En los últimos días, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha lanzado una ofensiva verbal contra la Ley de Vivienda mezclando conceptos como “apagones, escasez, mercado negro” y calificando las restricciones de renta de “políticas bolivarianas”. Su retórica (al más puro estilo confrontacional y simplificador de Donald Trump) recalca un discurso en el que todo lo público es sustituible por soluciones “liberales” y toda regulación es sinónimo de fracaso.
Ayuso se apoya en estadísticas recientes para fundamentar su crítica: “España ha perdido 120.000 alquileres en dos años desde la aplicación de la Ley de Vivienda; arrendar una casa cuesta hoy un 26% más que antes de la norma”, aseguró en un acto público.
Estos datos coinciden con el informe del Observatorio del Alquiler, que confirma la desaparición de 120.000 viviendas del mercado arrendaticio y un aumento medio del 26% en las rentas desde la entrada en vigor de la ley hace exactamente dos años.
Sin embargo, los expertos advierten que ese incremento no puede atribuirse sólo a la limitación de precios. Factores como el encarecimiento de las hipotecas, la escasez de oferta tras la pandemia y la presión de fondos de inversión también han incidido en la subida de los precios.
El modo en que Ayuso construye su mensaje remite directamente al estilo trumpista: uso de hipérboles extremas (“infiernos fiscales”, “daño irreparable”), asimilación de un adversario político a un enemigo externo y apelación al miedo ciudadano. Este manual de populismo fue descrito recientemente en The Telegraph, que la comparó con Margaret Thatcher y subrayó sus similitudes estilísticas con Donald Trump, especialmente en la defensa de bajos impuestos y su retórica anti‑establishment. Tal y como hemos publicado en Diario16+ con documentos que lo confirma, esa retórica suele terminar en gravísimos conflictos de intereses y corrupción sin control.
Además, desde el equipo de Ayuso se ha mostrado públicamente su simpatía por Donald Trump y difunden memes trumpistas en redes sociales del PP madrileño.
En sus declaraciones, Ayuso no se limita a atacar la eficacia económica de la ley. Lleva la discusión al terreno moral y social: “Se anula a los mejores subsidiando, empobreciendo y haciendo al ciudadano dependiente de los favores del poder”, advirtió, equiparando a los inquilinos regulados con una población dócil y sometida. Este tipo de discurso “nosotros contra ellos” se asemeja a la dinámica de Trump, que redefine constantemente quién constituye la “gente real” frente a las élites y los “traidores”.
La referencia a “políticas bolivarianas” es un recurso habitual del ala dura del PP para vincular cualquier avance social con el chavismo venezolano, es decir, “estrategia del espantapájaros”: se construye un demonio exagerado para deslegitimar propuestas de corte progresista
El énfasis de Ayuso en los efectos negativos de la ley de vivienda busca tensionar el debate nacional y presionar al Ejecutivo de Pedro Sánchez para que la modifique o la derogue. En la práctica, Madrid apenas aplica los límites de precio en zonas de mercado tensionado, concentradas en el centro y ciertas áreas de la capital, donde la oferta disponible representa menos del 5 % del total.
La movilidad política de Ayuso, fiel a un estilo hiperactivo y mediático, ya ha provocado que varios barones territoriales del PP reclamen endurecer el discurso y adoptar tácticas similares en sus comunidades. Este contagio del “trumpismo” español profundiza en la fragmentación interna del partido, al generar tensiones entre los trumpistas de Ayuso y el sector demócrata cristiano más socialdemócrata.
El “trumpismo” de Ayuso no es una mera etiqueta periodística: es una estrategia deliberada que amalgama datos reales, retórica inflamatoria y simplificaciones maniqueas para construir una falsa identidad política contrastada. Al presentar la Ley de Vivienda como un ataque directo a la “clase media trabajadora” y proclamar el fin de “décadas de avances” con endeudamientos “demenciales”, Ayuso consolida un relato de crisis permanente para justificar su modelo ultraliberal de bajos impuestos que ya estamos viendo en Estados Unidos las consecuencias que está teniendo: hambre, eliminación de la protección sanitaria, destrucción de la protección alimentaria, y, sobre todo, enriquecimiento ilícito de Donald Trump y su familia.