuerte, en definitiva, un “privilegio exorbitante”, como lo definió el Presidente Giscard d´Estaign, y que ello pueda favorecer tu exportación, es irracional.

Y 4.- Creer que si tus aliados pagan su seguridad aliviarás el déficit es temerario, porque eso supone que comparten tu idea de la seguridad. Que Japón pague por la defensa americana de su país frente a China y Corea del Norte es razonable. Que los europeos compartamos “el riesgo ruso” causado por la testarudez USA de mantener la OTAN a toda costa, es menos lógico, menos aún, si el propio Trump asegura que con él como Presidente no hubiera habido guerra de Ucrania.

Y que extendamos un cheque en blanco a Israel tras el desastre humanitario de Gaza es todavía menos defendible. Por no hablar de bombardear Irán o a los hutíes, erizar Filipinas de cohetes, o mantener 45 bases militares en Alemania.

Por otra parte, si queremos mencionar el verdadero problema, todo viene de una filosofía aberrante e insostenible que es querer tratar todo a base de despliegues militares y dejar abiertas unas ochocientas bases en todo el mundo, cuando lo que procedería sería asumir el dilema del prisionero y no la Trampa de Tucídides, es decir, cooperar todos los actores del drama para salvarnos de consuno y no defender que la justicia es respetar a la fuerza las imposiciones del líder.

En cuanto a la recuperación de la manufactura, yo estudié en la Facultad, y de esto hace tiempo, que en la curva del desarrollo lo primero es la agricultura, lo segundo la industria y lo siguiente los servicios. Así que intentar recuperar vía aranceles lo que pierdes por estructura económica es excusado. Por otra parte, el núcleo del núcleo de todos los problemas USA es interno. Si se trata de luchar contra el déficit, lo propio no es despedir trabajadores federales ni poner aranceles erga omnes sino gravar impositivamente a los ricos, no solo para contener el gasto, sino para hacer posible una redistribución de rentas que sostenga el consumo. Otro tema decisivo es poner orden en el derroche del complejo militar industrial, hoy el 40% de todo el gasto militar mundial, algo que Trump no va a hacer.

Hay un fenómeno que escapa no solo a los USA sino a todos nosotros. En 1945 los EEUU eran el 50% de toda la riqueza mundial, en la ONU solo había cincuenta y algo países, África y el Sudeste asiático no existían- como tampoco eran parte del mundo, India y China. Hoy, con todos estos nuevos actores y unos EEUU que son solo el 26% del PIB mundial, mantener déficits para hacer posible la prosperidad global y aspirar a mantener una economía doméstica en orden, sin disciplina fiscal, gasto contenido y demanda agregada sana son criterios excluyentes. Y eso lleva a la presente situación. Los bonistas globales, que consideraban ese valor como un activo “risk free”, (libre de riesgo), están empezando a deshacer posiciones con lo que está bajando el precio del bono pero subiendo el tipo de interés y agravándose la situación financiera de los USA. Entre tanto, la renta variable (acciones) se está desplomando: un caos indefendible.

Trump ha sido formal. El dólar como divisa global no se toca y si alguien se mete con él se enfrentará a sanciones (léase aranceles). Ha llegado a decir en ese mismo discurso que de perder esa posición, los USA se convertirían en un país tercermundista. Bien: quizás estemos en vísperas de la Fed inaugure un masivo calendario de compras e intente arreglar el desaguisado. Lo hizo en 2020, veremos ahora. Pero en cuanto al fondo del problema, yo no creo que los USA puedan hacerle frente sin tocar los elementos detallados más arriba. La apuesta no es baladí. Van ya 6 trillones perdidos en Wall Street y 800.000 millones en juego en el mundo financiero de la renta fija debido al continuo incremento de los tipos, lo que anula o pone en grave riesgo el negocio de futuros (basis trade, la diferencia positiva entre el valor de hoy y su futuro, incluido el costo financiero de la operación).

Termino: el dólar es una divisa fiduciaria. Su valor depende de la confianza que inspira el emisor. Y es claro que esa confianza se está erosionando. Hasta donde llegue esa cuesta abajo nadie lo sabe. Pero es evidente que el mundo no va a aguantar una recesión cada cuatro o cinco años porque los USA insistan en mantener el dólar como moneda de reserva, al tiempo que dentro de sus fronteras ignoran reglas elementales del buen gobierno. Por desgracia no parece que hayan aprendido nada, sino que para aliviar sus males regresan a arbitrios, cuyas consecuencias no han hecho sino empezar. Dejo claro que en los EEUU y en Occidente hay un número suficiente de excelentes economistas capaces de negociar estos asuntos con competencia. Bajo la dirección de Trump, ninguno.

 

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