A España le ha salido un aliado inesperado en su contencioso con Marruecos: Argelia. La rivalidad entre marroquíes y argelinos es histórica, sobre todo por las pretensiones que ambos estados del norte de África mantienen sobre el Sáhara Occidental. Ayer, el secretario general del Frente Polisario, Brahim Ghali, fue trasladado desde un hospital de Logroño a Argelia, donde recibía la visita del presidente argelino, Abdelmayid Tebune. Tras un encuentro afable, ambos líderes no tardaron ni cinco minutos en agradecer el papel jugado por España en la reciente crisis.
En la conversación, Ghali ha dicho estar recuperándose del covid gracias a la atención que ha recibido de la Sanidad española y ha subrayado su compromiso con la Justicia de nuestro país, ya que la Audiencia Nacional mantiene una investigación contra él por posibles crímenes de guerra (todo apunta a que el asunto se archivará por falta de pruebas). El mandatario argelino, por su parte, ha agradecido el papel del Gobierno de Madrid en la acogida, algo que el líder del Polisario también ha reafirmado.
Está claro que las relaciones entre España y Marruecosse enfrían mientras crece otro tallo de amistad a cuenta del inesperado aliado argelino. Bien es cierto que bajo el gobierno socialista de Zapatero, que defendió perseverantemente una política global en el Magreb, las relaciones con Argelia no fueron del todo fáciles. Los argelinos reclaman desde hace décadas un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental y han criticado en numerosas ocasiones la ambigüedad o tibieza de España en un asunto que cuenta con el aval de las resoluciones de la ONU.
Cooperación con Argelia
La necesidad de restablecer relaciones cordiales con Marruecos, y sobre todo, el empeño asumido por España para la resolución del conflicto en el Sáhara, han causado algunos malentendidos con Argel, que no obstante la diplomacia española ha logrado disipar en los últimos viajes comerciales. Oficialmente, las relaciones son buenas y los encuentros de alto nivel tienen lugar regularmente. En ese sentido, el exministro de Asuntos Exteriores Moratinos defendió fervientemente el viaje a Argelia del presidente Zapatero en diciembre de 2006. Pero también es cierto que las cumbres bilaterales más recientes han pasado casi desapercibidas para la prensa, síntoma quizá de que es preciso avanzar aún en el terreno de la consolidación de dichas relaciones, expuestas a vaivenes triangulares.
Es evidente que algo se está moviendo en nuestras relaciones diplomáticas con los países del norte de África
En cuanto a la cooperación económica, marcha por buenos derroteros, si bien parte de niveles muy bajos. El segundo gaseoducto Med-gaz entre Beni Saf y Almería es un proyecto estratégico bilateral. Además, la cooperación policial y judicial es avanzada, así como en materia de flujos migratorios y en cultura (Instituto Cervantes). En cuanto a la cooperación al desarrollo, ha conocido un impulso notable tras la inauguración en 2003 de la Oficina Técnica de Cooperación en Argel, acorde con el estatus de país prioritario.
De esta manera, se pretende desde Madrid hacer despegar una cooperación que lleva años de retraso con respecto a Marruecos, en gran parte debido al largo conflicto argelino y a su aislamiento internacional. Los sectores más punteros de esa cooperación al desarrollo son el agrícola, el hidráulico, la pesca y las pequeñas y medianas empresas (PYMES). La zona preferente del país es el norte, más desarrollada pero también más accesible. Con todo, se está aún lejos de los objetivos de gasto perseguidos, de forma que la ayuda oficial al desarrollo no rembolsable para Argelia sigue siendo muy inferior al gasto destinado a la población saharaui e incluso menor que la que recibe Túnez.
De ahí que el Gobierno Sánchez haya decidido reforzar los contactos con Argelia. Hace apenas un par de meses, la Secretaria de Estado de Comercio, Xiana Méndez, participó en el encuentro empresarial que tuvo lugar en aquel país junto con una delegación de empresarios españoles y argelinos. Como destacó Méndez en su intervención, “esta reunión promoverá la cooperación entre ambos países y los intercambios comerciales, abriendo nuevas oportunidades para las empresas españolas”. Además, Méndez subrayó que “nuestras empresas quieren estar presentes en el futuro de Argelia. Dada su larga experiencia internacional, las empresas españolas tienen mucho que aportar al crecimiento económico y al desarrollo sostenible en este país”.
Es evidente que algo se está moviendo en nuestras relaciones diplomáticas con los países del norte de África. El desleal Marruecos está dejando de ser un socio preferente y otros países se disputan el puesto del amigo destronado de los españoles. Dentro de África, Argelia es un socio estratégico como proveedor energético y como socio comercial. Es el segundo cliente africano y el tercer proveedor. Existe una estrecha colaboración entre ambos países, con unas relaciones comerciales bilaterales sólidas y en continuo crecimiento. En 2019 alcanzaron casi los 7.000 millones de euros, de los que unos 2.900 millones de euros corresponden a exportaciones y 3.900 millones de euros a importaciones.
No obstante, la historia no acompaña. La dictadura franquista reconoció oficialmente a Argelia como estado en 1962 y nombró un embajador. Las relaciones bilaterales de España con la república argelina, que no llegaron a ser buenas durante la dictadura de Franco, experimentarían una crisis en 1977-1978, cuando Argelia, tras ser apartada de los Acuerdos Tripartitos de Madrid de 1975 sobre la transferencia de la administración del Sáhara Occidental, llegó a apoyar al Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario.
Finalmente, ambos países firmaron un tratado de amistad, buena vecindad y cooperación el 8 de octubre de 2002 en Madrid. Desde entonces, los dos estados cooperan en materia antiterrorista. El equilibrio triangular entre Argelia, Marruecos y España influye en la posición tomada por España en la cuestión del Sáhara Occidental, en la que Argelia apuesta por el referéndum de autodeterminación, a la par que reclama un compromiso más fuerte de España por su “responsabilidad histórica” en la descolonización.